Introducción
De ayer hace ocho días mis hijos y yo tuvimos que presentar examen en nuestra academia de Taekwondo. El examen consta de varios diferentes elementos que demuestran el avance íntegro del taekwondista. Incluye formas, patadas, combate, rompimiento de tablas, terminología en coreano e incluso hay un examen escrito sobre teoría: la historia de Taekwondo, la historia de Taekwondo en Colombia y otras cosas. En general nos fue bien, sin embargo el área al que casi no le dedicamos tiempo en clase era la parte teorética. Al final del examen práctico, recibimos el examen escrito. Nos dimos cuenta que habían varías preguntas que nunca tratamos en clase. Obviamente, no pudimos contestar dichas preguntas. Después de entregar los exámenes, Nicole y yo entramos al vestuario. En seguida, mi hija comenzó a quejarse. Me imagino que pueden adivinar lo que dijo… “¡Eso no fue justo!” ¿Sus hijos han dicho eso? Jóvenes, ¿que opinan, han dicho eso? Y cuando los niños dicen eso, a menudo la respuesta de los papás es “La vida no es justa.” Es un sentimiento muy común y no solamente en niños y jóvenes. Los adultos también se quejan de la injusticia en sus vidas y en el mundo.
Cuando experimentamos la vida injusta, muchas veces le reclamamos a Dios. Lo cuestionamos preguntando: ¿Por qué permitiste que perdiera mi trabajo? ¿Por qué permitiste que mi mamá muriera o que mi primo falleciera? ¿Por qué dejaste que mi hija se rebelara? ¿Por qué Tú hiciste eso Dios? ¡Abusivo!
Cuando leemos las noticias, le gritamos a Dios como si El fuera culpable. ¿Por qué hay tanta pobreza? ¿Por qué hay tantos catástrofes naturales? ¿Por qué hay tanta guerra? ¿Por qué hay tanta maldad?
El mundo gime que Dios es abusivo. Y no ayuda cuando sus propios seguidores hacen lo mismo cuando tragedias inexplicables invaden sus vidas. Si Dios es justo, ¿por qué no corrige la injusticia en el mundo? Si Dios es justo, ¿por qué parece que el inocente sufre y el malvado prospera? Dios le da pan al que no tiene dientes.
¿Por qué parece que Dios es abusivo o injusto? Mientras procesas el dolor en tu vida y en las vidas de los de tu alrededor, es posible que haces la misma pregunta. Tal vez oraste que Dios mejorara una situación, pero sólo empeoró. O de pronto formaste a tu hija de la mejor manera que podías, pero sigue alejándose de Dios. Tal vez has estado buscando una razón detrás del sufrimiento y ahora está afectando tu fe.
¿Dónde está Dios cuando la vida no es justa?
I. Dios está presente en medio del dolor
A. A Dios le importa lo que nos pasa porque siente nuestro dolor. Cuando nos duele, le duele. Acuérdate que Dios experimentó al mundo como un hombre cuando Jesús vino; Él entiende lo que nos pasa. Siente empatía con nosotros porque comprende muy bien el dolor y el sufrimiento de este mundo. Mateo 9:36 expresa la compasión que Jesús tenía cuando vio a las personas angustiadas, confundidas, desamparadas y abandonadas. Mateo 9:36 NVI, “Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor.” La palabra “compasión” en el idioma original significa “sentir profundamente si fuera desde las entrañas.” Jesús sentía profundamente, desde las entrañas, el dolor de las personas que lo rodeaban.
1. Cuando vio a las personas con enfermedades, respondió con la misma compasión. Mateo 8:2-3 NVI, “2 Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo. 3 Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio! Y al instante quedó sano de la lepra.”
2. Hay que entender muy bien la condición de las personas con lepra. Primero, creían que la lepra era una enfermedad muy contagiosa. Por lo tanto, tenía mucho estigma social. En aquel tiempo, no dejaban que las personas con lepra interactuaran en la sociedad. Tenían que vivir fuera de la muralla de las ciudades. Cuando alguien sano se le acercaba a un leproso, el leproso tenía que avisarle gritando ¡Sucio, Sucio! para que el sano evitara contraer la enfermedad. Vivían sus vidas sin sentir la compasión de los demás, sin sentir un abrazo.
3. Se dieron cuenta que hizo Jesús. El leproso se le acercó. Jesús se quedó. No intentó escaparse. Se quedó. Habló con el. Y Jesús extendió la mano, tocó al hombre y le quitó la lepra. Esa es la compasión de Jesús. En medio del dolor estuvo presente.
B. Necesitamos entender que Dios siempre se sentía así. Aún en el Antiguo Testamento antes de enviar a Jesús, cuando Dios hablaba con Moisés en el Monte Sinaí, le proclamó quién era. Dice en Éxodo 34:6-7 NVI, “El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, 7 que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado…” El término “compasivo” en el idioma original proviene de la palabra “vientre.” La compasión de Dios viene de la profundidad de su ser. De veras, cuando te duele el corazón, le duele a El también. Cuando sufres una pérdida, Él sufre contigo. Él está presente en medio de tu dolor. Realmente Dios es bueno, no abusivo.
II. Dios Es Bueno y Sólo Dios
A. Dios no es una persona finita. Es totalmente independiente de la creación. Él es el creador de todo lo que existe. El tiempo no le impide porque no tiene comienzo y tampoco fin. Por lo tanto, no podemos tener la expectativa de entender completamente el punto de vista de Dios, especialmente cuando se refiere al sufrimiento y el dolor. Sin embargo, podemos examinar lo que sabemos de Dios y de nosotros. Frecuentemente creemos que el dolor que sufrimos es injusto. Decimos, “Soy una buena persona. No merezco nada de esto.” Pero hay un problema grande con esa defensa. No soy bueno.
1. La Biblia nos enseña que “10 No hay ni un solo justo, ni siquiera uno….11 Todos se desviaron…No hay ni uno que haga lo bueno, ni uno solo…23 Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios” (Romanos 3:10, 11, 23).
2. Dios es el único bueno. Aún Jesús lo proclama en Marcos 10:17-18 NTV, “Cuando Jesús estaba por emprender su camino a Jerusalén, un hombre se le acercó corriendo, se arrodilló y le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? 18 —¿Por qué me llamas bueno? —preguntó Jesús—. Sólo Dios es verdaderamente bueno.” Jesús básicamente dijo que no podemos depender de nosotros mismos para heredar la vida eterna. No somos capaces. Sólo Dios es verdaderamente bueno.
3. Hemos quebrantado la ley de Dios. No nos podemos declarar buenos ni justos porque somos culpables y merecemos el castigo. Merecemos el sufrimiento. La primera parte de Romanos 6:23 dice, “La paga del pecado es muerte…” Merecemos la muerte. Pero el versículo no se termina con eso, sigue diciendo, “pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor” (NTV).
B. ¡Gracias a Dios no siempre recibimos lo que merecemos!
1. Por nuestro pecado alguien tuvo que morir. Por lo tanto, envió a Jesús. En un acto “injusto” (Digo injusto porque Jesús no merecía el castigo. Pero realmente era un acto supremamente justo, porque cumplió el requisito del pecado), tomó su propio Hijo y le puso encima todo nuestro pecado y Jesús sufrió todo el juicio que nosotros merecíamos.
2. A través de su gran compasión, misericordia y gracia, Dios nos ofrece salvación. En realidad, Dios no esta obligado a ser compasivo con nadie por el pecado y por su rebelión, sin embargo por su misericordia y gracia escogió no ejercer su justicia sobre los que han confiado en Cristo.
3. Por eso el salmista declara en el Salmo 103:10-12, “No nos castiga por todos nuestros pecados; no nos trata con la severidad que merecemos. 11 Pues su amor inagotable hacia los que le temen es tan inmenso como la altura de los cielos sobre la tierra. 12 Llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente.”
Invitación y Conclusión
Es posible que en este momento estás sufriendo. Sientes mucho dolor y no sabes que hacer. Yo quiero invitarte a que te arrodilles dónde estás y que le entregues ese dolor a Dios. Que descanses en la verdad que está presente en el medio de tu dolor. Le duele contigo. Entiende tu sufrimiento. Te está extendiendo la mano. Cójala. Recuérda la compasión que Jesús mostró al leproso. Te la demuestra con la misma profundidad. Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. (Salmos 46:1 NVI)
Tal vez, llegaste hoy y nunca has escuchado esa historia de amor, lo que Jesús hizo por ti. Sólo te has enfocado en la injusticia que ves en el mundo. Y nunca te has dado cuenta del profundo amor de Cristo que le empujo a morir por esa injusticia. Hoy Jesús te extiende la mano y quiere que la cojas por primera vez. Hay alguien aquí que nunca ha experimentado esa compasión, pero quiere hoy? Te pido que levantes la mano si quieres que alguien te muestre.
¿Ahora qué?
Esta semana queremos que pienses en la profunda compasión que Dios te ha mostrado en tu vida. Haz una lista (larga y detallada) de todas las cosas que Dios ha hecho que demuestran su compasión hacía ti.