Una historia impactante la de Charles Templenton, un elocuente predicador, compañero de púlpito y amigo de Billy Graham quien, en el recorrido de la vida cristiana y el ministerio, llegó a un momento en donde sus cuestionamientos acerca de Dios tornó su corazón hacia la dureza.
Templenton no cuestionó tanto la existencia de Dios y la divinidad de Jesús, como la confiabilidad de la Escritura. Sin embargo, terminó abrazando el agnosticismo, una corriente filosófica la cual sostiene que nada se puede decir con certeza a cerca de Dios. Rechazando toda afirmación a favor o en contra de su existencia.
En su libro “The Case for Faith”, Lee Strobel preguntó a Templenton: “¿Hay algo en particular que le hizo perder su fe en Dios?” La fotografía de una mujer africana que sostenía en sus brazos el cuerpo de su bebé sin vida, por causa de la terrible sequía. –respondió. En esa foto, publicada en la revista Life, esta mujer tenía su mirada dirigida hacia el cielo con una expresión de desesperación y total abandono.”
En aquel momento, dijo Templenton, me puse a pensar: “¿Será posible creer que existe un Dios amoroso que cuida de su creación, cuando lo único que esta mujer necesitaba era un poco de lluvia? ¿Cómo un Dios de amor puede hacerle esto a esta mujer?”
El dolor es algo con lo cual nadie se encariña. Nos negamos a aceptar sugerencias que tengan que ver con el dolor y el sufrimiento. Es más, ni siquiera nos atrevemos a pensar que se pueda obtener algo bueno de él. En 2 Corintios 12:1-10 Pablo nos recuerda que las mejores lecciones de la vida se aprenden en la escuela del dolor y el sufrimiento. Y que por lo tanto podemos encontrar propósito en el dolor.
1. El dolor y el sufrimiento son inevitables
El dolor y el sufrimiento en un mundo caído pueden ser devastadores. Desde una perspectiva lógica, podríamos pensar que Dios debería minimizar o evitar el dolor en aquellos que él llama sus hijos. Pablo no obtuvo un salvoconducto para evitar el dolor. Por el contrario, parece que cuanto más dedicaba su vida y esfuerzos al servicio del reino, el sufrimiento era más intenso e inevitable. Su hoja de vida, en 2 Co. 11:23-29, está saturada de experiencias dolorosas, más que de éxitos.
Y como si fuera poco, ahora tiene que hacerle frente a una “espina clavada en el cuerpo”. ¿Qué tan dolorosa era situación? Tan agudo era este sufrimiento que Pablo lo describe como procedente del mismo infierno. Pablo no nos dice qué era lo que le atormentada, pero sí nos dice que en tres diferentes ocasiones oró pidiendo ser aliviado.
Note cuatro aspectos de esta oración (v.8): a) fue específica –“respecto al cual”, b) fue suplicante –“he rogado al Señor”, c) fue insistente –“tres veces” y d) fue con propósito –“que lo quite”. Lo único que Pablo pedía de Dios era un milagro. El dolor no cesó. Sino que permaneció con él por el resto de su vida.
2. El dolor y el sufrimiento tienen un propósito
En este punto de la teología hay una línea fina que no debemos cruzar e incrementar el dolor de quien sufre. Nunca intentemos explicar el sufrimiento de una persona afirmando que esa la voluntad de Dios. Tal explicación es antibíblica. Dios no es ni masoquista ni insensible.
Al iniciar el capítulo para describe la manera cómo Dios lo elevó hasta el tercer cielo en donde escuchó cosas maravillosas, pero ahora es humillado con un oprobio sin nombre. Sin embargo Pablo ve en esta aflicción varios propósitos: a) Dios quiere preservarlo de un mal mayor: el orgullo, v. 7, b) Pablo debe aprender a depender más del poder de Dios que de sus experiencias, v.8 y c) Pablo debe entender que Dios sigue trabajando en su carácter, v.10.
En medio del sufrimiento que perdura, podemos descubrir por lo menos parte del propósito de Dios. Este es un proceso que conduce hacia una madurez que no puede tomar lugar en ninguna otra circunstancia de la vida. Por eso en Ro. 5:3-4 Pablo con toda certidumbre escribió: “Sabemos (por experiencia personal) que el sufrimiento produce (tiene propósito) perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza.”
No hay garantías ni excepciones para ninguno de nosotros, incluyendo aquellos que sirven al Señor en el ministerio. El dolor y el sufrimiento son inevitables, sin embargo ninguno de ellos carece de propósito.
3. El dolor y el sufrimiento exhiben el poder de Dios
La frase “mensajero de Satanás”, como en el caso de Job, es usada para señalar el consentimiento providencia del Señor para permitir ciertas situaciones físicas, materiales y familiares en la vida del creyente y no para significar que la causa de su sufrimiento está en Dios.
En este pasaje Pablo recibe un mensaje particular de parte del Señor: “Y me ha dicho” Note que Dios no lo liberta pero sí escucha su oración. Estas palabras son una indicación de completa aceptación de parte de Pablo, de la respuesta concreta del Señor tocante a su sufrimiento.
“Bástate mi gracia” La construcción gramatical de la respuesta del Señor indica que la gracia de Cristo posee una fuerza infalible. El poder de Cristo se mueve coincidencialmente con su gracia. Dios sí quiere sanarnos y restaurarnos pero a su manera.
“Mi poder se perfecciona en la debilidad.” El Señor necesita más de nuestras debilidades que de nuestras fortalezas. Nuestra necesidad es la oportunidad de Dios para levantarnos, pero nuestra autosuficiencia es la oportunidad para Satanás para pisotearnos.
Conclusión:
Detrás del telón de nuestras vidas se encuentra una mano invisible dirigiéndonos. ¿Puede una persona hallar propósito alguno en el sufrimiento? Considere, desde la perspectiva de otros personajes, la intervención invisible de Dios en sus sufrimientos:
a) José: Dios transformó el mal en bien, b) Job: ¡Ahora te veo con mis propios ojos!, c) David: El Señor es mi pastor, d) Jeremías: El Señor está conmigo como poderoso gigante, e) Marta y María: Hemos visto la gloria de Dios en toda su plenitud y, f) Pablo: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Y usted ¿Qué propósitos ha visto en sus sufrimientos? La intención de Dios no es hacer de nosotros cristianos insumergibles sino forjar, moldear y cambiar nuestro carácter. El sufrimiento y el dolor continuarán, pero también continuará la gracia del Señor Jesús la cual nunca nos faltará.