Estás a tiempo de Reconciliarte
Intro: ¡Qué hermoso es escuchar que se salvó una relación! Qué edificante es escuchar las historias de personas que se estaban separando o desuniendo y dieron marcha atrás en sus deseos, trabajando juntos para buscar una reconciliación. Y es que para apartarnos, desunirnos, dividirnos no se requiere mucho. No necesitas ser intencional para lograrlo. Estoy seguro que la mayoría de la gente no se sienta a planear como destruir su matrimonio, su familia, su relación con los amigos, hermanos, vecinos. Pero aún así, es tan fácil que nuestras acciones, palabras y actitudes hagan pedazos una relación.
Quizá ahora mismo en casa estás viviendo en medio de relaciones dañadas o rotas. Tal vez se trata de la relación con tu cónyuge, o tus padres, de algún hermano o hermana, tíos, primos, sobrinos, o alguien en tu familia cercana o extendida. Quizá hace años que no hay ese acercamiento por un conflicto del pasado, por algo que hiciste o te hicieron. Y a veces ha pasado por tu mente la idea de ir en busca de la reconciliación, pero piensas “no va a funcionar”, “no vale la pena”, “me van a rechazar”, “no creo que me perdonen”, “no creo que se pueda lograr”, “es inútil, no será de ningún provecho”.
La Biblia nos enseña que la reconciliación sí vale la pena y sobre todo cuando tu estás o deseas una relación creciente con Cristo. Ya sea que tú hayas sido el ofensor o el ofendido en el problema, la Biblia nos anima a levantar ese teléfono y marcar, escribir esa carta que hemos postergado por tanto tiempo, hacer esa visita que tanto tiempo has pensado y no has reunido el valor para hacerla.
La Biblia nos insta a buscar intencionalmente la reconciliación. Como nos dice Romanos 12:18, Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. Estas son las buenas noticias que pueden transformar nuestras relaciones: “Si es posible y depende de ti, ¡Reconcíliate!”
Hoy estaremos considerando la reconciliación de dos hermanos que estuvieron distanciados como por 30 años y cómo el que había ofendido llevo a cabo su acercamiento para la reconciliación. Esta historia se encuentra en el libro de Génesis de los capítulos 32 y 33.
1. Como ustedes recordarán Dios le prometió a Abraham una gran descendencia y le dio un hijo llamado “Isaac”
2. Isaac se casó con Rebeca y tuvieron unos gemelitos que se llamaron Esaú (el primogénito) y Jacob (el menor)
3. Desde el vientre de su madre había conmoción y se decía que había una lucha de dos pueblos dentro de ella.
4. Esaú era cazador, hombre del campo, pero Jacob era muy tranquilo que le gustaba estar en la sombra. Esaú era el orgullo de su padre y Jacob, el de su madre. (Ya desde allí empezaba la división en esa familia).
5. Esaú era el primogénito, esto quería decir que debía recibir una doble porción de la herencia paterna, tenía el derecho de ser la autoridad en la casa cuando el padre muriera. Esaú en un arranque impetuoso renuncia y menosprecia su primogenitura por un plato de potaje.
6. Cap. 27 – Ya pasaron varios años e Isaac era un ancianito que había perdido la visión y ya vislumbrando la inminencia de su muerte, llamó a su hijo Esaú para que le diera la bendición antes de morir. La bendición del padre en esa época era como una especie de profecía de lo que habría de pasar con la persona. Era algo sumamente importante, un privilegio reservado para los hijos primogénitos.
7. La cosa era todo un ritual, Esaú debía ir al campo, cazar y venir y cocinar el guisado favorito de su padre y luego recibiría la bendición.
8. Rebeca escuchó todas las instrucciones y llamó a Jacob, su preferido: “Escúchame y tu recibirás la bendición” Jacob siguiendo las instrucciones de su madre, engañó a su padre para que le diera la bendición.
9. En la bendición le dijeron esto: “Sírvante pueblos y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos y se inclinen ante ti los hijos de tu madre”.
10. Esaú llegó luego y ya le habían ganado la bendición. Esaú odió por esto a su hermano y dijo en su corazón: “llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob”
11. Rebeca cuando escucha esto envía lejos a Jacob para que salvarlo de la ira de su hermano Esaú.
Una relación rota. Por el engaño, por la mentira, por la astucia mal encaminada. A Jacob le ocurren muchas cosas en su vida, pero llegó el momento que más temía, después de cómo 30 años, cuando el ya tenía riquezas e hijos, llegó el momento de enfrentar a su hermano. Envió unos mensajeros para indicar a su hermano que él estaba viniendo. En Génesis 32:6 no dice que los mensajeros regresaron y le dijeron: “Fuimos a hablar con su hermano Esaú, y ahora viene al encuentro de usted, acompañado de cuatrocientos hombres”.
La Biblia nos dice que Jacob tuvo gran temor. No se como estarías tú, sabiendo que le defraudaste a tu hermano, que lo ofendiste en su honor, en su dignidad. ¿Cómo estarías si te dicen que vienen con cuatrocientos hombres a recibirte? Esos 400 hombres no eran precisamente un comité de bienvenida cordial para Jacob y su familia. Él sabía que la cosa se iba a poner fea si no hacía algo pronto.
Es aquí donde las acciones de Jacob, nos pueden ayudar para los que queremos buscar la reconciliación. Para nosotros que sabemos que la reconciliación es posible y la “pelotita” ha quedado de nuestro lado, para nosotros que sabemos que si es posible y depende de nosotros, debemos reconciliarnos.
Lo primero que podemos aplicar al querer buscar la reconciliación es:
1. Depender de Dios.
Génesis 32: 9-12, “SEÑOR, Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac… realmente yo, tu siervo, no soy digno de la bondad y fidelidad con que me has privilegiado… ¡Líbrame del poder de mi hermano Esaú, pues tengo miedo… Tú mismo afirmaste que me harías prosperar, y que mis descendientes serían tan numerosos como la arena del mar, que no se puede contar.”
Las acciones encaminadas a la reconciliación debemos hacerlas en dependencia total de Dios. Jacob inmediatamente acudió al único que podía librarlo del poder de Esaú, al único que podía cambiar los corazones. En nuestra búsqueda de reconciliación debemos depender en Dios. Lo que ocurra está fuera de tu control. El resultado de los esfuerzos tienes que confiarlo en Dios.
El éxito está en la fidelidad, no en el resultado. Busca la reconciliación dependiendo en Dios.
Lo segundo que podemos aplicar al buscar la reconciliación es:
2. Lubricar el ambiente.
El capítulo 32 de Génesis, nos dice que Jacob en preparación para su encuentro con su hermano, trató de suavizar el ambiente con muestras de buena voluntad para con su hermano. Le envió un regalo a su hermano: 200 cabras, veinte machos cabríos, 200 ovejas y veinte carneros, además de cierto número de vacas y asnos. Y los fue enviando por oleadas. Así que Esaú iba recibiendo poco a poco estos regalos de parte de su hermano.
La mentalidad de Jacob era: “apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, y después veré su rostro; quizá le seré acepto”. Estaba tratando de lubricar el ambiente, de apaciguar la ira, de suavizar la tensión.
Pregúntate, cómo podría ir apaciguando el ambiente con la persona con quien quiero reconciliarme. Busca maneras de congraciarte con aquel familiar con quien tienes el alejamiento. Quizá enviarle un regalo para su cumpleaños, buscar maneras de favorecerlo en algún asunto. Cosas que muestren tu cambio de actitud y tu disposición para reconciliarte.
Lo tercero que podemos aplicar al buscar la reconciliación es:
3. Mostrar profunda humildad.
El capítulo 33 nos relata el momento justo del reencuentro y nos señala como en todo este tiempo Jacob mostró profunda humildad. El lenguaje que siempre usó fue el de un siervo hacia su señor. Siempre se dirigió a su hermano con profunda humildad llamándose: “Tu siervo” y a su hermano: “mi Señor”.
Cuando por fin llega el momento del encuentro organiza su campamento: el va delante, después sus hijos por grupos y por último Raquel y José (su hijo menor). Y se inclinó a tierra siete veces hasta que estuvo cerca de su hermano.
Cuando buscas reconciliación tienes que mostrar humildad. Reconocer tus faltas honestamente, sin excusas, sin racionalizaciones. Mostrar el arrepentimiento que tienes por tus acciones o palabras del pasado. La otra persona debe entender que tú te humillas hasta lo más profundo porque estás arrepentido de lo que hiciste en el pasado.
Miren Escuchen lo que pasó Gen. 33:4 “Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, se echo sobre su cuello, y le besó y lloraron”. Más de 30 años de amargura, rencor, resentimiento, deseo de venganza, separación, y todo lo que conlleva un conflicto que nos se ha resuelto, acabaron en ese momento dramático de reconciliación.
Somos llamados a reconciliarnos, sobre todo en los casos en los que es posible y depende de nosotros. Somos llamados porque Dios, cuando éramos sus enemigos, tomó la iniciativa de reconciliarnos con él por medio de Cristo. La vida, muerte y resurrección de Jesucristo no sólo nos reconcilió por gracia con el Padre, sino nos habilita para que, confiando en esa gracia, podamos dar pasos de obediencia que nos lleven a resolver los conflictos, a perdonar, a confesar nuestras faltas y restaurar relaciones rotas por el pecado nuestro o de otros. Por eso decimos este día: “Si es posible y depende de ti, ¡Reconcíliate!”
Ciertamente, no todas las historias terminan así de bellas como la de Jacob y Esaú. Pero que esto no nos desanime. No te quedes paralizado pensando: “no va a funcionar”, “no tiene caso”, “para qué intentarlo”. Quizá no se restaure la relación pero te aseguro que en el proceso crecerás tremendamente e impactarás a la siguiente generación. Es curioso que en estos capítulos de la reconciliación entre Esaú y Jacob, el único nombre que se menciona de los hijos de Jacob es el de José. Como queriéndonos acentuar que José estuvo presenciando estos acontecimientos.
José, años después, tuvo él mismo que reconciliarse con sus hermanos. Y estoy seguro que el ejemplo dado por su padre y su tío, impactó de gran manera sus decisiones. Así también nosotros al buscar la reconciliación podemos impactar positivamente la vida de nuestros hijos y las personas que nos rodean. Por eso, nunca se pierde y siempre tiene todo el caso del mundo, el buscar la reconciliación.
Estoy seguro que durante todo este tiempo que hemos estado hablando, ha venido el nombre de una persona a tu mente. No esperes más. ¡Estás a tiempo! Por la gracia de Dios que obra en ti, Si es posible y depende de ti, ¡Reconciliate!