Intro. Este mes hemos estado explorando distintas imágenes que encontramos en el evangelio de Juan respecto a Jesucristo. En particular, hemos tomado el capítulo 1 del evangelio respectivo. Así hemos visto cómo se describe a Jesucristo como la Palabra (el verbo), como el creador, la vida eterna, la luz, Dios encarnado, y ahora, este último domingo del año nos toca hablar de Jesucristo como la plenitud de gracia de Dios.
Cuando pienso en gracia, no puedo evitar pensar en una historia autobiográfica que mi padre nos contó (y quizá he relatado en alguno otra ocasión aquí). Mi papá nació en un hogar muy pobre. El abuelito era albañil y la abuelita tenía que lavar ajeno para completar el gasto familiar. Mi papá cuenta que a veces iba a la escuela descalzo porque no había dinero para comprar zapatos. Pero mi papá, como todo niño, también era travieso.
Al salir de la escuela pasaban por una finca que tenía muchos árboles de mangos. Así que los niños brincaban la barda y robaban los mangos de aquella finca. El dueño varias veces los descubrió e hizo todo lo que pudo por ahuyentarlos. Un día, ya cansado, el dueño al sorprenderlos, sacó su escopeta y dio dos tiros al aire. Eso fue un buen escarmiento para los niños y ya no regresaron a robar mangos.
Pasó el tiempo y mi papá terminó la primaria, la secundaria y la prepa y su deseo era estudiar medicina. El abuelito le dijo que él no tenía mucho dinero con qué ayudarlo, pero que tenía a un amigo que podía apoyarlo con sus libros. Así que fueron a ver al amigo. Cuando mi papá vio de quién se trataba se quería morir…era el dueño de la finca donde solía robar mangos en el pasado.
El hombre escuchó y se quedó mirando a mi papá y dijo: “Este joven en el pasado me dio muchos dolores de cabeza pero ahora veo que quiere hacer algo con su vida…vamos a ayudarlo”. Mi papá estudió la carrera de medicina con libros comprados con el apoyo de este hombre. Recibió algo que no merecía, recibió gracia.
Aunque esta es una historia de gracia en el plano humano. La gracia de Dios, de la cual nos habla la Biblia, es algo mucho más profundo y maravilloso.
Cuando hablamos de gracia divina ¿de qué estamos hablando? Gracia es el atributo del ser de Dios por el cual nos da toda bendición, no porque las merezcamos, sino porque Él se complace en dar con amor y para su gloria.
Cuando Dios da algo por gracia, entonces podemos encontrar las siguientes características:
• Dios asume la cuenta.
• No tenemos mérito alguno para obtenerlo. (limones)
• No lo merecemos.
• No tenemos ni el más mínimo espacio para la jactancia.
• La gloria es para Dios.
Entonces, la gracia de Dios es algo muy particular y especial. La Biblia nos habla de este Dios de gracia tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Y Juan 1:14 nos dice: Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (BLA).
Estas son realmente buenas noticias. El Verbo se hizo carne. La tercera persona de la trinidad tomó para sí una naturaleza humana. Y en realidad, pudo haber escogido encarnarse para ser el juez y el brazo ejecutor de la justa ira de Dios.
Si ese hubiera sido el caso, justamente todos hubiéramos sido hallados culpables delante de él y sentenciados al castigo eterno. Pero no se hizo carne de esa manera. El verbo, el hijo, aquel que es Dios, se hizo carne para revelar la gloria divina que está llena de “gracia y de verdad”.
De lo que estaba lleno el verbo, el hijo, la luz, la vida, era precisamente, de gracia y de verdad. Esto era lo que rebozaba de su interior…gracia y verdad.
Por eso, el evangelio rebosa de la gracia de Dios. Son las buenas noticias de la gracia de Dios en Jesucristo. El verbo se hizo carne para traer la realidad de la gracia de Dios a nosotros. La palabra encarnó lleno de la gracia. Esa gracia lo llevó directo a la cruz. Se hizo carne para morir. Tenía que ser un verdadero humano para que su sacrificio fuera realmente sustitutivo. La cruz es donde la plenitud de la gracia se muestra con mayor claridad. Lo que llenaba al hijo cuando se encarnó era la gracia de Dios.
Juan sigue diciendo en el versículo 16: Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia.
Todos hemos recibido algo de la plenitud del verbo encarnado. Todos hemos recibido algo de lo que lo llenaba al encarnarse. ¿Qué es eso que hemos recibido? GRACIA.
Hemos recibido amor inmenso, inmensurable; bendición indescriptible totalmente inmerecida. Hemos recibido en Jesucristo aquello que rebozaba de su interior hacia afuera…Su gracia.
Pero Juan nos aclara algo más. Esa gracia que recibimos de Su plenitud, es gracia sobre gracia. ¿A qué se refiere?
En el el siguiente versículo nos lo aclara: 17 Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo.
Juan menciona Moisés a y su mediación para traernos la ley de Dios. Esa es la primera gracia. Algunos pensamos que la ley de Dios y la gracia se contraponen, pero no es la enseñanza de la Biblia. La ley fue traída como una muestra de la gracia de Dios. Sin merecerlo, nos dio sus estatutos para que vivamos bien, para que gocemos de paz y bendición. La ley fue traída por gracia.
Pero el problema está en que somos pecadores. Y en vez de usar la ley para deleitarnos en ella y en Dios, la comenzamos a usar como medio para “merecer” o “comprar” el favor de Dios. Empezamos a usar la ley de Dios para condenar al prójimo, para autojustificarnos y ser inmisericordes con los demás. La ley en manos de corazones pecaminosos se vuelve un arma de condenación y autojusticia, en vez de las buenas noticias que debieron ser.
Moisés trajo la primera gracia, la ley. Pero Juan nos aclara, sobre esa gracia, Dios nos trajo en el verbo encarnado, nos trajo la plenitud de su gracia. Nos trajo “gracia sobre gracia”, y agrega: la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo.
Jesucristo es buenas noticias de la gracia de Dios. Jesucristo es gracia sobre gracia. Esa gracia que busca y transforma. Esa gracia que convierte a pecadores condenados en hijos de Dios que vivirán para siempre. Esa gracia que toma a los esclavos del pecado y rompe sus cadenas para que adoren libremente al Dios eterno. Esa gracia que convierte matrimonios divididos en matrimonios florecientes. Esa gracia que reconcilia a los enemigos para llegar a ser hermanos para siempre. Este es Jesucristo, la plenitud de la gracia de Dios.
Juan concluye en el versículo 18: 18 Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer.
Moisés, quien trajo el anticipo de la gracia, tuvo el privilegio de hablar con Dios cara a cara, pero nunca pudo verlo sino sólo apenas por la espalda cuando pasó junto a él. Por eso Juan dice, nadie ha visto jamás a Dios. Pero luego, agrega que el hijo unigénito de Dios, que está en lo más íntimo con el Padre, él le ha dado a conocer. Conocer al hijo es conocer al Padre. Conocer al hijo es conocer la gracia del Padre.
Aunque no hemos visto jamás a Dios, al conocer a su hijo Jesucristo, podemos experimentar verdadera relación con Dios para siempre por medio de él. Si quieres conocer la gracia del Padre, debes conocer al Hijo de Dios primero. Sólo aquellos que conocen por medio de la fe al Hijo, pueden tener ese privilegio de ser llamados hijos de Dios.
Y esto de ser hijo de Dios no es algo que se merece, se logra con esfuerzo, o se compra. Sino es una obra de la gracia de Dios en Jesucristo. Como dice Juan 1:12 Y 13: 12 Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre,13 que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.
No es del que lo logra por esfuerzo o por empeño, o por obras personales, sino este nacimiento como hijo de Dios es por la pura decisión y voluntad de Dios. Una decisión de gracia divina en tu vida y en mi vida.
El verbo se hizo carne y lo que rebosaba de su interior, su plenitud era gracia…y gracia sobre gracia. La gracia es central en la vida, obra y persona de Jesucristo. La gracia debe ser central para nuestras vidas también.
Si nos visitas por primera vez y apenas estás escuchando acerca de este Dios maravilloso y de gracia, y te gustaría saber más acerca de él, te animo a que asistas a una plática que le llamamos “Punto de Partida” que ofrecemos los domingos a las 10:30am. Dios, es diferente a como te lo habías imaginado. Es un Dios de buenas noticias y que te creó para que tengas una relación real y vibrante con él.
Si ya estás en una relación creciente con Cristo, hay varias aplicaciones para nosotros:
• Cree que Dios te ha amado, te ama y te amará en Cristo para siempre. Eres su hijo, justificado y adoptado por gracia. Esta es tu nueva identidad.
• Vive agradecido a Dios por su gracia para contigo. Que tu empeño por agradar a Dios y obedecer su palabra siempre venga motivado por la gratitud en tu corazón. Vive la vida cristiana obediente como una respuesta al gran amor que has recibido de parte de Dios.
• Cuida tu corazón de orgullo personal o vanagloria. No eres mejor que los demás. Lo que hace la diferencia en tu vida es la gracia que Dios. Por la gracia de Dios eres lo que eres. La jactancia y el orgullo personal quedan aniquilados por la gracia de Dios.
• Comparte con entusiasmo y entrega el mensaje de la gracia a Dios con las personas que te rodean. Comunica las buenas noticias del amor de Dios demostrado en la Cruz del calvario. Que tu gozo sea ver a las personas entrar a una relación viva y creciente con Cristo.
• Ocúpate en las buenas obras que Dios ha preparado para ti y que son claramente enseñadas en la Escritura.
El verbo se hizo carne y vimos su gloria, lleno de gracia y de verdad. Esta es la realidad que pueden experimentar los que conocen a Jesucristo. Si estás en Jesús, vives disfrutando de la gracia de Dios que te impulsa a vivir para su gloria para siempre.