Intro: Mi esposa Delia, me cuenta que en una ocasión siendo una adolescente de secundaria, se enteró de una noticia que la dejó muy emocionada. Menudo, el grupo de moda en aquella época, vendría a Cancún, donde ella vivía. Ella y sus amigas no lo podían creer. Ellas eran de las que pegaban posters de estos muchachitos en sus closets (Dicho sea de paso, que nunca entendí qué le veían a esos muchachitos las chicas de esa época).
En fin, hicieron todo un plan para poder verlos de cerca. Se enteraron en qué hotel se hospedarían en la zona hotelera y desde muy temprano se fueron ese día por ese rumbo, estuvieron rondando por allá, se hicieron pasar por huéspedes del hotel, estuvieron casi todo el día en la playa, esperando la oportunidad de poder verlos y acercarse a ellos.
Ya en la tarde, escucharon un alboroto y corrieron hacia donde se aglomeraba la gente. Efectivamente, los muchachos de Menudo estaban pasando por los pasillos del hotel. Ellas corrieron hacia ellos y cuando ya estaban a unos cuantos metros, un guardia de seguridad las detuvo y las sacó inmediatamente del hotel para su frustración. Estuvieron a unos cuantos metros de tener acceso total a estos artistas que admiraban, pero no lograron acercarse.
A veces es difícil tener acceso a lugares o personas con quienes quisiéramos estar o conocer porque el acceso es restringido, sin embargo, cuando estamos decididos, logramos vencer los obstáculos y alcanzamos nuestro sueño. ¿A quién te gustaría tener acceso? ¿A quién te gustaría conocer pero sabes que es muy difícil que lo logres?
De cualquier manera, aunque parezca casi imposible, albergamos la esperanza de lograrlo algún día y quizá sea posible que en verdad ocurra. Pero hay un acceso que era total y absolutamente imposible de lograr para los seres humanos. Este era el acceso a la presencia y comunión con Dios.
Hoy día estamos muy acostumbrados a la idea de tener acceso a Dios. Sentimos que está cercano, accesible, alcanzable. Nos reunimos y cantamos y experimentamos algo hermoso al adorar en comunidad. Estamos acostumbrados a hablar de Dios y de una relación con él, pero este sentido de cercanía y accesibilidad no siempre fue así.
Dios nos creó para adorarlo, para tener comunión perfecta con él. Y así era al principio de los tiempos. Adán y Eva en el Edén gozaban de una continua y armoniosa relación de adoración con Dios. Pero un día tomaron la peor decisión en la historia del universo, la decisión de abandonar la confianza y obediencia a Dios, y todo se desquebrajó. Todo lo perfecto de esa relación se rompió por la entrada del pecado a humanidad. Como resultado de esa ruptura el acceso a Dios quedó completamente cancelado para el ser humano.
Genesis 3:23-24 dice: Entonces Dios el SEÑOR expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho. Luego de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén a los querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida.
Fueron expulsados del Edén, del acceso a la comunión perfecta con Dios. Era imposible que el ser humano se acercara de nuevo. Había guardias que impedían su acceso. Estaban condenados a vivir lejos de Dios y la vida humana fue decayendo cada vez más.
A lo largo de la historia bíblica podemos notar esta pauta de inaccesibilidad a Dios por parte del ser humano. No podías estar en la presencia santa de Dios y vivir para contarlo. Por ejemplo, cuando el pueblo de Israel después de salir de Egipto, estaba ante el monte Sinaí donde se concentraba de manera especial la presencia de Dios en esa ocasión, tuvieron que tomar sus precauciones porque se jugaba la vida el que osara acercarse a la presencia de Dios sin algún tipo de salvoconducto divino:
Éxodo 19:20-22 dice: El SEÑOR descendió a la cumbre del monte Sinaí, y desde allí llamó a Moisés para que subiera. Cuando Moisés llegó a la cumbre1 el SEÑOR le dijo: —Baja y advierte al pueblo que no intenten ir más allá del cerco para verme, no sea que muchos de ellos pierdan la vida. Hasta los sacerdotes que se acercan a mí deben consagrarse; de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.
En el tabernáculo y el templo, había claros recordatorios de la inaccesibilidad a Dios que el pecado había causado. Recordemos que este santuario estaba divido en dos partes: el lugar Santo y el lugar santísimo. Estos espacios eran divididos por una gran y gruesa cortina. Al lugar Santísimo que es donde estaba el arca del pacto y donde descendía la presencia de Dios, sólo entraba una vez al año el sumo sacerdote en el día de la expiación. ¡Una sola persona! ¡Una vez al año! Y por supuesto, después de haber pasado por todo una serie rigurosa de rituales y purificaciones. El Sumo Sacerdote se jugaba la vida al entrar ante la presencia de Dios.
Como vemos, eso que para nosotros es bastante común y ordinario, eso que damos por sentado, como hablar de Dios, adorar a Dios, tener comunión con él, sentirlo cercano y accesible, no era lo común en los tiempos bíblicos. Pero esta historia sufrió un cambio radical con la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Por algo dice la Escritura: Pues por medio de él tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu. (Efesios 2:18).
Nuestra historia ha cambiado por la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Eso es lo que celebramos y recordamos esta semana (y este mes en particular). Sólo por la sangre de Cristo tenemos acceso al Padre como nos enseña el capítulo 10 de Hebreos:
Mira como lo dicen los versículos 19-20: Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo;
Aquello que era inaccesible, aquello que era prohibido, aquello que no era posible, el sacrificio de Jesús, lo hizo posible. Nos da plena libertad para entrar al lugar más impensable: Al lugar Santísimo, al lugar al que sólo un hombre una vez al año podía entrar. Jesús nos abrió ese camino cuando su cuerpo fue partido por nosotros como lo fue esa cortina cuando él murió. Lo que separaba a los hombres de Dios fue retirado porque Cristo murió por los pecados. Por su sangre nos ha hecho libres para acercarnos a Dios y tener comunión con él.
El Versículo 21 sigue diciendo: “Y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios”. No sólo Jesús nos abrió el acceso con su sacrificio, no sólo destruyó la barrera que se interponía entre nosotros y Dios, sino que es nuestro sumo sacerdote, nuestro gran sacerdote que entró al lugar santísimo y mira que hizo: Versículos 12-14 (hebreos 10):
Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.
El sacrificio ofrecido por nuestro sumo sacerdote Jesucristo puso fin a los sacrificios. Ya no hay más sacrificio por el pecado. Su sacrificio presentado delante de Dios ha hecho plenos, completos, perfectos, sin que falte algo respecto a la justicia de Dios, a los que salvó con su muerte. En Cristo, estamos completos respecto a la justicia de Dios. En Cristo exentamos el examen; en Cristo llenamos los requisitos; en Cristo no nos falta nada, tenemos el peso completo. Esto es maravilloso. Por su sangre, tenemos libre acceso al Padre y tenemos un sacerdote cuya ministración nos ha hecho completos y plenos para estar delante de la presencia de Dios (y no morir eternamente).
Por eso la aplicación de estas verdades indudables de la obra de Cristo es como dicen los versículos inmediatos (22-25) de este capítulo 10 de Hebreos.
En virtud de la obra de Cristo hay una aplicación vertical y una aplicación horizontal. Hay una aplicación que tiene que ver con tu relación con Dios y otra que tiene que ver con tu relación con el prójimo. Las dos son inseparables y son interdependientes.
La primera es que en virtud de la obra de tu sumo sacerdote y el acceso que te abrió ante la presencia del Padre, puedes acercarte a Dios con un corazón sin doblez y un corazón de fe. Mira como dicen los versículos 22 y 23: Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.
No tengas miedo de acércate a Dios. Si tienes un corazón sincero y has sido purificado por dentro y por fuera con la obra de Cristo por Su gracia. sigue acercándote con una fe firme en las promesas de Dios porque él es fiel y no cambiará de parecer al último momento. En pocas palabras, afianza tu relación con Dios. Sigue creciendo en la fe del Señor Jesucristo. No des marcha atrás. Has entrado hasta su presencia por el camino nuevo y vivo que nos abrió Cristo a través de su ministración como nuestro sacerdote, no dudes, no vaciles, sigue aferrado a la esperanza que hay en Cristo Jesús a través de todas las dificultades de la vida.
Así que si este día estabas como vacilante en tu relación con Dios, te animo que consideres la obra de tu sumo sacerdote y su sacrificio eficaz y afirmes con toda convicción y fe tu relación con Dios. Él está cercano porque el Hijo lo hizo cercano.
Pero hay una segunda aplicación muy importante, y ésta tiene que ver con nuestro prójimo. Los versículos 24 y 25 dicen: Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.
Aquellos cuyos pecados han sido perdonados, aquellos a quienes representó este sumo sacerdote, aquellos para quienes ha hecho eficaz su sacrificio delante de Dios, han sido incluidos e insertados en una comunidad de gracia, han sido incluidos en la iglesia del Señor.
En esta comunidad que es la iglesia se vive en conexión unos con otros. Se vive interesado en el bien los unos de los otros. Por eso es necesario que de manera intencional busquemos animar y ser animados para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Es necesario seguir reuniéndonos como familia para adorar a nuestro Dios.
Como vemos en el pasaje, desde esos tiempos, había personas que pensaban que podían vivir el cristianismo en solitario, aislados de la comunidad de fe. Pero este pasaje deja clara la importancia y lo vital que es congregarse con otros creyentes y ser intencionales en animarse, exhortarse, apoyarse y amarse unos a otros.
No dejes de congregarte, no dejes de estar preocupado e interesado por animar a tus hermanos y ser animado por ellos para que ser cada vez más semejantes a Jesús. Necesitas a la iglesia y la iglesia necesita de ti. En pocas palabras, afirma tu relación con tus hermanos. Consolida bíblicamente tu relación con otros creyentes. Esto es vital para tu crecimiento en la relación gloriosa con Dios que Jesús te procuró con su vida, muerte y resurrección
Quizá nunca logres tener acceso a esa persona que admiras o puedas ir a ese lugar que parece inaccesible para ti, pero hay de algo de lo que puedes estar seguro. Si estás en una relación creciente con Cristo por medio de la fe, puedes estar seguro que lo que era rotundamente inaccesible, estar ante la presencia de Dios, es para ti ahora una realidad gracias a que Cristo derramó su sangre. En Jesús tenemos libre acceso al Padre. Su sangre nos ha hecho libres para acercarnos confiadamente a Dios y nos ha dado el privilegio de ser parte de esta nueva comunidad en donde podemos crecer, amar, exhortar, animar y vivir para la gloria del Padre Celestial que tanto nos ama.