Lo que adoras te controla –12/06/11
Jueces 13-16
Intro. Recuerdo que aquella tarde estaba viendo las noticias en Orlando Florida y con horror escuchaba el reporte. Una mujer salió en la televisión siendo entrevistada acerca de la desgracia de la que había sido víctima. Estaba cargando combustible en su vehículo en el que llevaba a sus dos hijos menores de de tres años en sus respectivos asientos de carro. Cuando fue a pagar el combustible, un hombre vino y se había llevado su automóvil. Ella desesperadamente pedía ayuda para que le devolvieran a sus hijos. En ese entonces, mi hijo Josué era a penas un bebé y comentamos Delia y yo, acerca del cuidado que debíamos tener con él al cargar combustible.
Al poco tiempo volvió a salir la misma mujer en la televisión, pero ahora para mostrar cómo la arrestaban por el asesinato de sus dos hijos. Lo que en verdad había ocurrido era que esta mujer había tirado su carro a un lago con sus dos hijos vivos adentro sujetados a sus asientos de carro. Encontraron el carro y los cadáveres de los pequeños. Cuando le preguntaron por qué había hecho esto, la respuesta fue: “Es que mi novio me dijo que sí quería continuar conmigo pero no quería niños”.
Esta historia podría parecernos extrema y muchos podríamos pensar que esta mujer tendría que estar “enferma” para cometer un acto semejante. Pero la verdad hermanos, es que la Biblia nos muestra que no se necesita estar “enfermo” para llegar a estos extremos. La Biblia nos muestra que las mismas dinámicas que se dieron en el corazón de esta mujer para cometer estos actos infames, son las mismas dinámicas que operan en nosotros, gente “normal”, todos los días.
Hubo algo en el corazón de esta mujer que tomó el control de sus pensamientos, palabras y acciones. Algo por lo cual ella es responsable para enfrentar dos cargos de homicidio en primer grado. Esas mismas dinámicas funcionaron en el mismísimo Rey David que lo llevaron a adulterar, conspirar y asesinar. Y son las mismas dinámicas que funcionan en nuestros corazones cuando por ejemplo, nosotros, gente normal:
• Mentimos para no quedar mal ante los demás.
• Nos endeudamos insensatamente para sostener una apariencia o estatus.
• Participamos en actos inmorales con tal de encajar o ser parte de un grupo que añoramos.
• Abandonamos nuestra pureza sexual por conseguir un poco atención.
• Tratamos de obedecer a nuestros padres durante la semana, para que el fin de semana nos dejen ir a ese evento donde sabemos que nos portaremos mal.
• Somos capaces de humillar, burlar y lastimar a otros para mantener un estatus de poder sobre los demás.
• Robamos, engañamos, traicionamos o cualquier cosa que fuera necesario hacer para lograr el placer que buscamos.
• Manipulamos con nuestras palabras o acciones a los demás, con chantajes sentimentales, quejas, lágrimas o amenazas, con tal de lograr lo que hagan lo que anhelamos.
En fin, hay una dinámica particular que opera en nuestros corazones que llega a controlar nuestras acciones. ¿De qué estamos hablando aquí?
La semana pasada se nos explicó que Dios nos diseñó, nos creó, para adorarlo. El ser humano está diseñado para amar, confiar, exaltar, depender, sujetarse, glorificar a Dios. En una palabra fuimos hechos para ADORAR a Dios. Aquí la palabra adorar se está usando en su sentido bíblico más amplio que abarca no sólo el hecho de “alabar” con nuestra voz a Dios, sino implica confiar plenamente, amar con todo el corazón, depender exclusivamente, sujetarse voluntariamente y glorificar eternamente sólo a Dios. Nuestras vidas, entonces, en términos de adoración.
Una pregunta muy importante no entonces, “¿Si adoras o no?” sino “¿A quién o a qué adoras?” ¿En quién o en qué confías? ¿A quién o qué amas? ¿De quien o de qué dependes? ¿A quién o a qué te sujetas? ¿A quién o a qué glorificas?
Porque fuimos hechos para adorar…cuando NO adoramos a Dios, adoramos cualquier otra cosa o personas. Cuando no confiamos en Dios con todo nuestro corazón, entregamos nuestra confianza en cualquier cosa o persona. Cuando no amamos a Dios por sobre todas las cosas, amamos de esa manera algo o alguien más. Cuando no nos sujetamos a Dios, nos sujetamos a alguien más. Cuando no buscamos glorificar a Dios, buscamos la gloria de alguien o algo más.
Y un problema muy grande de este asunto es este: “Aquello que adores, te controlará”. Como fuimos hechos para adorar, la idea es que al adorar a Dios, él tome control de nuestras palabras, actitudes, emociones y acciones. Así es como funcionamos correctamente. Pero cuando no es a Dios a quien adoramos, entonces, el objeto o persona de nuestra adoración se vuelve una especie de dictador en nuestros corazones.
Los sustitutos de Dios en nuestros corazones, es decir, los ídolos de nuestro corazón van tomando el control y nosotros en pos de ellos y de su adoración, hacemos, hablamos, pensamos, actuamos con tal de complacer a los ídolos que hemos entronizado en nuestros corazones.
Estos sustitutos de Dios o ídolos, pueden ser cosas o personas no pecaminosas al principio. Es decir, podemos desear cosas inofensivas y correctas, por ejemplo: hijos obedientes, cónyuge respetuoso, iglesia amigable, casa ordenada, ropa limpia, carro nuevo, casarse…en fin, cosas que no son malas de entrada. El problema no está en desearlas, sino en cuánto lo deseas. ¿Deseas estas cosas más que lo que deseas agradar y glorificar a Dios? ¿Estás viviendo para la gloria de Dios o para obtener estos deseos?
Estos deseos aunque buenos al principio, cuando usurpan el lugar de Dios, se perciben como “necesidades” y dices cosas como: “No vale la pena seguir viviendo si no tengo…” (completa frase). “Se que Dios me ama, pero sin el amor de (fulatino o menganita) de nada sirve mi vida” y cosas semejantes.
Una vida que se caracteriza por adorar ídolos es un espiral en descenso y frustración. Fuimos creados para adorar a Dios, y cuando no le adoramos a él, adoramos cualquier cosa o persona. Y AQUELLO QUE ADORES, te controlará.
Un ejemplo muy claro de esto que estamos hablando lo encontramos en la vida de un personaje famoso en la cultura judeo-cristiana: Sansón. Todos hemos oído historias sobre Sansón y su gran fuerza. Ciertamente, Sansón era muy fuerte por fuera, pero muy débil por dentro. Y hoy me gustaría explorar brevemente las dinámicas de su corazón. La historia de Sansón se encuentra en el libro de Jueces, de los capítulos 13 al 16. Consideraremos algunos versículos de estos pasajes.
Es importante mencionar que Sansón vivió en una de las épocas más grises del Pueblo de Dios. En ese tiempo, después de la Conquista y el asentamiento en la tierra prometida, el pueblo de Dios comenzó a desviarse del buen camino. Dios trajo pueblos circunvecinos para corregir a su pueblo a través de oprimirlos. El pueblo clamaba al Señor reconociendo que lo habían abandonado y Dios en su misericordia, enviaba cuadillo o libertadores llamados: “jueces” que organizaran al pueblo para liberarlos de sus opresores. Mientras vivía ese juez, el pueblo se acercaba al Señor, cuando moría, regresaban a sus mismos malos caminos.
Así Dios levantó en esta época a personas como Gedeón, Jefté y Sansón. El último juez mencionado en el libro de Jueces es precisamente Sansón. Esta institución de los jueces fue decayendo cada vez más. Así que cuando llegamos a Sansón vemos ya el deterioro en que se había caído. En el libro de jueces, no se nos presenta Sansón como un gran héroe, sino como fue decayendo cada vez más la institución de los jueces. Y a pesar de eso, Dios siguió mostrando su misericordia hacia su pueblo.
Desde el capítulo 13 se nos muestra la importancia y el potencial que tendría este personaje. Su nacimiento proveniente de una madre estéril, su anuncio especial por parte de un ángel del Señor y su misión anunciada, nos hacen suponer que este hombre sería grande en Israel.
Sansón era un Nazareo, alguien consagrado a Dios. No debía beber del fruto de la vid ni raparse la cabeza el tiempo que permaneciera en ese voto a Dios. Esto era una práctica establecida en la ley de Moisés. Ciertos hombres y mujeres tomaban este voto especial para consagrarse a Dios para un trabajo específico y con un tiempo definido. Sansón, sería consagrado a Dios desde el vientre de su madre.
Al terminar el capítulo 13, todos tenemos grandes expectativas de este hombre. Pero a partir, del capítulo 14 de Jueces, comenzamos a darnos cuenta de que este Sansón tenía problemas. Miren los siguientes tres pasajes, que nos hablan del problema de Sansón.
Jueces 14:1-3
1 Sansón descendió a Timnat y vio allí a una joven filistea.2 Cuando él volvió, les dijo a sus padres: —He visto en Timnat a una joven filistea; pídanla para que sea mi esposa. 3 Pero sus padres le dijeron: —¿Acaso no hay ninguna mujer aceptable entre tus parientes, o en todo nuestro pueblo, que tienes que ir a buscar una esposa entre esos filisteos incircuncisos? Sansón le respondió a su padre: —¡Pídeme a ésa, que es la que a mí me gusta!
Jueces 16:1
1 Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró para pasar la noche con ella.
Jueces 16:4
4 Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila.
Como podemos ver Sansón tenía un problema de mujeres. Pero no cualquier mujer, sino mujeres que pertenecían a los pueblos paganos y en particular a los filisteos. Entró a relaciones prohibidas para los del pueblo de Dios siguiendo sus deseos. Cambió la adoración a Dios por la adoración al deseo de su corazón, a un ídolo de su corazón. Aun así Dios lo usó para cumplir su propósito de liberar a su pueblo castigando a través de este instrumento indigno a los filisteos.
Esta adoración a los deseos o ídolos de su corazón comenzó a operar esa dinámica especial en su interior. La dinámica de que aquello que adores, te controlará.
Por ejemplo, en el caso de la mujer de Timnat, aquella por la que se entercó y pidió que sus padres la pidieran como su esposa, resulta que en camino a la boda, Sansón encuentra un león que venía a atacarlo, pero Sansón hace trisas al león. Al poco tiempo pasa por allí y encuentra que unas abejas habían hecho en el cadáver su panal. Sansón toma el panal y come la miel.
Estando en la reunión con los hombres filisteos, Sansón les pone un acertijo y establece una apuesta. El acertijo tenía que ver con el león y la miel. Los hombres filisteos no querían perder la apuesta que era muy alta en su precio. Así que presionan a la esposa filistea para que a su vez, presione a Sanso y les de la respuesta antes de cumplirse el plazo de la apuesta.
Miren lo que hace esta mujer y la respuesta de Sansón:
Jueces 14:16-17
16 Entonces la esposa de Sansón se tiró sobre él llorando, y le dijo: —¡Me odias! ¡En realidad no me amas! Le propusiste a mi pueblo una adivinanza, pero no me has dicho la solución. —Ni siquiera se la he dado a mis padres —replicó él—; ¿por qué habría de dártela a ti? 17 Pero ella le lloró los siete días que duró el banquete, hasta que al fin, el séptimo día, Sansón le dio la solución, porque ella seguía insistiéndole. A su vez ella fue y les reveló la solución a los de su pueblo.
Algo que en circunstancias normales no hubiera revelado, Sansón, siguiendo la adoración de su corazón, no queriendo perder el respeto, el amor, o la comodidad en su relación con la mujer filistea, por fin, cede a sus chantajes y manipulaciones y le revela ese secreto que ni a sus padres les había contado. Y esto hace que Sansón se vea obligado a pagar la apuesta, lo cual hace, por supuesto, atentando una vez más contra los filisteos. Como vemos, aquello que adores, te controlará.
El otro caso, el de Dalila, es muy semejante en su naturaleza y su dinámica. Los filisteos presionan a Dalila para que le saque a Sasón la verdad respecto a la fuente de su fuerza. Sansón le da varias respuestas engañosas y con la consiguiente frustración de los filisteos. Le dijo cosas como: “si me atán con cuerdas nuevas” o “cuerdas de arco” o “atan mis trenzas con cuerdas de telar”…en fin, siempre le dio respuestas engañosas y siempre salía librado cuando los filisteos venían confiados a dominarlo. Pero miren nuevamente lo que finalmente lo dominó:
Jueces 16:15-17
15 Entonces ella le dijo: «¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? Ya van tres veces que te burlas de mí, y aún no me has dicho el secreto de tu tremenda fuerza.»
16 Como todos los días lo presionaba con sus palabras, y lo acosaba hasta hacerlo sentirse harto de la vida,17 al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza, y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre.»
Nuevamente, aquello que adoraba, lo controló. Adoraba la relación con las mujeres, adoraba la tranquilidad o comodidad en esa relación. Adoraba la buena opinión o amor de esas mujeres…y eso lo controló. Lo llevó a su propia destrucción. Pobre Sansón tan fuerte por fuera, pero tan débil por dentro, porque había cambiado la adoración a Dios por la adoración a algo o alguien más.
Sansón estaba muy equivocado acerca de fuente de su fuerza. El pensó que la fuerza radicaba en su cabello, pero no era así. Durante toda su historia la Biblia nos muestra de donde venía su fuerza, en pasajes como los siguientes:
13:25 25 Y el Espíritu del SEÑOR comenzó a manifestarse en él…
14:6 Pero el Espíritu del SEÑOR vino con poder sobre Sansón….
14:19 Entonces el Espíritu del SEÑOR vino sobre Sansón con poder…
15:14 En ese momento el Espíritu del SEÑOR vino sobre él con poder…
El poder estaba en el Señor y no en su cabello. El poder estaba en la adoración a Dios y no en la fuente de sus deseos idólatras. Así nos lo muestra el versículo 20 del capítulo 16:
Luego ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y pensó: «Me escaparé como las otras veces, y me los quitaré de encima.» Pero no sabía que el SEÑOR lo había abandonado.
La historia triste de Sansón y su final ignominioso nos muestran claramente que fuimos hechos para adorar a Dios y cuando no adoramos a Dios adoramos cualquier cosa o persona. Y Aquello que adores, te controlará.
Es triste esta realidad, pero hoy hay buenas noticias para todos los que luchamos con adorar a otras cosas o personas que no sean nuestro Dios. Debido a la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, no tenemos que vivir esclavizados o controlados por los ídolos de nuestro corazón. Si no en Cristo, por su obra y gracia, tenemos la capacidad de abandonarlos y refugiarnos en los brazos amorosos de nuestro Dios.
Jesús vivió una vida de perfecta adoración al Padre y por su vida, muerte y resurrección, nos ha unido a Dios. Así que no tenemos que ir por la vida siendo esclavos de nuestras propias pasiones y deseos, sino podemos someter todo deseo, pensamiento y acción a la adoración del Padre. Podemos vivir así cumpliendo el propósito para el cual fuimos hechos: glorificar a Dios y gozar de él para siempre.
En Cristo, podemos adorar al Padre, podemos confiar, amar, exaltar, glorificar a nuestro Dios. Al adorarlo, su Santo Espíritu, nos controla y produce en nosotros: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe, mansedumbre y dominio propio. Aquello que adores, te controlará. Si adoras a nuestro Dios por medio de Cristo, podrás experimentar en tu vida las abundantes riquezas de su gracia que son para la gloria de Dios.