Ha sido despreciado, escondido, castigado, flagelado, torturado, descuidado, disecado o quemado. Por otro lado, ha sido exaltado, mostrado, estudiado, dibujado, adorado y venerado…¿Qué es? El Cuerpo Humano. ¿Qué dice la gente de este conjunto de tejidos, huesos, estructuras y fluidos? ¿Lo adoramos o lo despreciamos? ¿Es útil o nos estorba?
Con respecto al cuerpo humano ha habido posturas extremas. Hay quienes desprecian al cuerpo y hay quienes adoran al cuerpo. Hay quienes no le dan importancia y hay quienes piensan que es lo único que existe.
Existen tantas ideas, preguntas y posturas acerca del cuerpo humano que es importante que entendamos lo que dice Dios acerca de nuestros cuerpos para distinguir la verdad de las mentiras del mundo. Estamos en el medio tiempo para reflexionar y pensar qué hemos hecho y qué deberíamos hacer con nuestros cuerpos.
Hay un punto de partida desde la perspectiva bíblica acerca del cuerpo que debe quedar muy claramente establecido: El cuerpo es parte integral del ser humano.
Génesis 2:7 dice: “Y Dios el SEÑOR formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente”.
Aquí vemos claramente que, como humanos, somos seres conformados por una unidad compleja de dos aspectos: un aspecto espiritual (hálito de vida) y un aspecto material (polvo de la tierra, nuestro cuerpo).
Dios nos constituyó seres integrados por esta compleja unidad del cuerpo y el alma. En nuestro ser, existe esta interdependencia natural entre el aspecto espiritual y el aspecto material. Fuimos hechos para vivir integradamente de esta manera. De hecho, la muerte es descrita en la Biblia como un enemigo porque separa lo que se supone que fue hecho para ser inseparable.
Somos como el frijol con puerco. Si tienes frijol sin puerco, no tienes frijol con puerco. Si tienes sólo puerco, no tienes frijol con puerco. De igual manera para que el ser humano esté completo necesita su cuerpo y su alma integradamente juntos, funcionando en unidad.
Esta unidad de cuerpo y alma es muy importante y necesaria para la vida humana. Por lo tanto, es necesario tener una perspectiva correcta del cuerpo que Dios nos ha dado.
Lo que queremos enfatizar este día con respecto al cuerpo es combatir una mentira respecto al cuerpo que está rondando mucho en el ambiente social en el que nos movemos. La gente, en general, maneja esta idea o vive de manera práctica creyendo en realidad esta idea. La mentira parase ser una declaración tan cierta que podíamos ser tachados de lunáticos por sugerir lo contrario. La mentira es esta: “Tu cuerpo te pertenece”.
Estamos hablando este mes de ser buenos administradores de lo que Dios nos ha dado (dinero, tiempo, dones, etc.) y hoy nos toca hablar del cuerpo. Quizá concebimos que somos administradores del dinero, del tiempo, de los dones y nos es fácil ver que todo esto viene de Dios, pero el cuerpo es tan íntimo, tan “nuestro” que quizá nos cuesta concebirlo como que es de alguien más o pertenece a alguien más.
Además que en nuestro entorno escuchamos repetidas veces a través de los medios de comunicación declaraciones como estas: “Es mi cuerpo y puedo hacer con él lo que yo quiera” o “Nadie me tiene que decir lo que debo hacer con mi cuerpo”. Por ser una parte tan integral del ser humano, existe la creencia falsa de que cada individuo es dueño y señor absoluto sobre su cuerpo. Nos sentimos con derechos totales sobre nuestro cuerpo.
Pero la Biblia no nos enseña así. Al contrario, la Escritura nos aclara como están las cosas. En 1 Corintios capítulo 6 a partir del versículo 12 encontramos esta enseñanza. Para dar un poco de contexto debemos decir que los Corintios habían mal entendido una enseñanza del apóstol Pablo sobre la libertad cristiana.
Pablo les había enseñado que Dios hizo el estomago capaz de comer todos los alimentos y que podían comer de todo con acción de gracias. Esto era por las restricciones en cuanto a la comida en la que insistían los judíos. Pero ellos llevando este principio de libertad lo aplicaron al asunto del cuerpo y en particular al sexo. El versículo 13 nos dice: «Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos»; así es, y Dios los destruirá a ambos. Pero el cuerpo no es para la inmoralidad sexual sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.”
La lógica de los Corintios era esta: Dios nos dio nuestro estómago. Es nuestro para usarlo y fue hecho para la comida. Dios también nos dio el cuerpo. Es nuestro para que lo usemos como queramos y si nuestro cuerpo fue hecho susceptible del placer sexual, pues hay que usarlo para el sexo como queramos”. “Así como podemos comer de todo con el estómago que Dios nos dio, así también podemos experimentar cualquier tipo de práctica sexual con nuestro cuerpo.”
El apóstol les aclara: De ninguna manera, el cuerpo NO es para la inmoralidad sexual. No pueden hacer con su cuerpo lo que les de la gana. Su cuerpo no es suyo. El cuerpo es para el Señor. Para que lo administren como Dios quiere y manda. El único sexo que pueden practicar es el que glorifica a Dios, no la inmoralidad sexual.
Los Corintios habían llegado al grado de ir con prostitutas y pensar que no le estaban dando un uso pecaminoso a su cuerpo. Después de todo, pensaban, el cuerpo lo destruirá Dios. No es tan importante, puedo hacer lo que quiera. Pablo responde, “De ninguna manera” y nos enseña en contra de esa mentira de que “el cuerpo es tuyo y haz lo que quieras con él”.
El apóstol dice, v. 15¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo mismo? ¿Tomaré acaso los miembros de Cristo para unirlos con una prostituta? ¡Jamás!
Todo tú eres parte del cuerpo de Cristo. Nuestros cuerpos no son nuestros son miembros de Cristo. Así que cuando practicamos inmoralidad sexual estamos manchando el cuerpo y los miembros de Cristo infamemente. No te pertenece tu cuerpo. Es de alguien más. No puedes hacer con él lo que te de la gana.
Y luego apunta de nuevo el apóstol v. 19 ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños;
Nuestros cuerpos no son nuestros. Son un templo para el Espíritu Santo. No somos nuestros propios dueños. La tercera persona de la trinidad ha hecho su morada en nosotros. Es su templo. Es un santuario, para la gloria de Dios.
Tu cuerpo es un recito que le pertenece a alguien más. No puedes, por tanto, opinar ni hacer lo que quieras con él. Hace algunos años, la casa familiar donde viví como por 15 años de mi vida, se había convertido en un salón de belleza. No me agradó mucho ver mis recuerdos de niñez entre tubos, permanentes, lacas, gel y uñas postizas. Pero aunque estuviera en desacuerdo con el uso que se le estaba dando a la casa, no podía opinar, ni quejarme, ni decir qué era lo que se debía hacer, ¿Por qué? Porque esa casa ahora le pertenece a otra persona. No puedo decirle al dueño que es lo que debe o no hacer con Su casa.
La Biblia enseña, como vemos en este pasaje, que no somos nuestros propios dueños. El dueño de este cuerpo, no lo tiene abandonado, sino que lo ocupa. El pasaje dice que el Espíritu Santo está en nosotros. El dueño es residente de esta casa. Nosotros somos mayordomos o administradores de esta casa y no somos los dueños.
El apóstol remata en el versículo 20 de la siguiente manera: v. 20 fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.
Aquí se usa el lenguaje del precio que se pagaba por un esclavo. Cristo vivió, murió y resucitó para comprarnos para que seamos siervos de Dios. Hemos dejado de servir a las tinieblas, ahora servimos al reino de Dios. Ya no puedes estar deshonrando a aquel que te compró para sí usando tu cuerpo como te de la gana. Has sido comprado por precio. Alguien te compró, ya no te perteneces. Eres de alguien más.
En resumen, en contra de la mentira de que nuestro cuerpo es nuestro y podemos hacer lo que queramos, la Escritura nos enseña: No eres el dueño. El cuerpo es para el Señor. Nuestros cuerpos son parte de los miembros de Cristo, eres templo del Espíritu Santo, y has sido comprado por un precio.
La conclusión es muy lógica. Puesto que no eres tuyo, sino Dios es el dueño…entonces, tu cuerpo es para la gloria de Dios.
El mismo apóstol Pablo en la epístola a los Romanos 6:12-13 dice: “Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia”
Usar tu cuerpo para la gloria de Dios, implica que, de manera decidida, vas a usar tu cuerpo para obedecer a Dios. Vas a usar tu cuerpo como instrumento para la justicia. Vas a renunciar a toda práctica, hábito o acción que complazca a la naturaleza pecaminosa, y vas a buscar intencionalmente practicar, realizar o hacer todo aquello que agrade a Dios.
El cuerpo no es para que sigamos nuestros propios deseos, ni para que lo usemos para la maldad. Nuestro cuerpo es para la gloria de Dios.
Esto implica negarte a usar tus ojos para mirar lo que contamina tu alma. Esto implica usar tus oídos para escuchar, con sinceridad de corazón, la Palabra de Dios y cerrar tus oídos a otras voces mentirosas que quieren sacarte del camino de Dios. Esto implica usar tu boca para hablar palabras edificantes y de gracia para los oyentes. Eso implica usar tus manos para servir al prójimo. Esto implica negarte a usar tus pies para ir a lugares donde se deshonra abiertamente el nombre del Señor. Esto implica usar tu vigor y fuerza para edificar el reino de Dios.
Debemos presentar los miembros de nuestro cuerpo como instrumentos de justicia porque no nos pertenece. Es de alguien más. Es del Señor. Tu cuerpo es para la gloria de Dios.
Ciertamente, la aplicación de esta verdad es velar lo que hacemos o no hacemos con nuestro cuerpo. Pero también otro sentido en que debemos aplicar la verdad de que nuestro cuerpo le pertenece al Señor es cuidar al cuerpo mismo, pues no es nuestro y debemos entregar buenas cuentas al dueño.
En ese sentido, debemos velar intencionalmente por el bienestar de nuestro cuerpo. A veces, en los círculos cristianos se tiende a pensar que lo único que importa es lo espiritual. Los asuntos del cuerpo se relegan a un segundo plano y a veces, hasta ni se toman en cuenta.
Pero como estamos viendo hoy, no se trata de idolatrar al cuerpo, pero tampoco de descuidarlo. Es importante cuidarlo porque no es nuestro y es para la gloria de Dios.
Por eso, debemos comer adecuada y balanceadamente. Ya a nivel sociedad se va tomando cada vez más consciencia de esto. Cada vez más los nutriólogos van siendo más relevantes en el ámbito cotidiano. Está también el “plato del buen comer” que nos ayuda a prevenir tantos males y a tener una mejor condición general de salud. Pero como todo, el elemento más importante es que uno tenga la voluntad de cambiar sus hábitos alimenticios. Lo que se come y cuánto se come ya depende de nosotros mismos.
Por experiencia propia sé qué tan difícil es propiciar ese cambio. Por muchos años me negué a ser intencional en este aspecto. Pero por la gracia de Dios, por el impuso y ánimo, principalmente de mi esposa y de un experto en el ramo, pude iniciar este proceso de ir cambiando mis hábitos, y después de unos 25 kilos menos todavía me cuesta mucho trabajo, porque estamos batallando contra muchos años de pobre administración del cuerpo que Dios me ha dado.
Y no quiero sonar como el “síndrome del gordito que ya bajó un kilo”. Sí…todos conocemos ese síndrome. Cuando alguien baja un kilo o dos, comienza a hablar, sin que le pregunten, como experto y a decirle a los demás que deberían bajar porque están bastante pasados, cuando sólo ha bajado 1 kilo y le falta mucho camino por recorrer.
No quiero sonar así, pero pienso que es importante cambiar nuestros hábitos alimenticios pues así cuidaremos del cuerpo que no es nuestro, sino pertenece a Dios. Más allá de la salud y la belleza, la motivación principal para cuidar nuestro cuerpo es que es para la gloria de Dios. Comencemos a dar pasos concretos en este sentido.
Y si me gustaría aclarar que también el privarse por completo de los alimentos para no engordar o adelgazar es tan destructivo para el cuerpo como el atiborrarlo de alimentos que no contribuyen a la buena nutrición. La anorexia y la bulimia, que están cada vez más de moda entre las generaciones más jóvenes, atentan también contra la buena administración del cuerpo que es de Dios. Si estás practicando estos hábitos pecaminosos, también necesitas ayuda pronto para abandonarlos y comenzar a alimentar adecuadamente tu cuerpo.
Aunado a la buena dieta alimenticia está el ejercicio regular. ¡Cómo cuesta ser constantes en ejercitar nuestro cuerpo! Algunos somos valientes y comenzamos, pero se cruza cualquier pretexto y lo abandonamos. Siempre decimos, “es que no tengo tiempo”. La verdad, ese es un pretexto. Cuando queremos sacamos tiempo para otras cosas que nos interesan. Al ejercitar tu cuerpo estás siendo un buen mayordomo del cuerpo que Dios te dio. Cuando hagas ejercicios, no sólo pienses en el beneficio físico que traerá a tu vida, sino también en su dimensión espiritual, ya que al cuidar tu cuerpo estás glorificando a Dios, que es el dueño.
Un asunto más respecto al cuidado del cuerpo es el descanso apropiado. La vida tan agitada que llevamos nos lleva a abusar de las horas de vigilia del cuerpo. El cuerpo también necesita descanso. Trabajar es muy bueno, pero trabajar en exceso a costas de la salud del cuerpo, es destructivo y dañino. Cuida tu cuerpo tomando los períodos adecuados de descanso.
En fin, en esto de cuidar el cuerpo hay muchísima información disponible y también, gracias a Dios, cada vez más hay expertos, inclusive entre la membresía de la iglesia quienes nos pueden orientar.
Siempre recordemos que desde la perspectiva bíblica, cuidar el cuerpo no es algo meramente físico sino es también algo espiritual. Ser buenos mayordomos de lo que Dios nos ha dado es algo espiritual. Así como debemos administrar los bienes, el tiempo, los dones, también debemos administrar sabiamente el cuerpo para dar buenas cuentas al dueño que es el Señor.
Estamos en el medio tiempo…tiempo de reflexionar cómo lo hemos hecho y cómo podremos hacerlo en adelante. Te animo a considerar la verdad de Dios: Tu cuerpo es para la gloria de Dios. Glorifica al dueño usando tu cuerpo como instrumento de justicia y prodigándole los cuidados fundamentales para su bienestar y buena salud. Que Dios nos ayude a ser personas que glorifican a Dios con sus cuerpos. Amén.