Santificación para Su gloria
Intro. ¿Has dejado cosas inconclusas en tu vida? Algunas las dejamos inconclusas porque fuimos irresponsables y desidiosos. Para mi vergüenza, puedo decir que en varias ocasiones he dejado inconclusas algunas cosas por irresponsabilidad y desidia, como por ejemplo, en una ocasión, siendo un joven anuncié que iba a dar clases de guitarra gratuitas para quien quisiera. Algunos jovencitos se inscribieron y comenzaron las clases, conforme fue avanzando el tiempo, se me fue haciendo cada vez más pesado sostener las clases. Convenientemente, llegaron las vacaciones y retiré a mis alumnitos. El problema es que se acabaron las vacaciones y nunca jamás volví a reanudar las clases sino simplemente “me hice al mismo”.
Algunas cosas las dejamos inconclusas por irresponsabilidad, pero otras, las dejamos inconclusas porque sencillamente nos vemos imposibilitados de terminarlas ya sea por algún problema físico o alguna circunstancia que nos impide concluir lo que hayamos empezado. Como cuando quise llegar para el nacimiento de mi hijo, estando yo en la ciudad de Orlando Florida. Por más que moví mar, cielo y tierra con tal de conseguir un boleto de avión para llegar, pero lo más que pude hacer es llegar cuando ya tenía un día de nacido. A veces, las circunstancias o cosas fuera de tu control, te impiden concluir o lograr lo que te propones.
Seguramente, puedes pensar en situaciones a lo largo de tu vida en las que has dejado cosas inconclusas ya sea por irresponsabilidad o por imposibilidad. Aunque esto es bastante común en la esfera humana, es algo inaudito en la esfera divina. ¡Dios NUNCA deja algo inconcluso! ¡Dios nunca deja algo incompleto! Dios siempre completa lo que se propone. ¡Estas son buenas noticias!
Dios no dejará inconcluso algo por irresponsable o porque, sencillamente, se vea imposibilitado de terminarlo. Dios terminará lo que ha empezado. Filipenses 4:5 nos dice: “…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. (Filipenses 4:6 RV60)
Dios termina aquello que ha empezado. Y como se nos decía la semana pasada, Dios hizo una declaración legal que beneficia a aquellos que están en Cristo, es decir, aquellos que creen en la obra y persona de Jesús como el Señor y salvador de sus vidas.
A esta declaración legal se le llama: “Justificación”. ¿Qué es esto? Es un acto de gracia por parte de Dios, por medio del cual, declara como “justas” a personas pecadoras como tú y yo; es decir que personas como tú y como yo son considerados justos o rectos, como si nunca hubieran pecado. ¡Te imaginas! Piénsalo…¿Cómo es posible que yo sea declarado justo, recto, intachable, irreprensible, aceptado por Dios?
La respuesta es porque no se está tomando en cuenta tu desempeño, o tus obras, o tu propia “justicia”. Si así fuera, saldríamos reprobados o tendríamos un déficit impresionante. Lo que hace Dios para declararnos “justos” es un intercambio maravilloso y de gracia. Toma nuestro pecado y nuestra culpa y la carga a la cuenta de Jesús (Por eso murió como si fuera el más ruin de los pecadores, siendo el ser más puro que ha pisado la tierra). Y toma la vida de rectitud perfecta de Cristo, toma todo el mérito precioso logrado por Cristo, por su vida de perfecta santidad, y en su gracia, lo acredita a nuestro favor, lo adjudica a nuestra cuenta, como si esa justicia perfecta fuera nuestra.
Y entonces hace su declaración de gracia: “Declaro que “Juan” (María, Pedro, etc.) es justo con respecto a mi ley. No hay más condenación para él. Estoy en paz con él. Ya no es culpable, lo acepto en mi presencia. Lo adopto como mi hijo para siempre”. Esta es la “justificación”. Este regalo se recibe por medio de la fe (creyéndolo). Esta es la buena obra que Dios ha iniciando en los que están en una relación creciente con Cristo por medio de la fe. Nos ha declarado “justos”.
¡Esto es maravilloso! Ser declarado justo o estar justificado. Pero la gracia bendita de Dios no acaba allá. El hecho de ser declarado justo o justificado no acaba automáticamente con nuestra vida pecaminosa. Todos sabemos que somos pecadores – justificados..sí – pero aun seguimos pecando. Y es allí donde interviene la gracia de Dios para completar lo que ha iniciado. Ciertamente Dios nos recibe como estamos. No nos dice que compongamos nuestra vida antes de acercarnos a él. Pero Dios nos ama tanto que no nos deja como estamos, sino nos va cambiando a lo que debemos ser y nos va llevando hacia donde debemos ir.
Es decir, los que Dios ha declarado justos, a los que Dios ha justificado, continúan a partir de ese hecho, en un proceso que dura toda la vida que se llama la santificación. A los declarados justos, Dios va haciendo que día a día, ya no sólo tengan el título de justos, sino que ese título se vaya viendo, observando y palpando en la vida diaria en el espacio y el tiempo.
Dios continúa en nosotros la obra que comenzó en la justificación y ese nueva posición y relación con Dios se va manifestando inevitablemente en la vida diaria de todos los que han puesto su confianza en Jesucristo. La Justificación y la santificación son inseparables. Si has sido justificado, automáticamente se ha iniciado en ti el proceso de la santificación. Y debemos aclarar que aunque Dios está obrando activamente en ti por el Espíritu Santo, nosotros no somos totalmente pasivos en este proceso, sino tenemos una participación activa, y debemos ser responsables en usar todos los recursos que Dios nos da para progresar en nuestra santificación.
Para que podamos entender un poco más este asunto de la santificación, vamos a ver un pasaje en 1 Tesalonicenses 4:1-8
El apóstol comienza diciendo en los versículos 4:1-2:
1 Por lo demás, hermanos, les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que sigan progresando en el modo de vivir que agrada a Dios, tal como lo aprendieron de nosotros. De hecho, ya lo están practicando.2 Ustedes saben cuáles son las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús.
Aquí podemos entender un poco más en qué consiste la santificación. Pablo dice en el versículo 1 que “sigan progresando en el modo de vivir que agrada a Dios”. La santificación es “progresar en el modo de vida que agrada a Dios”. Es algo que ocurre progresivamente. Es algo que va en aumento. Otras versiones dicen: “que abunden más y más”.
La santificación es un proceso ascendente. Es un proceso que nos lleva hacia delante. Por un lado, la justificación es una declaración puntual. Es un acto legal que ocurre una vez y para siempre. Pero, la santificación, es decir, progresar en el modo de vivir que agrada a Dios, es un proceso que dura toda la vida. Es un proceso que va en aumento. En el que debemos abundar más y más.
La esencia de la santificación es abundar o progresar en actitudes, palabras, acciones, decisiones, pensamientos, perspectivas, relaciones que sean vividas de acuerdo con lo que agrada a Dios como lo ha revelado en la Escritura. Es decir, la santificación es parecerse cada día más a Jesús. Progresar hacia la meta de ser un reflejo del carácter de Cristo. Es el proceso de transformación de nuestras vidas de ser personas que vivían egoísta y pecaminosamente a ser personas que vivan para glorificar a Dios. La Santificación es este proceso continuo que se ha iniciado en todos los que han sido justificados.
Los versículos 3-6 nos dicen algo más de la santificación:
3 La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la inmoralidad sexual;4 que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa,5 sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a Dios;6 y que nadie perjudique a su hermano ni se aproveche de él en este asunto. El Señor castiga todo esto, como ya les hemos dicho y advertido.
El versículo 3 comienza diciendo que la voluntad de Dios es que seamos santificados. Es muy importante subrayar esto. A veces te preguntas ¿Qué quiere Dios en esta situación? ¿En esta relación? La respuesta es clara: La voluntad de Dios es tu santificación. Es decir, que progreses en el modo de vivir que agrada a Dios. Esto es lo que Dios quiere, esta es su voluntad. Lo único que hay que hacer es preguntarnos cómo puedo agradar a Dios en esta situación o en esta relación, de acuerdo con lo que ha revelado en la Escritura.
Si estás en una relación que Dios desaprueba en la Escritura, no tienes qué preguntarte cuál es la voluntad de Dios al respecto. No tienes que preguntarte, ¿será que Dios quiere que yo siga en esta relación o no? La respuesta ya está dada: La voluntad de Dios es tu santificación. Si Dios no aprueba este tipo de relación, entonces, ten por cierto que no puedes vivir glorificando a Dios de esa manera, por lo tanto, va en contra del proceso de santificación. Y si estás haciendo algo que no contribuye para tu santificación estás haciendo algo que va en contra de la voluntad de Dios.
En el caso de los tesalonicenses, ellos querían vivir en inmoralidad sexual, siendo gobernados por sus deseos inmorales pecaminosos, como si nunca hubieran conocido a Dios, como vivía el resto de la población no creyente. Por eso, Pablo les recuerda que deben apartarse de la inmoralidad sexual, porque de seguir viviendo así, no estaban progresando en el modo de vida que agrada a Dios. Y lo que Dios quiere, lo que Dios desea, la meta de Dios, lo que Dios requiere es que cada uno de los que son de Cristo vayan progresando, aumentando, avanzando en la santificación…esta es SU VOLUNTAD.
Los versículo 7-8 agregan algo más al respecto de la santificación:
7 Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad;8 por tanto, el que rechaza estas instrucciones no rechaza a un hombre sino a Dios, quien les da a ustedes su Espíritu Santo.
El versículo 7 nos aclara que el llamado de Dios es la santidad. La vocación que Dios nos ha puesto es la de ser santificados. La meta o aspiración que todo creyente en Cristo debe atesorar es progresar en el modo de vida que agrada a Dios. La santificación es el llamado de Dios.
Es decir, que no es algo secundario en la vida cristiana, que no es algo opcional o trivial para los que creen en Cristo. La santidad es lo que debe consumir nuestro tiempo y dedicación. ¡Es el llamado de Dios! Es decir, que debemos ser activos, buscando cada día progresar en el modo de vida que agrada a Dios. Cada día poniéndonos en la lupa de Dios para que nos muestre todas nuestras imperfecciones. Todos los días yendo a trabajar al “gimnasio” de Dios para desarrollar músculo espiritual en la vida cotidiana, al enfrentar situaciones difíciles, relaciones complicadas y decisiones desafiantes.
Resumiendo entonces, la Santificación es un proceso, es la voluntad de Dios y es el llamamiento de Dios. Si has sido justificado en Cristo Jesús, no hay duda…ya estás en este proceso de santificación. La voluntad de Dios para tu vida es que cada día cambies tu modo de vivir a una vida que agrada a Dios y Su llamamiento es que busques activamente, por todos los medios y en todas las situaciones, vivir de esa manera.
Quizá digas, todo esto está muy bien, pero cómo lo hago, de dónde hallo fuerzas para enfrentar las tentaciones, afrontar las luchas, permanecer fiel, para avanzar en mi santificación. Creo que es muy pertinente lo que dice Tito 2:11-13.
11 En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación12 y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio,13 mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.
La clave para la vida cristiana es nunca perder de vista la gracia de Dios. El versículo 11 hace una declaración que ya conocemos bien: “La gracia de Dios se ha manifestado y trae salvación”. Como hemos dicho, la salvación es por gracia. La justificación es por gracia. Dios nos ha aceptado en Cristo como Su hijos, por gracia. Nadie lo merece ni puede comprar lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo.
Pero a partir del versículo 12, nos dice algo que puede revolucionar la manera en la vemos la vida cristiana. A veces pensamos que la gracia es sólo para salvarnos. Estamos muy convencidos que la salvación es por gracia. Pero el versículo 12 nos dice que la gracia hace su obra completa. No sólo nos justifica sino también nos santifica.
El versículo 12 dice que la gracia nos “enseña”. La gracia es nuestra maestra, guía, fuente de fuerza y sabiduría. La gracia, o ese amor no merecido que Dios nos ha dado en Cristo, no es enseña dos cosas: 1. Rechazar y 2. Vivir.
Rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Rechazar todo aquello que no agrada a Dios. Todo aquello que no glorifica a Dios. La santificación se trata de rechazar todo lo que ofende a Dios, es decir el pecado. Rechazar en nuestras vidas la inmoralidad sexual, el egoísmo, el orgullo, la soberbia, el chisme, la necedad, la mentira, la incredulidad, el temor al hombre, los celos, la envidia, y podríamos seguir y seguir la lista.
Es en respuesta al gran amor de Dios en Cristo, que podemos estar alertas en nuestras propias vidas y a nuestro alrededor para no participar, para abandonar, o rechazar todo aquello que ofenda el nombre de nuestro Dios.
Si estás en una relación creciente con Cristo, seguramente has comenzado a ver en tu vida los efectos de esta gran maestra que es la gracia. Hay cosas en tu vida que antes eran tu “mero mole”, pero ahora ya te sientes incómodo alrededor de ellas. Esos cambios los está operando la gracia de Dios en ti. Por eso, con toda intencionalidad debemos despojarnos de esos viejos hábitos pecaminosos, debemos rechazar toda perspectiva, actitud, tendencia que no glorifica a Dios. Debemos estar atentos para batallar frontalmente contra esas pasiones desordenadas a las que nuestro corazón es tentado.
La gracia nos enseña a rechazar el pecado y progresar en el modo de vida que agrada a Dios. Pero la gracia nos enseña algo más. Como dice el mismo versículo 12, la gracia nos enseña a vivir con rectitud o justicia, de una manera piadosa y con dominio propio. La vida cristiana no sólo se trata de rechazar el pecado, sino de ser activos e intencionales en vivir haciendo lo que agrada a Dios, aumentando nuestra dependencia, amor y devoción en él, y viviendo sujetos y obedientes a sus mandamientos.
La santificación implica, entonces, abandonar el pecado y vestirnos del carácter de Cristo. Y esto es algo que la gracia de Dios nos enseña. Es por la vida, muerte y resurrección del Señor Jesucristo que nos reconcilió con Dios, aunque no lo merecíamos, que podemos responder santamente a los desafíos que nos presenta la vida. Por eso este día decimos: Por la gracia de Dios, avanza en tu santificación.
Es confiando en su gracia que puedes decir “no” al pecado. Es dependiendo de tu Padre de Gracia que puedes amar en vez de odiar, perdonar en vez de guardar amargura, insistir en vez de claudicar, callar en vez de chismear, mantener tu pureza sexual en vez de enlodarte con la inmoralidad sexual, trabajar en vez de robar, vivir en la verdad en vez de seguir diciendo mentiras, controlarte en vez de explotar, confesar en vez de endurecer tu corazón, buscar la paz en vez de enredar el conflicto…en fin, al estar constantemente consciente y confiando de la gracia de Dios en Cristo para tu vida puedes ser intencional, insistente y enfocado en progresar en el modo de vida que agrada a Dios. Por la gracia de Dios, avanza en tu santificación.
Cuando mi hijo Josué era muy pequeño en una ocasión le pedí que me ayudara a mover una silla. Cargue todo el peso de la silla y la levanté, y le pedí a Josué que agarrara una de las patas de la silla. Así movimos la silla de lugar. Algo parecido está haciendo Dios en nuestras vidas en cuanto a nuestra santificación. El, por gracia, ha comenzado un proyecto que tuvo su inicio con la justificación y que continúa ahora con la santificación y está determinado a completarlo. Dalo por hecho, esto no quedará a medias o inconcluso. Nuestras vidas llegarán a donde deben llegar. De eso Dios se encarga.
Pero también en su gracia, nos da en este proceso una participación activa. Es como la participación de mi hijo Josué al mover la silla (si quieres), pero es participación activa. Es decir, que Dios nos da el privilegio de ser intencionales, activos y responsables en avanzar en nuestra santificación. Por eso seamos activos y responsables en echar mano de todos los medios que nos da en su gracia para avanzar en la santificación.
Por eso, en respuesta a su gracia, incorpora a tu vida la disciplina de leer, estudiar, meditar y aplicar la Escritura. Se constante en comunicarte con tu Padre en oración. Se intencional en buscar la comunión con tus hermanos en Cristo en el culto congregacional y en los grupos pequeños. Busca la exhortación y la rendición de cuentas en tu comunidad de fe. Participa activamente en los sacramentos. Aprovecha todas las oportunidades que te presenta la vida para rechazar el pecado y vivir de un modo que agrade a Dios. Por la gracia de Dios, avanza en tu santificación.
Vivamos confiando en Su gracia que nos salva y nos santifica. Vivamos intencionalmente obedientes a Su voluntad. Vivamos aspirando siempre a cumplir nuestro llamamiento. Dios ha iniciado Su gran obra en ti y en mí, por lo tanto, vivamos cada día anhelando y buscando intencionalmente ser cada vez más como Jesús para la gloria de Dios.