El tesoro de la alabanza
Mateo 6:13; Salmo 22:3
Introducción:
Este es el último tesoro que estaremos escudriñando, no porque no hay más, sino por motivo del tiempo. Es maravilloso ver como regresamos al lo mismo que se trató al principio, la alabanza y el magnificar a Dios. Este versículo hace recapitulación del mo-delo de oración, principia con alabanza y termina con alabanza. Deja por sentado que ya sabemos dónde está el reino de Dios, que conocemos su poder y por esto le damos gloria. Si realmente creemos que Dios es Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente, ¿no debe haber dentro de nuestro espíritu una reverencia de proporciones profundas? Y este conocimiento de Su gran majestad ¿no inunda nuestro ser para hacer que nos postremos en humilde reverencia, de adorarle, de irrumpir en alabanza y adoración es-pontánea?
Me parece que no nos damos cuenta cuánto empobrecemos nuestra alma al no adorar y alabar a nuestro Supremo Dios. No solo merece nuestra adoración, sino que lo espera. La relación entre Dios y cristiano tiene un paralelo con la relación entre un padre y un hijo. Cuando un hijo se acerca con sinceridad con expresiones tiernas de amor, gratitud y aprecio, el resultado es que el corazón del padre es movido y da más y más a su hijo. Esto es lo que sucede con nuestro Padre celestial, el anhela colmarnos de amor, bendiciones cuando nosotros nos acercamos a Él como nuestro TODO.
Después de que hayamos presentado nuestras peticiones a nuestro Abba Padre, debe-mos darle nuestra alabanza. Las palabras “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los signos”, son palabras que carecen de sentido para la mayoría. Pero, nosotros sabemos que es una invitación a participar de su reino, su poder y su gloria.
Primeramente hay que tratar y conocer algo sobre la alabanza…
1. Significa la acción de glorificar a Dios, de ensalzarlo y bendecirlo, especialmente con himnos y canticos, música y danza.
La alabanza es una de las manifestaciones a las que en la Biblia se nos invita con frecuencia. Dios se revela digno de alabanza por todos sus beneficios con el hombre. La alabanza resulta con toda naturalidad como agradecimiento y como bendi-ción por todos los beneficios recibidos.
Hay varias palabras hebreas en el Antiguo Testamento que demuestran cómo debemos alabar.
A. hallal: significa estar tremendamente entusiasmado, exaltar, ufanarse, vociferar, celebrar. Esta clase de alabanza se hace a viva voz.
B. barak: significa bendecir, declarar a Dios como fuente de poder para alcanzar el triunfo, la prosperidad, la fertilidad; estar en quietud. Esta alabanza puede ser suave, susurrada, con mucha reverencia.
C. shabach: significa alabar, dirigirse a alguien a viva voz, gritar.
D. todah: significa extender las manos en gratitud. El Salmo 134:2 dice “Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová”.
E. yadah: significa adorar con las manos extendidas, extender las manos hacia adelante, disfrutando de Dios. El Salmo 107 nos repite cuatro veces “Alaben (yadah) a Jehová porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia”.
F. No sólo debemos usar nuestros labios y nuestros cuerpos para adorar y alabar; también debemos emplear la música. Zamar: significa pulsar las cuerdas de un instrumento, o alabar con un canto.
G. La última palabra que trataré, aunque hay muchas más, es tehillah que significa cantar en el Espíritu o cantar salmos. David fue un hombre que sabía muy bien cómo alabar y adorar a Dios. Tenemos muchos ejemplos de sus palabras, la mayoría de los Salmos. El libro de los Salmos termina con una exhortación en el Salmo 150, Hallal a Dios en su santuario; barak en la magnificencia de su firmamento. Shabach por sus proezas; barak conforme a la muchedumbre de su grandeza. Tehillah a son de bocina; Zamar con salterio y arpa. Tehillah con pandero y danza; Zamar con cuerdas y flautas. Hallal con címbalos de júbilo. Todo lo que respira hallal a Adonaí. Aleluya.
2. El reino
A. Alabe al Señor porque él lo ha trasladado del reino de tinieblas al reino de amor y luz… Cristo dijo “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). Sí, ese lugar donde habita nuestro Abba Padre, ha de ser nuestro. Declare: “El Señor me guardará de todo mal, y me hará morar en su reino celestial” (2ª Timoteo 4:18).
B. Pablo también nos enseña que somos partícipes del reino de Dios. “Con gozo dando gracias al Padre que nos ha… trasladado al reino de su amado Hijo…” (Col. 1:12-14). Alabe a Dios porque él lo ha invitado a participar de su reino. Por tanto, cuando ore “porque tuyo es el reino”, puede alabar a Dios el Padre que lo ha librado de las tinieblas y lo ha llevado al reino de amor y luz admira-ble.
3. El poder
A. Dios nuestro Padre nos ha hecho partícipes de su poder. El da fortaleza y poder a su pueblo, (Mateo 28:18 Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra… y continúa en Lucas 10:19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará). Alabe al Señor porque él lo ha invitado a participar de su poder.
B. Pablo nos dice: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos EN el Señor, y EN el poder de SU fuerza (Ef. 6:10). La fuerza NO es nuestra sino de Dios. Declare: “Soy fuerte en el Señor y en el poder de su fuerza”.
4. La gloria – ¿Qué es la gloria de Dios? Es el resplandor que emana de Su persona, el aura cegadora de todas sus perfecciones. Esta gloria, comparable a un fuego devorador anonada, abate e inspira temor, respeto y adoración; el hombre no puede ver la gloria real de Dios y seguir vivo. Es la naturaleza y actos de Dios en ma-nifestación de Sí mismo; esto es, lo que Él esencialmente es y hace, tal y como queda exhibido en cualquier forma en que se revele a Sí mismo en estos aspectos, y particularmente en la persona de Cristo, en quien esencialmente Su gloria siempre ha resplandecido y siempre resplandecerá. Es la evidente perfección de Su carácter, especialmente su justicia. Aunque todos estábamos destituidos de la gloria de Dios, nos ha invitado a ser partícipes de Su gloria. La carta a los Hebreos en 2:10 hace alusión que el Hijo habiendo de llevar muchos hijos a la gloria se sacrificó.
A. Contemple a Dios en Cristo. Al contemplar la gloria de Dios vemos a Cristo. Y un misterio tan sublime es que el creyente “mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
B. Ande de manera que traiga honra a Dios. ¿Le maravilla que Pablo nos encarga que andemos como es digno de Dios, que nos llamó a su reino y gloria? (1ª Tes. 2:12 y os encargábamos que anduvieseis como es dingo de Dios, que os llamó a su reino y GLORIA). Somos cartas abiertas, leídas por todos. Cuando los inconversos miran las buenas obras de un hijo de Dios, al alabarnos realmente alaban al Padre. Es una gran responsabilidad ser hijo del Dios viviente.
C. Haga oírse su alabanza y gloria. “Te alaben, oh Jehová, todas tus obras, y tus santos te bendigan. La gloria de tu reino digan, y hablen de tu poder, para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, y la gloria de la magnificencia de su reino. Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas las generaciones”. (Salmo 145:10-13)
Conclusión:
En estas siete semanas hemos descubierto siete Tesoros del Padrenuestro y esto es solamente una mirada pequeña de los muchos más tesoros que hay.
El primer tesoro que descubrimos fue el Tesoro de la paternidad de Dios y nuestra ciu-dadanía celestial. Le llamamos a Dios “Abba Padre” por el sacrificio de Su Unigénito y por Su amor eterno y que por ello ya estamos sentados en lugares celestiales y allí está nuestra ciudadanía.
El segundo tesoro fue lo que Jehová nos promete a través de Su nombre y cómo po-demos santificarlo. Tratamos solamente nueve de Sus nombres y lo que Dios estableció que sería para nosotros: Jehová-Tsidkenu (Justicia), Jehová-Shalom (Paz), Jehová-Sama (Omnipresente), Jehová-M’Kaddesh (Santificador), Jehová-Rophe (Sanador), Jehová-Jireh (Proveedor), Jehová-Nisi (Bandera, estandarte), Jehová-Sabaoth (Adalid), Jehová-Rohi (Pastor).
En tercer lugar descubrimos lo que significa tener TODA nuestra vida bajo la soberanía de Dios.
Luego, tratamos acerca del Tesoro de la provisión de Dios y dónde necesitamos estar para recibir de Dios.
En quinto lugar hablamos del Tesoro del perdón y qué realmente significa perdonar.
El penúltimo tesoro que descubrimos fue el Poder de Dios. En Efesios nos dice que nos fortalezcamos en el Señor y de su poder, luego nos da un imperativo adicional: Vestíos de TODA la armadura de Dios. Descubrimos que Dios es Todopoderoso, pero no impo-ne su señorío y poder si nosotros no le cedemos ese derecho sobre nuestras vidas.
Finalmente, el tesoro de hoy fue el de la alabanza. Es interesante cómo Cristo nos enseñó que comencemos a entablar comunión con el Padre con adoración y alabanza y cerremos nuestra oración con alabanza.
Que nunca entremos ni salgamos de la presencia de Dios sin inclinarnos humildemente para ofrecerle sacrificios de alabanza y nuestro culto racional. Que nuestra actitud sea como la de David cuando proclamó:
Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. (1º Crónicas 29:10-13).
Oremos.