Intro. Recuerdo que cuando tenía como 10 años y en el verano mi familia pasaba el verano en Chuburná Puerto, coincidía con las fechas en la que habían campamentos juveniles en el campamento Passler. Y en las noches iba a las instalaciones del campamento y veía como los jóvenes de ese entonces (de 16 en adelante) jugaban y reían, y quería yo integrarme a esos juegos, pero no nos permitían porque éramos niños.
Y recuerdo haber anhelado en mi pensamiento: ¡Cómo me gustaría tener 18 años para poder participar en esas actividades que hacen los jóvenes! Yesos años de adolescencia pasaron lentamente. Año con año pasaba y se veía tan lejos ese día en el horizonte cuando por fin sería yo un joven.
Pero me pasó como cuando te subes a la montaña rusa. Primero el paseo es hacia el punto más alto y es a una velocidad muy baja. Pero cuando comienza a descender alcanzas velocidades de locura.
Así me pasó, cuando llegué por fin a los 18 y continuó mi vida, lo siguiente que sé es que ya estoy casado, tengo hijos que ya son jóvenes, tengo más de 20 años como pastor, y no me explico cómo pasó tan rápidamente el tiempo entre ese niño de 10 años y el hombre de medio siglo de edad.
Nuestro tiempo en este siglo pasa muy rápidamente y la verdad es que conforme más avanzas en la vida, más rápido parecen pasar los años y la consciencia de que te vas acercando al final, se hace cada vez más notoria. Además tu cuerpo comienza a darte pequeños avisos de las facturas del pasado que hay que pagar. Como que quieres hacer cosas, pero tu cuerpo nada más no te obedece. Algunos comienzan a teñirse el cabello para tratar de esconder algunas señales de madurez.
No se si a ustedes les pasa lo mismo, pero los funerales a mi edad ahora me dejan mucho más reflexivo que antes, quizá por todo esto que les estoy comentando. En ese contexto, en el que nos vemos cada vez más cerca de la puerta de salida, el tema de hoy se nos puede hacer muy relevante.
Hoy estaremos hablando del concepto bíblico de la “vida eterna”, sobre todo desde la perspectiva de los escritos del apóstol Juan. Y es que la verdad, el tema de la “Vida eterna” según nos enseña la Escritura, no sólo es relevante para aquellos que ya vivimos más de la mitad de nuestra expectativa de vida, sino para todo ser humano sin importar su edad. Porque la vida eterna tiene que ver con tu vida ahora mismo.
Este mes estamos compartiendo algunas reflexiones respecto a nuestra relación con Dios por medio de Cristo. Y hemos visto que en Jesús encontramos gracia y gozo. Y hoy veremos que en Jesús encontramos también la vida…la vida eterna y abundante.
La Biblia describe a Jesucristo como la Palabra (el verbo) que se hizo carne, lo describe como el creador de todas las cosas. Y ahí en el versículo 4 del capítulo 1 del evangelio de Juan, dice: “En él estaba la vida”.
En los escritos del apóstol juan, la palabra vida normalmente se refiere al concepto de la Vida Eterna. Esta palabra “vida” o “vida eterna” es repetida numerosas veces en el evangelio e incluso constituye el propósito por el cual se escribió el evangelio de juan. Como dice el capítulo 20:30-31 RVC: 30 Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre.
El propósito de decir lo que se dijo en el evangelio es que las personas crean que Jesús es el Cristo, el Mesías, y al creer en el nombre de Jesús, tengan vida eterna. Así que Juan, tiene un especial enfoque en el concepto de la vida eterna.
Ahora bien, cuando pensamos en el concepto “Vida Eterna”, pensamos, primero en la palabra “vida”. Lo relacionamos con existir, andar, hablar, pensar, caminar, ser. Y luego pensamos en “eterna”. Es decir, sin fin, para siempre, que no se acaba, que está fuera del tiempo. Entonces, el concepto se hace muy atractivo porque ¿Quién no quiere vivir para siempre? ¿A quién le gustaría dejar de existir por completo? ¿Quién quiere envejecer y morir?
Todo lo contrario, hacemos todo lo posible por retrasar nuestra muerte. Muchos cuidan su salud, su nutrición, hacen ejercicio, se ponen todo tipo de productos que prometen retrasar lo que se quiere evitar. Entonces, vivir para siempre es algo muy atractivo.
Creo que he platicado en otras ocasiones cómo mi abuelita materna ya siendo una anciana de más de 80 años, estando ya confinada a su cuarto, imposibilitada de moverse por sí sola y estando bajo el cuidado constante de mi madre, doña soco, y su fiel ayudante Zenaida. Un día la abuelita se puso muy reflexiva acerca de la muerte y le dijo a Zenaida: “ ¡Ay Zenaida! Cuando tú y soco se mueran ¿Quién me va a cuidar?”
Creo que la abuelita tenía este sueño de inmortalidad y de la vida eterna definida según sus parámetros. Pero la Biblia cuando habla de Vida Eterna está hablando de algo mucho más profundo que sólo vivir para siempre. Mira lo que dice Jesús en el evangelio de Juan 17:3 RVC: Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. No se trata nada más de vivir para siempre, sino de tener comunión perfecta con Dios para siempre.
Recordemos que para los judíos el concepto de “conocer” es muy distinto al concepto de la mentalidad greco-romana. El concepto greco-romano de “conocer” tiene más que ver con el intelecto. Razonar o tener información acerca de algo o alguien. Pero para el judío, conocer es más que tener información, es tener relación, comunión, convivencia, unión relacional con alguien. Cuando digo yo conozco a Dios, según esta mentalidad, estoy diciendo yo tengo una relación personal, cercana, de amor con Dios.
Jesús dice entonces, que la vida eterna, es más que vivir para siempre. Es vivir en comunión perfecta con Dios para siempre. Es estar en una relación con Dios sin fin. Una vida llena de intimidad con Dios por los siglos de los siglos. Eso es la vida eterna.
Y por supuesto, esta vida eterna, esta comunión perfecta con Dios para siempre, generalmente, se visualiza en el futuro; es decir, cuando la historia del mundo termine. Ciertamente, la Escritura nos enseña que la vida eterna en su plena manifestación será experimentada en el futuro. Cómo nos enseña Romanos 6:20-22 NVI 20 Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia. 21 ¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los avergüenzan y que conducen a la muerte!22 Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.
Aquí se nos dice que en Cristo, ahora servimos a Dios habiendo sido liberados del pecado por su gracia. El fruto que cosechamos ahora es la santidad que nos está llevando hacia al vida eterna. Nos está llevando a esa realidad de estar en comunión con Dios para siempre, sin más distractores ni los estorbos que trae el pecado. Pero aún no estamos disfrutando de esa realidad plena. En ese sentido, la vida eterna es futura. En el sentido del pleno goce de una comunión perfecta con Dios sin ningún estorbo del pecado. La vida eterna, en ese sentido, es futura.
Ahora bien, el evangelio de Juan en particular, enfatiza algo de la vida eterna que es muy importante, e incluso novedoso. Juan enfatiza la experiencia de la vida eterna no sólo en el futuro, sino desde ahora en el presente. Se habla de la vida eterna como algo presente. Algo que se vive ya, que se experimenta ya, que se goza ya.
Miremos algunos ejemplos de esto:
Juan 6:47 RVC: De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
Miren el tiempo del verbo, es presente. No dice: tendrá la vida eterna cuando el fin del mundo llegue, sino que tiene, ahora, vida eterna.
Juan 10:10 RVC: El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Contrastando con el ladrón o el enemigo que lo único que quiere es arruinar la vida, matando, destruyendo y hurtando, Jesús ha venido para que tengamos vida y que la tengamos en abundancia. Esto es ahora mismo. Es una vida presente y abundante.
1 Juan 5:11-12 RVC: Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
La vida eterna es algo que Dios YA nos ha dado. Es algo que ya disfrutan los que tienen al hijo. Tener al hijo es tener la vida eterna…ya.
Entonces, la pregunta sería, ¿Cómo es que algo que es en esencia futuro ya podemos gozarlo en cierta medida en nuestra experiencia del presente? ¿Cómo es posible que esta comunión con Dios para siempre que es sublime e indescriptible pueda comenzar a gozarse de una vez en esta vida?
La respuesta que da Juan es algo sorprendente. Lo que enseña la Biblia es que la vida eterna futura ha irrumpido en el presente y se ha materializado en una persona. El Verbo (la Palabra) se hizo carne y habitó entre nosotros. “En él estaba la vida”. La Vida eterna que es una realidad futura se ha vuelto una realidad que se goza desde el presente y hacia el futuro eterno, gracias a la vida y obra y persona de Jesucristo.
La vida eterna es una persona. Mira lo que enseñan las escrituras:
1 Juan 1:1-2 RVC Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos referente al Verbo de vida, la vida que se ha manifestado, y que nosotros hemos visto y de la que damos testimonio, es la que nosotros les anunciamos a ustedes: la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos ha manifestado.
Juan habla de que sus ojos vieron la vida eterna, que sus manos tocaron la vida eterna, que sus oídos escucharon las palabras de la vida eterna. Esa vida eterna que estaba con el Padre (recuerdan…el verbo estaba con Dios y el verbo era Dios) y se ha manifestado. Está haciendo clara referencia a la persona concreta y real de Jesucristo. Jesucristo es la vida eterna que ha irrumpido a este mundo.
Por eso creer en Jesucristo es tener la vida eterna. Él es la comunión perfecta con Dios para siempre. Por medio de él tenemos comunión con el padre para siempre. Tenerle a él es gozar del amor de Dios del cuál nadie nos puede separar.
Por eso Jesús dice Juan 14:6: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
La vida eterna es Jesucristo, la comunión perfecta con Dios para siempre es él. No hay otro camino para llegar al Padre, sino sólo Jesucristo.
Jesús, se describe a sí mismo también como la resurrección y la vida. Mira cómo dice Juan 11:25 RVC: Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Ante la tumba de su amigo Lázaro declara estas palabras que traen esperanza a aquellos que algún día enfrentaremos la muerte. Jesús dice que él es la vida y que ni la muerte puede terminar con la vida que él da. Esto quiere decir que aunque el funeral se haya realizado y nuestro cuerpo haya sido llevado al cementerio, el que cree en Jesús, aún vive porque Jesús es la vida eterna que se comienza a gozar en el presente y continúa su vigencia hasta la eternidad. Ni aún la muerte aniquila la vida eterna en los que creen en Jesús.
Jesús dice también que él es el pan de vida. Juan 6:35 dice: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
El es la comunión perfecta con Dios que sacia el alma y nos deja cautivados por el amor de Dios. Apaga nuestra sed y no hay nada más que pueda saciarnos después de tenerle a él. Nada sacia esa sed y hambre que tienes, sino sólo Jesucristo, la vida eterna encarnada.
La vida eterna es una realidad que se gozará plenamente en el futuro, pero es una realidad que comenzamos a gozar desde el presente porque la vida eterna vino a la tierra y a nuestras vidas en la persona de Jesucristo. El que tiene a Jesús, tiene la vida eterna. Puede gozar de comunión perfecta con Dios para siempre comenzando desde ahora en esta vida de dificultades, problemas y muerte. Los que creen en Jesús tienen el mayor tesoro: lo tienen a él, la vida eterna.
Si crees que Jesús es el hijo de Dios, el Cristo, el Salvador, el camino, la puerta, el pan de vida, la resurrección y la vida, si crees que Jesucristo es el Señor, la promesa de Dios, entonces, es que tienes vida eterna. Y la Escritura es clara al decirnos que podemos tener evidencias en nuestras propias vidas de que hemos recibido y gozamos ya de la vida eterna.
En 1 Juan 3:14-16 En esto sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida: en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en la muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y ustedes saben que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. Así también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.
Si la vida eterna es una realidad en tu vida y en mi vida, entonces se debe mostrar con la evidencia del amor al prójimo. La comunión con Dios para siempre por medio de Jesucristo, la comunión vertical con Dios, se muestra evidentemente en la comunión horizontal con el prójimo. ¿Y quién es tu prójimo? ¿Ese niño hambriento que vive en un continente al otro lado de mundo? Claro que sí. Pero aun más, la persona que tienes a lado, el cónyuge con el que despiertas cada mañana, el compañero de trabajo y recreación, tus padres, tus hijos, tus vecinos, tus hermanos de la iglesia, tus conciudadanos.
La manera de ver si tienes vida eterna, los signos vitales de la vida eterna en ti, es qué tan rápido late tu corazón para tener compasión por los demás; que tanta agilidad tienen tus manos para servir, qué tanta paciencia tienen tus oídos para escuchar a los demás, qué tanta agudeza tienen tus ojos para percibir la necesidad de los demás, qué tanta facilidad tiene tu boca para edificar al hablar, que tan presurosos son tus pies para acercarte al que necesita de ti.
Les comento que en las próximas semanas una manera en la que tendremos de compartir esa vida eterna y abundante que tenemos en Cristo será un proyecto que viene por iniciativa del Ministerio de varones pero que se hace extensivo a toda la iglesia en sus tres sedes. El proyecto se llama: NaviDAR. Y consiste básicamente en que tú y tu familia puedan compartir el sábado 22 de diciembre un tiempo especial con una de las 50 familias de un comedor comunitario del sur de la ciudad.
Esa noche podrás compartir una cena con ellos y dejarles un regalo especial (que será un vale por un pavo) para que esa familia pueda celebrar en las fiestas decembrinas. Al término de los cultos puedes acercarte al módulo del ministerio de varones por más información de cómo participar con tu familia.
Esta tan sólo es una de las miles de oportunidades que tenemos todos los días para compartir esa vida eterna y abundante con nuestro prójimo.
En fin, la vida eterna, que es una realidad que experimentaremos plenamente en el futuro, ya es una realidad presente en nuestros corazones por la persona y obra de Jesucristo, el verbo encarnado, y que se hace evidente y concreta en la vida diaria cuando amamos en vez de odiar, cuando perdonamos en vez de vengarnos, cuando pagamos bien por mal, cuando le damos el mejor lugar a alguien más, cuando preferimos honrar en vez de burlar, cuando damos en vez de quitar, es decir, cuando amamos como hemos sido amados por el Padre.
La vida eterna en ti, no se puede esconder, sino se manifiesta en actos y palabras de amor al prójimo, porque en ti habita el amor de Dios que es Cristo Jesús, la vida eterna.
Este es un tiempo para celebrar a Jesucristo, el verbo que se hizo carne y en quien está la vida eterna. Fijemos nuestros ojos en Jesucristo y vivamos la vida eterna amando al prójimo desde hoy y hasta que estemos en la eternidad para la gloria de Dios.