Intro: En una ocasión que nos encontrábamos en Cancún visitando como familia a mis suegros, fuimos a un centro comercial a caminar y pasear. Estando allá, se nos acercó un promotor turístico ofreciéndonos un paseo a Isla Mujeres. El paquete familiar incluía transportación a la isla con desayuno, deportes de agua, almuerzo buffet y dos niños gratis. La verdad, se oía una buena propuesta por el precio que nos ofrecían. Así que después de pensarlo un poco, compramos el paquete para usarlo al día siguiente.
Ese día comencé a pensar en ese tiempo familiar con entusiasmo. Y la verdad, no dejaba de sorprenderme que disfrutaríamos todo lo que me ofrecían por la cantidad que habíamos pagado. Llegó el momento y con muchas expectativas nos dirigimos al embarcadero. La primera sorpresa fue que el desayuno prometido consistía en un platito de fruta picada, un pan dulce y un jugo que nos dieron al subirnos al barco.
Al llegar a la isla, los deportes acuáticos consistían en un cayac por el cual tenías que esperar turno por un rato muy largo para poder usarlo. Pensé, al menos, el almuerzo será buffet. Al dirigirnos al comedor para almorzar, el buffet consistía en un guisado de pollo o de res y pasta o arroz. Y como la fila era tan larga para volver a pasar por más comida que te desanimabas de hacerlo, a parte que fue un poco problemático encontrar donde sentarse para comer.
En fin, ¿Por qué cuando recuerdo este evento no recuerdo el tiempo que pasé con mis hijos y mi esposa? ¿Por qué lo único que salta a mi mente es el sentimiento de frustración que experimenté?
En realidad, no pagué mucho dinero, el paseo no fue nada desagradable, la comida estaba buena y cumplía su propósito, el día fue hermoso y soleado, el tiempo familiar fue memorable, entonces, ¿cuál fue el problema? MIS EXPECTATIVAS. Yo tenía una idea muy distinta de lo que sería este viaje y cuando la realidad no correspondió a la idea que yo tenía, entonces lo juzgué como desagradable y frustrante. Las expectativas que tenemos de las cosas suelen marcar nuestra evaluación de las mismas.
Algo parecido nos puede ocurrir en nuestra relación con Dios. De acuerdo con nuestras expectativas de lo que Dios está haciendo o debería hacer en nuestras vidas será nuestra evaluación de nuestras propias vidas en relación con Dios. Es decir, si yo me imagino que una vida con Dios en esta tierra debe ser como un “todo incluido”, entonces me sorprenderé o frustraré cuando el “bufete” que me imaginaba no corresponda con mi realidad. Si yo pensaba o tenía la expectativa de que Dios es como el “genio” de la lámpara, que está para concederme mis deseos, entonces me frustraré, enojaré o desanimaré cuando no se cumplan mis anhelos.
Quizá hoy mismo hemos llegado a este lugar con una especie de “decepción” porque Dios no parece estar haciendo lo que se supone que es su trabajo. Como que Dios, se está haciendo “al mismo” en cierta circunstancia de nuestra vida, o está cayendo en “incumplimiento” del contrato. Y pensamos, “no se supone que yo deba estar en esta circunstancia y mucho menos ahora que estoy en una relación creciente con Cristo y estoy más cerca de Dios (o tratando de estar) que lo que he estado en otro tiempo en mi vida”.
Por todo esto, se hace de vital importancia tener una clara perspectiva y correcta expectativa de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas, para vivir y procesar todos los sucesos, circunstancias y eventos con unos lentes bíblicos, correctos y santos que nos lleven a un crecimiento en nuestra relación con Cristo.
Por eso, es importante preguntarnos ¿Qué es lo que Dios quiere completar, cumplir o lograr en nuestras vidas? ¿Cuál es la meta que Dios tiene para tu vida y mi vida? ¿Hacia donde nos está conduciendo Dios? ¿Cuál es su compromiso contigo y conmigo que estamos en una relación creciente con Cristo?
Para responder a esta pregunta importante y tener expectativas correctas debemos acudir a un pasaje muy conocido de la Escritura: Romanos 8:28-29.
Romanos 8:28 (RVC) dice: Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito.
Este es uno de los versículos más usados para dar aliento a las personas que están pasando por dificultades. Es muy apropiado para dar ánimo cuando alguien está en el hospital, o está atravesando alguna dificultad económica, laboral o escolar, cuando hay algún problema relacional y asuntos semejantes. Solemos decirle: “Mira, no te preocupes, confía en el Señor porque ha prometido que todas las cosas, inclusive esta situación, al final de cuentas, redundará para tu bien, dado que tu amas a Dios”.
¡A cuantas personas esta verdad ha traído nuevos alientos y fortaleza en momentos de dificultad! Es una gran verdad de la Palabra de Dios: Todas las cosas que te ocurran serán dispuesta por Dios para tu bien…todas las cosas, incluso las feas, las desagradables, las frustrantes, las indeseables, los horribles, las destructivas, las engorrosas…en fin…todas las cosas.
Pero hay algo más en estos versículos que a veces pasamos inadvertido. Lamentablemente dejamos de leer en el versículo 28 y raras veces leemos con detenimiento el siguiente versículo, el versículo 29 de Romanos 8. Y Romanos 8:29 es clave para entender porqué razón Romanos 8:28 es una realidad infalible en nuestras vidas.
Dice Romanos 8:29 (RVC): Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que sean hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Fíjense cómo empieza el versículo 29, con la palabra “porque”. Es decir, esto es clave para entender que el versículo 29 nos va a decir la razón por la que Romanos 8:28 (el versículo anterior) es una realidad en la vida de los que aman a Dios. Romanos 8:29 nos dice porqué todas las cosas redundarán en el bien de los que aman a Dios. ¿Y cuál es esa razón?
Aquellos que aman a Dios, aquellos que fueron llamados conforme al propósito de Dios, aquellos que fueron conocidos de antemano por Dios, han sido predestinados para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo. Es decir que Dios tiene el propósito principal de transformarnos a semejanza de Jesús.
Esta es la respuesta principal que debe regir nuestra perspectiva de Dios y nuestras vidas. Este el filtro por el cual interpretar lo ocurre a nuestro alrededor. Ante la pregunta ¿Qué está haciendo Dios en mi vida? ¿Qué tienen que ver estas circunstancias con mi relación con Dios? ¿Cuál es el propósito de que esté yo inmerso en estas situaciones que quizá no me son agradables ni deseables? ¿Cómo puede ser que una circunstancia como ésta pueda ser dispuesta para mi bien?
La respuesta que la Biblia nos da para fortalecernos, consolarnos y darnos visión en esta vida es que Dios tiene el propósito principal de transformarnos a semejanza de Jesús y usará toda relación, toda situación, toda circunstancia, toda dificultad, toda bendición…todas las cosas para completar, cumplir, lograr este propósito.
Esta es la expectativa que debemos tener de Dios, que él está arduamente involucrado en nuestras vidas para llevar a feliz término su propósito principal.
Lamentablemente, solemos definir “nuestro bien” de manera distinta a Dios. Para nosotros “nuestro bien” suele ser que no tengamos problemas o dificultades, que no haya enfermedad, que todas nuestras relaciones sean fluidas y fáciles, que estemos constantemente contentos y sin motivos para llorar. De hecho, pensamos que esto debería caracterizar la vida cristiana, de tal modo que cuando nuestras circunstancias no concuerdan con este ideal imaginario, nos preguntamos dónde está Dios, nos sentimos defraudados por Dios y algunos hasta enojados con Dios.
Pero no nos confundamos. Dios tiene un solo propósito para nuestras vidas. No tiene el propósito de hacernos ricos o invulnerables a la enfermedad y a los problemas. Estar en una relación con Dios no implica que tu vida será automáticamente unas vacaciones con “todo incluido”. Él está comprometido desde la eternidad a transformarnos a semejanza de Jesús y esa es su definición de “bien” para nosotros.
¿Qué cosa podría ser mejor que ser semejante a Jesús en su carácter, actitudes y manera de vivir? Esto es lo mejor que podría pasarle a una persona. Jesús es el ser humano por excelencia. Es el primogénito de una nueva humanidad. Jesús es todo lo que un verdadero ser humano debe ser de acuerdo con el plan de Dios. El refleja la imagen de Dios perfectamente y es la medida a la cual Dios nos está dirigiendo y llevando.
Si ese es el propósito de Dios, hacernos semejantes a Jesús, al considerar la realidad de nuestras vidas podríamos quizá desanimarnos porque la distancia entre nosotros y Jesús actualmente es abismal. Podríamos pensar que no se cumplirá ese propósito, que no hay manera en que tú o yo lleguemos a esa meta.
Pero este mismo pasaje nos asegura, por medio de grandes verdades, que Dios cumplirá su propósito y nada será suficientemente poderoso para frustrar sus planes.
Fíjate como dice el versículo 30: Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
Dios tiene un plan inalterable para aquellos que ha predestinado, aquellos que llamó conforme a su propósito, aquellos que lo aman. Notemos la sucesión inalterable de eventos en sus vidas. Los que predestinó es a los que llama, los que llama son justificados, a los que justifica finalmente los glorifica. Ninguno de los que predestinó se queda en el camino, sino todos llegan al final, para ser semejantes a Jesús, habiendo sido glorificados.
El plan de Dios no es como los nuestros. Estoy seguro que algo que planeaste hacer hoy no salió como lo previste o al final del día no se cumplirá exactamente como lo programaste. Pero el plan de Dios es inalterable. Si estás en una relación verdadera y auténtica con Dios por medio de Cristo, puedes dar por sentado que Dios completará su plan inalterable en tu vida. Y con esa convicción puedes mirar lo que ocurre a tu alrededor y saber que Dios en su plan ha previsto todas estas circunstancias y que al final las está encaminando para tu sumo bien que es ser semejante a Jesús.
Por otro lado, las circunstancias por las que estás atravesando pudieran desanimarte. Puede ser que sean tan difíciles tus circunstancias que llegues a pensar que Dios te ha dejado o abandonado; que esa circunstancia está tan enredada que te deja fuera del alcance y plan de Dios para tu vida.
Pero mira lo que dice Pablo en el versículo 35: ¿Qué podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada?
¿Quieres hablar de circunstancias difíciles? Aquí tienes un ramillete de ellas. Todas ellas habían sido el pan diario para el apóstol, pero todas ellas no le llevaron a concluir que el propósito de Dios no se cumpliría o que Dios lo había abandonado en medio del proceso. Las circunstancias que pasaba no eran termómetro para saber cuanto lo amaba Dios. Al contrario, él sabía que en medio de cualquier circunstancia con lo que podía contar era, precisamente, con el amor de Dios, que lo estaba transformado a semejanza de Jesús, el sumo bien.
Por eso en los versículos 37-39 confirma este canto de victoria del amor inquebrantable de Dios: Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.
¡Qué manera tan bíblica de ver la vida! Tener la firme convicción de que el amor de Dios en Cristo es inquebrantable. No hay circunstancia o cosa que exista en el universo que pueda cambiar el plan y amor de Dios para aquellos que amó desde antes de la fundación del mundo. Por eso somos más que vencedores. Ya se ha ganado la victoria por medio de Cristo Jesús.
Dios tiene el propósito principal de transformarnos a semejanza de Jesús. Usará todo para completar este fin. Tiene un plan inalterable que lo ejecutará hasta su plenitud. Tiene un amor inquebrantable que nos acompañará a lo largo de todo este proceso. Aunque el camino a veces sea peligroso o tenebroso, podemos contar con que, detrás de todo, hay un Dios bueno, disponiendo todas las cosas para el bien de aquellos que le aman.
Recuerda que tendemos a evaluar las cosas de acuerdo con nuestras expectativas, así que implantemos esta expectativa bíblica y correcta en nuestra vida: Dios, por medio de todo lo que pasa en mi vida, tiene el propósito de transformarme a semejanza de Jesús. Es decir, si pudiéramos usar una idea que defina lo que puedes esperar de esta vida es decir que estamos en el “crisol de Dios”.
Lo que puedes esperar certeramente es que tendrás en esta vida toda clase de situaciones y dificultades, pero en vez de verlos como problemas debes verlos, más bien, como oportunidades para crecer a semejanza de Jesús. Pues a través de todo esto estamos siendo purificados, corregidos, depurados, perfeccionados, completados, a semejanza de Jesús; lo cual es el propósito principal y compromiso irrevocable de Dios en nuestras vidas para su gloria.