Meditemos acerca de la Paloma y la voz que se escuchó en el Bautismo de Jesús –
1. “Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma.”
La Paloma es símbolo de paz e inocencia; en este caso representa la divina presencia.
Un bebé que es bautizado no puede responder con fe personal; es por esto que en el bautismo la fe permanece como dormida. No es sino hasta más tarde, cuando la persona recibe el sacramento de la Confirmación que el/ella toman posesión de la fe como algo propio.
El Padre Cantalamessa dice que el Bautismo permanece “adormecido” en las vidas de la gran mayoría de cristianos que son bautizados en su infancia.
La diferencia consiste en la ‘capacidad de creer’ derramada sobre el infante en el bautizo, la cual se volverá explícita en fe personal que es el corazón del discipulado y que toma lugar cuando esa Paloma revolotea sobre nosotros.
Esa misma paloma desciende sobre nosotros cuando nos acercamos al Sacramento de la Confesión, el cual renueva nuestro Bautismo, que fue el momento en que el pecado original fue perdonado y si ese bautismo tuvo lugar más tarde en la vida, lava al mismo tiempo todo otro pecado cometido.
e.g. Una señora cuenta acerca de un servicio de bautismo que tuvo lugar en su parroquia. Ciento dos personas iban a ser bautizadas. Los hombres vestían túnicas negras y las mujeres, blancas. Durante la ceremonia, el tinte de las túnicas negras comenzó a desteñirse y el agua de la fuente se volvió como sucia. Cuenta esta señora que escuchó a dos chicos detrás de ella discutiendo la situación.
“¿Cómo es que el agua se está volviendo tan sucia?” Preguntó el primer chico.
“Es porque los pecados de ellos están siendo lavados,” respondió el segundo niño.
Creer y confiar en Jesús no quiere decir ‘nacer nuevamente’. Todos nos convertimos en una creación nueva cuando somos bautizados.
Nosotros los católicos bautizamos a los bebés y algunas sectas protestantes igualmente lo hacen. Creemos también que los bebés son justificados y salvados en el momento del bautizo. ¿Cuántas buenas obras ha hecho un bebé? Ninguna. La salvación y el nacer de nuevo son en su totalidad el efecto de la gracia de Dios y no de ninguna buena obra.
En el caso de infantes, los padrinos profesan esa fe en Cristo en el nombre de quien está siendo bautizado y aceptan la responsabilidad de asegurarse que ese nuevo Cristiano crezca y madure en su fe.
Pero eso sucede únicamente por la gracia.
Efesios 2:8 dice: “Pues habéis sido salvados por la gracia mediate la fe; y esto no viene de vosotros sino que es un don de Dios.”
Por consiguiente, nosotros recibimos salvación por la pura gracia, a través de la fe y del bautismo.
La posición católica es que el bautismo es necesario para la salvación.
La Iglesia Católica enseña que el bautismo es necesario para cada hombre porque el bautismo es la causa de un renacimiento espiritual.
El bautismo regenera.
LA BIBLIA ENSEÑA QUE EL BAUTISMO DE AGUA SALVA
Tito 3, 5: “No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo”.
El agua que corre exteriormente hace efecto de la limpieza interior y la renovación del Espíritu Santo. Esta acción sacramental justifica el alma, y se aplica el mérito de la Sangre de Jesucristo, mientras que el bautismo está ocurriendo.
Los protestantes han tratado de explicar este pasaje. Argumentan que el "lavado" no se refiere al agua del bautismo, sino a la purificación del Espíritu sin el bautismo.
Esto no es correcto.
Hechos 22 dice: “Hermano Saulo…Levántate, y bautízate, y lava tus pecados...”
2). La voz: “del cielo llegó una voz que decía: "Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco."
Un sacerdote de un área rural tal vez traduciría lo anterior con estas palabras:
"Este es mi chico y estoy muy orgulloso de el.”
Era importante para Jesús la aprobación de su Padre.
Esta es la respuesta de un hijo ahelando la aprobación de sus padres. Nos libera de la compulsión cuando adultos de saber que somos suficientemente buenos ante los ojos del padre o la madre.
1 Tesalonicenses 1:4 dice, “hermanos amados de Dios.”