Summary: Cuando consideramos la misión de la iglesia, hacer discípulos a través de relaciones significativas, no es difícil entender cómo la timidez puede atrofiar el cumplimiento de la misión.

Serie: No Más Excusas

Charla: ¡Qué Oso!

Texto Principal: 2 Timoteo 1:7

15 marzo 2015

Introducción

Vídeo Bumper: Invitaciones de Dan Stevers

Vídeo: Momentos Vergonzosos

Cada uno de nosotros hemos vivido momentos vergonzosos. Recuerdo una vez cuando era adolescente. Estaba jugando baloncesto con mis amigos. Tenía puesta una sudadera y me estaba causando calor. Entonces, decidí quitármela para jugar solamente con la pantaloneta que tenía puesta debajo. Ustedes pueden imaginarse lo que me pasó. Me quité la sudadera y todos comenzaron a reírse y a burlarse de mí. Sin saber, me había quitado la pantaloneta con la sudadera. Claro, me puse rojo. Pero eso empeoró la cosa porque comenzaron a decirme que mi rostro era del mismo color que mis calzoncillos. ¡Que Oso!

Todos nosotros podemos recordar momentos cuando la frase ¡Que oso! es muy apropiada. Cosas que hemos dicho. Cosas que hemos hecho. Me imagino que también recordamos cosas de nuestras vidas que realmente nos dan vergüenza, y no la clase de vergüenza que solamente nos da oso, que nos pone rojos, o cuando decimos “que pena,” me refiero a vergüenza. Cosas que no queremos que otras personas se enteren. Tristemente, a veces esa vergüenza llega a nuestro andar como seguidores de Cristo. A veces nos da vergüenza proclamar nuestra fe en Jesús.

La semana pasada dijimos que a veces decidimos no compartir con otros porque nos da miedo. No sabemos cómo va a reaccionar la gente. Entonces, no compartimos nuestra fe. Pero, lo que aprendimos es que “…Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder…” 2 Timoteo 1:7. Podemos vencer el miedo porque el Espíritu Santo nos acompaña y su acompañamiento nos llena con el poder de ser testigos. Jesús dijo, “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos…” Hechos 1:8. Ese poder específicamente nos ayuda a obedecer el mandato de Jesús de hacer discípulos de todas las naciones.

“…Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía…” La Reina Valera traduce el término griego, deilia, como cobardía, mientras la Nueva Versión Internacional usa la palabra timidez. “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez…” Las dos traducciones son correctas porque el término original encaja los dos significados. La semana pasada nos enfocamos en la cobardía. Hoy vamos a estudiar las implicaciones del significado del término timidez. En el español, la timidez es la falta de seguridad en uno mismo o la dificultad para hablar en público o relacionarse con otras personas.

Cuando consideramos la misión de esta iglesia (Conbiba norte), hacer discípulos a través de relaciones significativas, no es difícil entender cómo la timidez puede atrofiar el cumplimiento de la misión. Queremos invitar a las personas que estamos acompañando en la vida a que sigan a Jesús, que sean sus discípulos como nosotros. La idea es estar al lado de, compartiendo la vida, la vida cotidiana. La idea es ser intencional con nuestro tiempo, con nuestros recursos para que podamos mostrarles a Jesús. Significa que tenemos que dejar de dar excusas como ¡QUE SUSTO! O en el caso de la charla de hoy, ¡QUE OSO!

I. ¡QUE OSO!

A. La semana pasada miramos la historia de los apóstoles en Hechos 4. A pesar de amenazas muy fuertes, Pedro y Juan declararon que no podían dejar de hablar de lo que habían visto y oído (Hechos 4:20). ¿Por qué no podían dejar de hablar de Jesús? Porque estaban convencidos que Jesús es el Salvador. Dijeron, “De hecho, en ningún otro [nombre] hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.” Hechos 4:12. ¿Qué dices tú? ¿Crees que existe otro nombre que nos puede salvar? Me imagino que me dirías, “¡Que no! No hay otro nombre que nos trae salvación. Sólo podemos encontrar salvación en Jesús.” Si eso es lo que creemos, ¿por qué nos da tanto oso compartir con otros esa esperanza que tenemos? En serio, ¿por qué nos da vergüenza invitar a otros a que sigan a Él que nos salvó?

B. Estas son algunas excusas que pueden surgir. “Si comparto el evangelio con Fulano, ¿qué va a pensar de mi? Voy a sentirme muy bobo si le digo que soy cristiano. Voy a sentirme muy tonto si abro la Biblia. No voy a poder actuar normal con él. Si lo invito a la iglesia, va a creer que yo soy una persona muy religiosa. Ya no me va a invitar a rumbear como antes.”

C. ¿Les puedo decir algo? Esta forma de pensar es muy egoísta. Si abro mi boca, me dará vergüenza. Si abro mi Biblia, me dará pena. Si abro mi vida, me dará oso. No quiero relacionarme con los demás porque soy tímido. ¡No! Les digo que cuando actuamos así, estamos siendo egoístas. Si decimos que conocemos a la única persona que puede ofrecer salvación eterna, y no la compartimos por oso. Eso es egoísmo. Pero lo chévere es que “…Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino…de amor.” 2 Timoteo 1:7.

II. ¡QUE AMOR!

A. Si conoces a Cristo, Dios ha puesto en ti el Espíritu Santo. Ese acompañamiento te da la valentía para ser testigo como dice Hechos 1:8, pero además te llena con el amor que necesitas para responder con compasión. No necesitamos sentir vergüenza porque el amor que tenemos por los que no conocen a Jesús es superior. El amor que Dios nos mostró rompió todas las barreras, construyó el puente para que pudiéramos ser adoptados en la familia de Dios. Esto es el mismo amor que recibimos. Esta “…esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” Romanos 5:5, RV60. Ese amor es lo que necesitamos para cumplir el mandato de hacer discípulos. Sí, Dios nos dio el poder, pero ese poder está cubierto en su amor.

B. Ese amor es nuestra motivación para quebrar barreras, crear lazos y construir puentes con personas. Ese amor nos empuja a formar relaciones significativas en nuestros barrios, donde pasamos tiempo, donde hacemos mercado, donde la pasamos rico con la familia en el parque, donde queda nuestra iglesia. Ese amor fue lo que conmovió a Dios para que enviara a Jesucristo. “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito…” Juan 3:16.

C. Ese amor nos impulsa a tomar riesgos y a confiar en el poder que Dios nos ha dado. No importa lo que nos puede pasar, cómo nos van a ver, cómo van a reaccionar. No importa si me siento bobo. Si Dios estuvo dispuesto a atravesar y correr el riesgo, yo también debo hacerlo.

D. Necesitamos ser discípulos de Jesús que hacen discípulos de Jesús. Esta mañana quiero darte tres motivaciones para que personalices Mateo 28:19. “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones…” Mateo 28:19.

1. Dios te AMA. Estás aquí hoy no por iniciativa tuya, sino por el amor y gracia de Dios. El hecho de que Dios te ama debe moverte. Recuerda que “Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.” 1 Juan 4:19. Fue Dios quien orquestó los eventos en tu vida para que lo conocieras. Fue Dios quien puso a las personas en tu camino para que confiaras en Él. Dios corrió el riesgo contigo. ¿Crees que valió la pena?

2. AMA a Dios. Nuestra obediencia a Dios debe fluir de un corazón que ama a Dios. Por eso Jesús, cuando un señor le preguntó cuál era el mandamiento más importante, le dijo, “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. 38 Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.” Mateo 22:37-38. Por el gran amor que nos demostró, deberíamos tener el anhelo de obedecerle. Jesús dijo, “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.” Juan 14:15.

3. AMA a tu prójimo. Jesús continuó diciendo al señor que “El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” 40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.” Mateo 22:39-40. ¿Quién es tu prójimo? La persona que está al lado tuyo en cualquier momento. Juan dijo, “En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor…” 2 Juan 1:6. O sea, el amor que hemos recibido debe ser evidente en nuestras vidas en cómo interactuamos con otros.

Conclusión e Invitación

Si nosotros estamos convencidos que Jesús es la respuesta ¿por qué estamos dispuestos a dar tantas excusas por no compartir con otros el único nombre que los puede salvar? Decimos, “¿Tengo que hacer qué? Oh, no. ¡Que oso! Soy tímido. No puedo.” En serio. Menos mal que la persona que fue clave en tu viaje de conocer a Jesús no dejó que el oso la detuviera. No dejes que tus sentimientos de egoísmo te paralicen a compartir tu fe con otras personas.

Tal vez, me dices, “La verdad, es mi vida que me da vergüenza. Por eso, no invito a otros a que sigan a Jesús.” No es una buena excusa. Puede ser la verdad, pero no es una excusa. Necesitas pedir perdón a Dios, arrepentirte de tu rebelión contra Dios y luego obedecerlo. ¡¡¡NO MAS EXCUSAS!!!

“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio. 8 Así que no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor…” 2 Timoteo 1:7-8.