Intro: Hay una manera tradicional de celebrar la resurrección de Cristo que consiste en que el líder dice: “El Señor ha resucitado” y la congregación responde: “verdaderamente ha resucitado”. ¿Qué les parece si lo practicamos?
¿Por qué es tan pertinente hablar de la resurrección de Jesús? ¿Por qué es tan relevante para nosotros? Sin duda porque es una doctrina fundamental del cristianismo. Si Jesús no resucitó en verdad, todo lo que hemos recordado esta semana, su pasión y muerte, se vuelve automáticamente una leyenda, una fábula o una historia novelesca que sólo sirve para entretener. Si Cristo no resucitó, nuestra fe queda juntamente con él en la tumba y no sirve para nada.
Pero la Escritura afirma que Cristo Jesús resucitó de entre los muertos al tercer día y está sentado a la diestra de Dios y reina como el “Rey de reyes y Señor de señores”. Podemos estar gozosos y seguros que la obra de redención que él realizó a nuestro favor es una realidad eterna e indestructible, porque “El Señor ha resucitado”, “verdaderamente ha resucitado” y esto cambia todas las cosas.
Sin embargo, la resurrección de Jesucristo también es relevante para nosotros porque está ligada a un tema importante para todo ser humano. Me refiero al tema de la muerte.
De una u otra forma, el tema de la muerte nos llega de cerca a todos. Quizá hemos visto partir a un familiar muy querido o a un amigo cercano. Tal vez se trata de alguno de nosotros, que hemos sido notificados de lo frágil de nuestra salud y sabemos que nuestros días están contados. O bien, has llegado a cierta edad en la que sabes que este asunto es inevitable. O a lo mejor, aunque no ves la muerte como algo inminente, sabes que un día tendrás que enfrentarla y este pensamiento causa angustia o temor en tu corazón. Todos estamos ligados de una u otra manera al tema de la muerte.
Y es que la muerte es descrita en la Biblia como “Un enemigo”. Un enemigo porque separa lo inseparable: separa el cuerpo del alma y lo hace de una manera implacable, dejándonos con sentimiento de derrota, frustración e impotencia. No cabe duda, la muerte es enemigo.
Precisamente, nosotros que somos aplastados y apabullados por la muerte; nosotros que somos tan impotentes ante la muerte, necesitamos escuchar una y otra vez las buenas noticias que la Escritura tiene para todo aquel que cree en Cristo. Jesucristo vivió, sufrió y murió en nuestro lugar y al tercer día se levantó de entre los muertos con poder y a través de estos hechos históricos lidió con nuestro más grande problema: con el pecado y con su aliado inseparable: la muerte. Porque la paga del pecado es la muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Ro 3:23).
Por eso esta mañana, en virtud de la obra de Cristo decimos con confianza y firmeza en nuestro corazón: La muerte es un enemigo vencido porque Jesús es la resurrección y la vida.
En el evangelio de San Juan capítulo 11 encontramos una historia muy interesante acerca de la muerte de un amigo muy cercano de Jesús. Jesús tenía una amistad muy especial con una familia que vivía en Betania, una ciudad que quedaba como a 3 kilómetros de Jerusalén. Sus amigos eran Marta, María y su hermano Lázaro.
Lázaro cayó enfermo y sus hermanas enviaron el mensaje a Jesús para que viniera a verlo. Pero Jesús intencionalmente no atendió de inmediato el aviso, sino se quedó aun más tiempo donde estaba. Después de un tiempo, Jesús le dijo a sus discípulos: “Lázaro ha muerto” vayamos a Betania.
Cuando llegaron a Betania, Marta se enteró que Jesús había llegado y dejando por un momento los rituales luctuosos, salió al encuentro de Jesús.
Cuando se encontró con él, nos dice el versículo 21, que le dijo estas palabras. “ —Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.”
¡Qué reacción tan humana! Lo he escuchado una y otra vez en las personas que acaban de perder a algún familiar. ¡El famoso “hubiera”! “Lo hubiéramos llevado con otro doctor”; “Le hubiera negado ese permiso”; “Me hubiera quedado con él”. Frente lo implacable de la muerte, quisiéramos modificar el pasado; quisiéramos haber hecho las cosas diferentes. Pero es demasiado tarde, nuestro enemigo, la muerte, nos arrebata lo que queremos dejándonos sin la posibilidad de retroceder el tiempo. Como alguien decía por allí: “El hubiera no existe”. ¡En qué desoladora condición nos deja la muerte!
Pero ante esta reacción tan humana, Jesús le responde tan divinamente y le dice a Marta: en el versículo 23: “Tu hermano resucitará”. ¡Estas son palabras de verdadera esperanza! La muerte no es el final de la historia. Aunque la muerte nos diga a gritos: “¡Se acabó! ¡Eso es todo!” Hay una verdad que sólo se percibe con los ojos de la fe: “Tu hermano resucitará”.
Marta le responde en versículo 24 “ —Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta”. La enseñanza más común entre los judíos era que al final de los tiempos habría una resurrección. Todos creían esto, excepto los Saduceos (un grupo religioso). Pero todos sabían que al final esto sería una realidad.
Pero Jesús le dice luego unas palabras que siguen retumbando en nuestros corazones hasta el día de hoy y llenan de ánimo y confianza a los que batallan con el tema de la muerte:
Los versículos 25 y 26 dicen: “—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?”
Estas palabras son revolucionarias. La resurrección no es sólo un concepto religioso; la resurrección no es sólo una idea espiritual; la resurrección no es sólo una declaración esperanzadora. La resurrección y la vida es una persona. Es relación de fe con una persona. Jesús no dice: yo conozco la resurrección o yo tengo la resurrección; Él dice: “Yo soy la resurrección y la vida”.
Y escucha bien estas palabras: Él dice que los que creen en él aun cuando sus cuerpos hayan sido puestos en el sepulcro, aun cuando sus familiares los hayan llevado al cementerio, no han muerto, sino viven. ¡Qué gloriosa verdad!
Y aun hay más, nos dice que los que vivimos y creemos en Jesús no moriremos jamás. Nunca dejaremos de existir. La muerte ya no nos retendrá en sus garras para siempre. Aunque nuestro cuerpo se vaya deteriorando día con día y aunque un día nos lleven al cementerio, ese no será el final para los que viven y creen en Jesús. La muerte es un enemigo vencido porque Jesús es la resurrección y la vida.
Aunque el día de nuestro sepelio parezca que fuimos derrotados por la muerte, que fueron frustrados nuestros sueños y quebradas nuestras esperanzas, esto no aplica para el que vive y cree en Jesús, porque Él es la resurrección y la vida.
Al final de estas palabras que Jesús dijo a Marta, le hizo una pregunta muy importante: “¿Crees esto?” ¿Estás dispuesta a poner tu confianza en estas palabras?¿A confiar tu vida y tu eternidad en esta persona quien es la resurrección y la vida?
Marta no duda en responder en el versículo 27: “ —Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo”. ¿Te das cuenta? Marta no le contestó, “Sí creo en la resurrección o que vas a resucitar a mi hermano. ¡No!…le respondió: “Sí creo en ti”. Esa es la respuesta correcta a la pregunta de Jesús. Porque la resurrección y la vida es una persona. Cuando pones tu fe y tu vida en la persona y obra del Señor Jesucristo, puedes tener la confianza de que no morirás eternamente. La muerte es un enemigo vencido porque Jesús es la resurrección y la vida.
El resto de la historia es tan ilustrativa de este principio bíblico. Jesús va ante el sepulcro de Lázaro que hacía 4 días que le habían puesto allí y conmovido por el dolor humano, lloró con los que lloraban y luego dio la orden, como el Señor del Universo: “¡Lázaro Sal fuera!” y Lázaro salió del sepulcro resucitado por el poder de Dios. Ese día muchos creyeron en Jesús, quien es la resurrección y la vida.
Lázaro vivió un tiempo más y luego, como todos, volvió a morir. Pero el relato de su resurrección es como un aperitivo del poder de Dios para resucitar a la gente por medio de Jesús quien es la resurrección y la vida.
Don George Mclauring cuando tenía 16 años de edad se enfermó de polio y desde entonces hasta su último día no volvió a moverse sin la ayuda de muletas o silla de ruedas. Aun así, su fe en el Señor Jesucristo lo llevó a tener una vida plena, estudió una profesión, se casó, tuvo hijos y fue un líder cristiano que aportó muchísimo al avance del reino de Dios. Ya en su lecho de muerte, siendo un hombre ya muy anciano, su hija le preguntó: “Papá, ¿Qué va a ser lo primero que hagas cuando llegues al cielo?” Don George Macluring sonrió y le dijo a su hija: “Voy a correr, correr y correr”. Hace como 3 años “Papa George” como le decíamos de cariño, fue a la presencia de su Señor y sospecho que “corrió, corrió y corrió”. Porque la muerte no es el final del que vive y cree en Jesús, pues es un enemigo vencido porque él es la resurrección y la Vida.
Este día celebramos y nos gozamos porque Jesucristo no sólo resucitó a Lázaro, sino que después de haber vivido, sufrido y muerto en nuestro lugar, muy temprano el primer día de la semana, la roca que cerraba el sepulcro de Cristo fue removida de su lugar por el poder de Dios y Jesucristo resucitó como las primicias de una cosecha completa de resurrección que aguarda al final de los tiempos para todos aquellos que viven y creen en él, quien es la resurrección y la vida.
Este es nuestro consuelo en la vida y la muerte, que el Señor Jesucristo resucitó y porque él culminó su obra de redención, todos los que viven y mueren en él, serán también resucitados para vida eterna y abundante en Dios.
Por eso si has sentido en tu vida el flagelo de la muerte, si has sentido en tu pecho su espina venenosa que oprime tu vida y te desanima a seguir adelante, recuerda que hubo alguien que luchó con la muerte y la venció y él es la resurrección y la vida.
Si has visto partir a personas que amabas y la muerte te ha dejado con un sentido de derrota, recuerda que es un enemigo vencido por que Jesús se levantó de entre los muertos al tercer día.
Si vives con temor o angustia por tu propia muerte, pon tu fe en el Señor Jesús quien es la vida y la resurrección pues su promesa es que el que cree en él, aunque esté muerto vivirá.
Y aun hay más, al igual que todos los que creemos en Jesucristo, seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta, los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria.» «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?»
Porque hermanos, el Señor ha resucitado….verdaderamente ha resucitado.