El profeta prometido
Intro: Creo que estarás de acuerdo conmigo en que en un momento u otro de la vida, todos hemos necesitado alguien que nos guíe, que nos oriente, que nos dirija, que nos señale el camino, que nos muestre qué debemos hacer; quizá se trató de un problema relacional, de una circunstancia escolar o laboral, de una decisión que se tenía que tomar; no importa de qué se trate creo que estamos convencidos que no podemos solos, que necesitamos la guía y dirección de alguien más.
Sin embargo, creo que también estarás de acuerdo conmigo en que aunque sepamos que necesitamos tal dirección o guía, muchas veces no es tan fácil seguirla.
A veces, es nuestro orgullo lo que nos estorba para aceptar la guía y dirección que se nos ofrece. Seguramente, te ha pasado o lo has visto en algo tan sencillo como cuando estás andando por caminos desconocidos. Imaginemos a un matrimonio buscando una dirección o un lugar en una locación desconocida. Es típico escuchar a la esposa decirle a su esposo: “¡Ya nos perdimos! ¿Por qué no preguntamos?”. Y el esposo le responde: “¡No estoy perdido! ¡Sé a donde estoy yendo! Y después de un buen rato de estar dando vueltas infructuosas, por fin se detienen a preguntar y descubren que si hubiesen preguntado desde el primer momento ya habrían llegado a su destino.
La verdad es que no sólo tenemos esta actitud de orgullo en asuntos relacionados con direcciones desconocidas, sino lamentablemente, la tenemos respecto a asuntos mucho más serios. Por ejemplo, Joven, a veces tus padres te dan una indicación o un señalamiento para guiarte, pero sólo porque tus padres te lo dijeron, hay algo dentro de ti que se niega a escuchar tal consejo o guía. Quizá también te pase lo mismo cuando te quiere guiar tu cónyuge, tus suegros, tu jefe, tu subalterno, tu maestro, tu entrenador, etc. No importa quien sea, la verdad es que tenemos un problema de orgullo cuando se trata de recibir dirección y guía de alguien.
Pero no sólo el orgullo personal nos presenta dificultades para recibir la guía, sino también el hecho de que a veces existen muchas “voces” de consejo a tu alrededor. Cuando hay una situación problemática, cuando necesitas saber qué hacer, escuchas múltiples opiniones de la gente. Recibes consejos y opiniones acerca de tu situación de las personas que te rodean, de los medios de comunicación, de la cultura en la que vives, etc. En fin, hay un sin fin de “voces” diciéndote lo que debes hacer, a donde debes ir, qué debes creer y desear, que debes atesorar, para qué o quien debes vivir. Ese sin fin de “voces” nos aturde y confunde, dejándonos paralizados.
Todos necesitamos ser guiados, aunque a veces no sea fácil por nuestro orgullo o por tantas voces de consejo a nuestro alrededor. ¿Qué podemos hacer? ¿Dónde podemos encontrar una guía segura, una dirección infalible?
En el Antiguo Testamento, nos enteramos que el pueblo de Dios se encontraba en una situación similar a la nuestra. Estaban necesitados de dirección, necesitaban que alguien los guiara y les mostrara el camino.
En el libro de Deuteronomio capítulo 18 encontramos algo muy interesante al respecto. El pueblo de Israel había salido de Egipto por la poderosa mano de Dios, donde habían sido esclavos por largos años. Dios había les había dado a alguien especial para que les guiara. Este hombre se llamó Moisés. Moisés era una especie de emisario de parte de Dios. Él les decía lo que Dios quería de ellos y hacia donde debían ir.
También era una especie de intercesor o intermediario. De hecho, en una ocasión cuando el pueblo estuvo al pie del monte Horeb, tuvieron pánico porque la voz de Dios fue para ellos estruendos tremendos y quedaron muy atemorizados de hablar con Dios, así que le pidieron a este Moisés, el emisario de Dios, que fuese él quien hablara con el Señor y luego les dijera lo que Él quería de ellos.
La ley de Dios para su pueblo fue establecida por conducto de Moisés. La medida de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo justo o injusto durante la historia del pueblo de Israel fue precisamente la ley de Dios establecida por este prominente personaje llamado Moisés.
En Deuteronomio, Moisés ya se está despidiendo del pueblo. En breve el habría de morir y el pueblo iba a entrar a la tierra que Dios les había prometido. El emisario de Dios, el intercesor del pueblo ante Dios, les sería quitado, ¿Cómo sabrían entonces qué hacer y a donde ir?
Además, para poner las cosas más difíciles, la tierra a donde entrarían estaba llena de pueblos que escuchaban muchas voces falsas, es decir, en esos pueblos se consultaba a adivinos, agoreros, hechiceros, encantadores, magos. Y había un peligro latente que a falta de una guía clara el pueblo de Dios prestara oído a estas voces de consejo falso.
Moisés lo dice así en el versículo 14: “Las naciones cuyo territorio vas a poseer consultan a hechiceros y adivinos, pero a ti el SEÑOR tu Dios no te ha permitido hacer nada de eso”
El pueblo iba a estar rodeado de opciones, opiniones, teorías, explicaciones que Dios no aprobaba en lo absoluto. Estas voces eran las voces de autoridad entre las naciones con las que el pueblo de Dios iba a tener contacto. Pero los hijos de Israel no debían prestar atención a estas voces. ¿Cómo conocerían la verdad una vez que Moisés les fuera retirado? ¿Quién vendría para guiar al pueblo con la verdad de Dios?
Es entonces cuando Moisés habla por primera vez de un profeta, el profeta prometido. Y lo dice de esta manera en el versículo 15: “El SEÑOR tu Dios levantará de entre tus hermanos un profeta como yo. A él sí lo escucharás”
El profeta prometido en la antigüedad tenía algunas características:
• Iba a surgir de entre el mismo pueblo. No iba a ser alguien ajeno. Iba a ser de “entre tus hermanos”. Alguien que los conocería, los entendería y que se identificaría con ellos.
• Iba a ser “como Moisés”. De la estirpe o clase de Moisés. Un hombre que guíe al pueblo, que interceda por el pueblo, que hable al pueblo de parte de Dios.
• A él debían escuchar. No debían escuchar la guía que les intentarían dar los pueblos de los alrededores, sino debían escuchar únicamente la voz de aquel profeta prometido.
Más adelante en el versículo 18, se reitera: “Por eso levantaré entre sus hermanos un profeta como tú; pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande”
• El profeta prometido hablaría las palabras de Dios. Les mostraría a Dios y lo que el Señor quiere de ellos.
El pueblo de Dios que necesitaba un guía en medio de tanta confusión la tendría en el profeta prometido. ¿Se ha cumplido esta promesa de Dios? ¿Ha venido ya el profeta como Moisés?
El Nuevo Testamento nos responde con un Sí enfático. El profeta prometido ha venido. La Biblia señala que el profeta prometido desde tiempos de Moisés es Jesús de Nazaret.
Por ejemplo, después de que Jesús hizo el milagro de la alimentación de las cinco mil personas con cinco panes y dos peces nos dice Juan 6:14 “Al ver la señal que Jesús había realizado, la gente comenzó a decir: «En verdad éste es el profeta, el que ha de venir al mundo.»”
Y no fue sólo la gente quienes reconocieron esto sino los mismos apóstoles hablaron del profeta prometido en tiempos de Moisés identificándolo como Jesucristo el Señor (Hechos 3).
El profeta que hablaría las palabras de Dios, que nos mostraría al Padre y qué daría dirección y guía es Jesús el Cristo. El profeta prometido que guía al pueblo de Dios en medio de la confusión es Jesús. Por eso decimos, Sólo Jesús es nuestro guía seguro.
Así como el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento iban a estar en contacto con pueblos que escuchaban voces no autorizadas por Dios para guiar la vida de la gente, así también nosotros, todos los días, simplemente con tener contacto con los medios de comunicación, con conversar en la calle con la gente que nos rodea, con vivir en donde vivimos, somos expuestos todos los días a ideas, creencias, actitudes, expectativas, perspectivas, etc, que deshonran tanto a Dios como la brujería y adivinación. Por eso se hace tan necesario tener un guía seguro. Y ese guía sólo puede ser Jesús, el profeta prometido.
Jesús nos da a conocer la voluntad del Padre. El es la única voz autorizada por el Padre. El Padre dijo: “este es mi hijo amado en quien tengo complacencia, a él oíd”.
El no sólo nos muestra el camino al Padre sino es el camino al Padre. El dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por mí”.
Sus enseñanzas son la verdad y son la guía segura para acoger tu vida. Su consejo se distingue de todas las voces de consejo falso a nuestro alrededor:
El profeta prometido nos dice que:
• Nos neguemos a nosotros mismos, cuando las voces alrededor nos dicen que busquemos complacernos a nosotros mismos primero.
• Perdonemos al que nos hace mal, cuando las voces de consejo falso nos dicen que nos venguemos y guardemos rencor en nuestros corazones.
• Nos dice que seamos pacificadores porque los tales serán llamados hijos de Dios, en tanto las voces de la cultura humana nos dicen que nadie se atreva a pasar sobre nosotros.
• Nos dice que busquemos primeramente el Reino de Dios y su justicia, mientras las voces del mundo nos dicen que busquemos primero nuestra comodidad, nuestro placer y nuestro reino.
En fin, para todos nosotros que estamos tan rodeados de opiniones, guías, opciones, teorías, posturas, etc. Lo mejor es poner nuestra vida en las manos de aquel profeta que Dios levantaría y quien hablaría su palabra. Lo mejor es poner nuestras vidas en las manos de Jesús de Nazaret. Porque Sólo Jesús es nuestro guía seguro.
Quizá este día reconoces tu necesidad de dirección y guía en tu vida. Te sientes extraviado, perdido, en un callejón sin salida. La niebla y la oscuridad no te permiten ver donde estás caminando. Te animo a que consideres seriamente tu necesidad de Jesús. Necesitas a Jesús en tu vida. Sólo él es el guía seguro para salir de oscuridad en la que estás.
Quizá este día estás confundido entre tantas ideas, opciones, opiniones, perspectivas, paradigmas, no sabes a quién seguir, no sabes qué creer, no sabes qué hacer. Te animo a que decidas confiar en la dirección que Jesús, el profeta prometido, te puede dar, porque sólo Jesús es nuestro guía seguro.
Quizá estás en una encrucijada en tu vida. Hay un problema que solucionar, una circunstancia difícil qué enfrentar o una decisión trascendental para tomar. Y escuchas muchas opiniones y opciones a tu alrededor, pero también conoces lo que Jesús, el profeta prometido, enseña al respecto. Y te estás inclinando por hacer lo contrario a lo que Jesús te enseña. Te exhorto a que no lo hagas. Estás en camino peligroso. Sólo Jesús es nuestro guía seguro, a él debemos escuchar. No caigas en la tentación de pensar que haciendo lo contrario a lo que Jesús dice, tu vida va a ser mejor. Es todo lo contrario. Sólo Jesús es el guía seguro.
Dios cumplió su promesa al levantar un profeta maravilloso que nos habla la palabra de Dios y a quien debemos oír. Si Jesús ya es tu guía, gózate en seguirle sabiendo que su enseñanza no sólo tiene vigencia en esta vida, sino también en la eternidad. No hay mejor lugar que estar en sus manos, porque sólo Jesús es el guía seguro.