¿Convertido o convencido?
Hay dos tipos de creyentes dentro de los círculos religiosos, los convencidos y los convertidos. Por supuesto, hay un solo grupo genuino de creyente… ¡Los convertidos!
Pero, a través de este capitulo quiero hacer distinción de estos dos grupos que dentro de la iglesia muchas veces se convierten en antagonistas.
El antagonismo religioso surge como una prueba contundente de la discrepancia y rivalidad que estos dos grupos representan. Uno somete su mente y por consecuencia su vida a Dios, mientras el otro por su parte, dice que no es necesario tanto fanatismo y religiosidad para ser un cristiano genuino. Este toma los dos o tres únicos versículos que conoce y con ellos se lanza a la batalla. Esto causa mucho daño a la iglesia del Señor y produce un gran agravio para los pastores que muchas veces tienen que hacer el papel de árbitro, hasta que el creyente alcance la madurez espiritual.
En el Salmo 1 Se ve claramente la diferencia entre un convertido y un convencido. Los dos tratan de levantarse en la congregación o iglesia para servirle a Dios. Uno con la mente espiritual y el otro con la mente carnal. Conociendo la función de la mente carnal y espiritual veamos lo que la Biblia dice: ¿cual será el fin de ambos?
Aquí el salmista comienza haciendo una analogía entre el bueno y el malo. En los siguientes párrafos los define con más claridad y distinción y al final pronuncia el veredicto que le corresponden a cada uno según su propia elección.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores (burladores, detractores) se ha sentado;
Los convertidos
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
Los convencidos
4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
La comparación y la resolución final de cada uno
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá”
Los convencidos viven una vida de tibieza espiritual
Los convencidos o persuadidos, son los que siempre están intentando pero nunca arrancan, son indecisos y vacilantes. Escuchan el mensaje, pero no se someten a el. Había un rey llamado Agripa que había escuchado el testimonio de Pablo, este se interesó en su contenido pero instantáneamente lo desechó, sin haberlo digerido, por la falta de compromiso con el. (Hechos 26:28)
Los convencidos son, los que se acercan a los que están en su misma condición, para intercambiar impresiones perjudiciales con un enchape de apariencia espiritual. Estos son los que se unen para juzgar conforme a su criterio, sin tener en cuenta el de Dios; y los que se proyectan en los demás para justificar sus faltas.
Este grupo es fácil de identificar, por los consejos perniciosos y las decisiones dañinas que toman con su vida, la cual, a la postrer las quieren propagar y diseminar entre los demás.
Ese tipo de grupo son: discrepantes, opositores a los designios de Dios en la iglesia, burladores de los que son sensitivos al Espíritu y funcionan bajo un espíritu antagónico y hostil.
Estos no podrán ejercer un liderazgo importante en sus iglesias por su incompetencia y falta de carácter espiritual. La inconstancia y el doble ánimo serán su estilo de vida y nunca llegaran a ser eficaces, por la mediocridad espiritual que los embarga. Son capaces hasta de compararse con los demás y decir que ellos están mas capacitados.
Entre ellos, los más atrevidos, intentarán y hasta exigirán posiciones de sus líderes eclesiásticos, reclamando su derecho de antigüedad en la iglesia y haciendo exposiciones de sus capacidades sobresalientes entre los demás, para ejercer un merecido liderazgo.
Ejercerán presión sobre sus pastores anunciado su retiro de la iglesia si no ceden a sus demandas. Si los líderes espirituales, no están bien fundamentados, caerán en la trampa de los convencidos ubicándolos en la posición equivocada por complacer sus exigencias, trayendo como consecuencias, un estorbo a la obra de Dios que impedirá su avance.
La Biblia dice que los pecadores no podrán levantarse en la congregación de los justos. Estos estarán de iglesias, en iglesias buscando la posición deseada, hasta que se encuentren con un líder, que en su afán de retenerlos le ofrecerán, sin medir consecuencias, todos los ministerios que este reclame. Una vez, que haya hecho un gran estrago espiritual en la obra, saldrá de esa iglesia apresurado para continuar su misión destructiva en otra.
Estos eternos peregrinos nunca encuentran descanso para sus pies, porque no tienen un fundamento estable donde apoyarlos.
El llamado de Dios es al arrepentimiento
Si no hay un verdadero arrepentimiento no hay una solidez espiritual. Usted se preguntará: ¿Cuál es el verdadero arrepentimiento?... ¿Es que hay un arrepentimiento verdadero y otro falso? La respuesta es SI. El verdadero arrepentimiento es el que produce frutos. En cambio, el falso es el que mantiene los mismos estándares y patrones por años dentro de la iglesia, sin notarse la diferencia.
De la única manera que un convencido puede hallar paz y refrigerio para su corazón, es a través del arrepentimiento. Este es el primer paso para convertirse al Señor.
“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. (Hechos 3:19)
La Biblia dice que si no se convierten de corazón serán arrancados como el tamo que arrebata el viento. Tampoco tendrán la oportunidad de levantar una voz acusadora, para inculpar al pecador, ni mucho menos excusarse en el gran día del juicio. (Salmos 1:4-5)
“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”. (Joel 2:12-13)
Los convertidos y su deleite espiritual
Hay una gran diferencia entre un convertido y un convencido. El primero es un individuo bienaventurado, el segundo es un desventurado.
Bienaventurado es la traducción de la palabra griega “Makarios” que significa feliz, alegre, dichoso, satisfechos, etc. El salmista dice que es bienaventurado porque vive una vida de consagración total, apartado de los deseos mundanales que batallan contra el alma.
Un convertido no se une con yugos desiguales para participar de sus desenfrenos, ni se asocia con el pecador para participar del consejo de los malos. Este no critica, sino ora, no destruye sino edifica, no exige sino espera, no aguanta la maldad del impío, pero tampoco se convierte a ellos. No se sienta en la silla de los escarnecedores para participar de sus propiedades destructivas, sino los combate con paciencia y doctrina, desde su posición espiritual.
Un hermano converso tiene hambre de la palabra de Dios y en ella medita todo el tiempo; es su alimento y el deleite de su alma. Nunca cree que ha leído, ni sabe lo suficiente para dejar de escudriñarla. No es autosuficiente, ni vive independiente de Dios, es todo lo contrario, reconoce que sin el nada puede hacer.
Son los que se plantan en una iglesia, echan raíces profundas y tienen un tiempo donde sus frutos comienzan a distinguirse. Siempre están dispuestos a suplir cualquier necesidad imperante en la obra, sin mirar lo grande o pequeña que sea la labor. Nunca miran con desaire las ocupaciones sanitarias de una iglesia. Más bien las consideran una honra, porque reconocen que mantener en condiciones el templo de Dios es una de las virtudes y privilegios de los que aman su casa.
Son los hermanos, que su follaje espiritual siempre estarán reverdecidos, saludables y lozanos. Es decir, su semblante, su carácter y sus motivaciones espirituales siempre estarán nutriéndose y fortaleciéndose en Dios. Por eso es, que sus hojas tienen consistencia, no caen y todo lo que hacen prosperará. Estos son los que se levantaran en el día del juicio para juzgar al mundo. (1 Corintios 6:2-3)
Para concluir, los convertidos no son removidos con facilidad de sus convicciones y de la voluntad de Dios, pase lo que pase. Son parte de la solución, nunca del problema.