Introducción
Naamán lo tenía aparentemente todo.
General del Ejercito, tenía dinero, poder, fama, hasta Dios lo había usado.
¿Cuánto daríamos nosotros por tener lo que el tenía?
Podríamos decir que este hombre vivía sin ninguna preocupación de como iban a comer sus hijos, iban a las mejores escuelas, tenía una hermosa casa, la mejor seguridad, su casa y familia protegida.
Pero… era leproso.
Tenía enfermedad que lo separaba de su familia, donde su dinero no podría comprar una receta, donde su poder no podía derrotar esta enfermedad, su valentía no podía superar esta enfermedad.
¿De qué valía tener todo eso si no podía superar su enfermedad? ¿Si se iba a morir?
Le esperaba un futuro incierto.
Tarde o temprano hubiera tenido que dejar de ser general, pues ¿Cómo iba a comandar un ejército?
Hubiera tenido que salir de su casa. Por mas que quisiera, no podía quedarse porque podría contaminar a sus seres mas queridos y por amor a ellos hubiera tenido que alejarse. Hubiera vivido con otros leprosos.
Tendría que estar lejos de la sociedad, no solo de distancia sino también en sus relaciones sociales. Todo estaba a punto de cambiar. Y pareciera que no había manera de cambiar lo que estaba por sucederle. El sabía lo que le pasaba a los leprosos.
Si Naamán era valeroso en lo extremo estoy seguro que el no se conformó con solo escuchar la noticia que estaba contaminado con una enfermedad mortal.
Estoy seguro que hizo todo lo posible para encontrar una manera de curarse.
Estoy seguro que había consultado a los mejores doctores y buscó remedios medicinales.
Había una joven en su casa que trabajaba de criada.
Esta joven fue capturada y sacada de la casa de sus padres en Israel.
Esta joven que había sido separada de su casa y de su tierra no guardó rencor hacía sus señores.
Esta joven le habló de un profeta en Samaria.
Aparentemente Naamán no había ido a Samaria a buscar ayuda y cuando Naamán escuchó lo que la joven le dijo el no lo pensó dos veces.
Salió para Samaria a buscar la sanidad y la encontró.
Aplicación
Yo no tengo lepra pero necesito la sanidad.
Mi lepra es el orgullo, mi lepra es el egoísmo, mi lepra es herir con mis palabras, mi lepra es hacer lo que no quiero hacer, mi lepra es reclamar mis derechos y no pensar en los demás.
Para otros su lepra es algo mas visible como problemas de bebida, de fumar, de usar drogas, de la codicia, la sensualidad, adicciones, el enojo, el odio, etc.
¿Cual es tu lepra?
La lepra no es una enfermedad que empieza cuando uno lo ve en la pie.
La enfermedad comienza desde adentro.
Uno no sabe que lo tiene hasta que la carne empieza a revelarlo.
Por eso, mientras Naamán estaba conquistando tierras extrañas, ganando batallas, recibiendo los aplausos de la gente y del su rey, el pensaba que todo estaba bien.
Lo que no sabía es que dentro de el ya reinaba una enfermedad.
El problema con la lepra es que no sabemos que lo tenemos hasta después.
Nuestro problema es que no sabemos que tenemos un problema de orgullo, de egoísmo, de enojo, etc. hasta después.
Ejemplo de como viven las personas que no conocen a Dios:
Su manera de hablar,
Muchas veces nunca lo reconocemos y por nos quedamos enfermos espiritualmente.
Cuando andamos lejos de Dios nos es difícil ver nuestra condición verdadera.
Muchas veces necesitamos que alguien nos lo haga saber. (no nos gusta).
Una vez que sabemos es tiempo de ir a Aquel que puede sanar nuestro orgullo, egoísmo, mi boca, sanar mis debilidades.
En nuestras debilidades Dios muestra su grandeza (2 Corintios 12.10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.)
Naamán no tenía ninguna debilidad (según el). Era fuerte, valiente, pero uno no puede ver su necesidad mientras está fuerte, mientras uno se cree que todo va bien.)
Dios prefiere quitarte un poco de tu poder, tu valentía y quitar las cosas que te hacen fuerte para que puedas ver tu condición pecaminoso. Porque solo cuando soy débil es que soy verdaderamente fuerte. En vez de depender de mi, dependo mas de Dios.
Naamán no creía en Dios. El no conocía al Dios de Israel. Pero estuvo dispuesto a tratarlo.
Cuando hablamos de alcanzar a los perdidos muchas veces hablamos de los perdidos en términos negativos. Decimos que, “son duros,” “no quieren saber nada de Dios.” Pero muchas personas solo esperan que nos digan algo de Dios y que le digamos que hay UNO quien lo puede sanar. Esas personas viene aquí, escuchan la palabra de Dios y se entregan a Dios y sus vidas son cambiadas completamente.
Naamán fue dispuesto a recibir la sanidad. ¿Cuántos hijos de Dios había en esa región que tenían lepra y nunca fueron al profeta para ser sanado? Estoy seguro que ellos sabían del profeta y conocían al profeta pero no fueron donde el para ser sanados.
“Dios pasó por alto a los muchos leprosos que había en Israel, porque su incredulidad les cerraba la puerta del bien. Un noble pagano que había sido fiel a sus convicciones relativas a la justicia, y sentía su necesidad de ayuda, fue a los ojos de Dios más digno de su bendición que los afligidos de Israel, que habían despreciado los privilegios que Dios les había dado. Dios obra en pro de aquellos que aprecian sus favores y responden a la luz que les ha dado el Cielo.”
Profetas y Reyes, 190.
Que no se diga lo mismo de nosotros. Hay una diferencia entre conocer de Dios que conocer a Dios. Puede ser que hemos estado en la iglesia por años por nuestra experiencia cristiana se ha vuelto en tradición y no en una experiencia personal con Dios. Un día conocíamos a Dios como a un amigo, pero hoy nuestra amistad se ha separando y solo nos vemos de vez en cuando y hablamos esporádicamente. ¿Cómo puede ser que nosotros que hemos conocido a Dios continuemos con nuestra lepra, mientras que otros que conocen a Dios cuando escuchan vienen con mas entusiasmo y con mas deseo de conocer a este Dios que nosotros mismos? Que pena cuando cristianismo se ha vuelto una rutina. Cuando están todas las apariencias pero carece el poder. Son señales de los últimos días. 2 Timoteo 3:5.
Conclusión:
¿Quién eres tu en esta historia? Naamán o como los “muchos leprosos que habían en Israel.”
Sea quien seas en esta historia, una cosa tenemos en común… todos necesitamos de la sanidad que ofrece Dios.