Summary: El trabajo es una bendición, una obligación, no es la vida y es un acto de adoración.

Decisiones Sabias: El Trabajo 20/09/2008

¡Cuán importante es tomar decisiones sabias! Las decisiones necias nos van llevando poco a poco al punto en qué nos preguntamos: “¿Cómo llegué hasta aquí?” La verdad, es que llegamos hasta aquí por una decisión necia, que nos llevó a otra y luego a otra, hasta el punto en el que estamos.

La semana pasada se nos hablaba de la importancia de usar sabiamente nuestras palabras. Las palabras usadas neciamente nos meten en problemas. Como aquella ocasión cuando a penas entraba a la adolescencia y estábamos en un campamento. Habían dos hermanos más grandes que yo a quienes los demás jóvenes molestaban con bromas y apodos, ellos no hacían ni decían nada. Un día estábamos jugando fútbol y yo tomé la decisión necia de imitar a los otros que les llamaban con apodos, así que llamé al mayor de ellos con uno de sus apodos más hirientes y lo hice con un tono de burla. El muchacho, que era más grande y alto que yo, se enojó tanto que quería pegarme y tuvieron que literalmente detenerlo para que no me despedazara ese día. ¡Las decisiones necias te meten en problemas!

Pero para todos nosotros que tendemos a tomar decisiones necias hay buenas noticias. Tenemos la oportunidad de vivir sabiamente. La Biblia dice: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor”. Es decir, que si quieres ser sabio y tomar decisiones sabias, lo primero que debes hacer es confiar, amar, respetar, adorar, obedecer a Dios y lo que dice Dios. El dice que su palabra hace sabio al sencillo.

Una de las áreas en las que necesitamos la sabiduría de Dios para tomar decisiones es en lo relacionado con el trabajo. Con respecto al trabajo, hay muchas decisiones que tomar y a veces no somos muy sabios al hacerlo. Algunos desprecian el trabajo al punto de decir: “Mira si el trabajo no es algo terrible que hasta tienen que pagarte para que lo hagas”. Otros, por su parte, idolatran el trabajo hasta el punto de sacrificarlo todo por él. Como cristianos, es importante entender cómo quiere Dios que pensemos y actuemos respecto al trabajo.

Podemos definir el trabajo como aquel esfuerzo mental o físico encaminado a cumplir el mandato de Dios de señorear la tierra ya sea que recibamos algún salario o no.

Hoy vamos a hablar de cuatro verdades bíblicas respecto al trabajo que nos pueden ayudar a tomar mejores decisiones respecto al mismo.

I. El trabajo es una Bendición

¿Quién inventó el trabajo? ¿Es acaso el invento de una sociedad capitalista obsesionada por la acumulación de riqueza? ¿Acaso es una maldición que vino a la humanidad por la Caída? La Biblia, como para todo lo demás, tiene respuestas sobre este asunto y necesitamos conocerlas.

Muchas personas creen que el trabajo llegó a la humanidad como una maldición por haber caído en pecado. Esta idea se deriva de una mala interpretación de Génesis 3:17-19 que dice: “Al hombre le dijo: «Por cuanto le hiciste caso a tu mujer, y comiste del árbol del que te prohibí comer, ¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás.»”

Algunos al leer las palabras “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” piensan que en ese momento se estaba instituyendo el trabajo como una especie de castigo o consecuencia por el pecado. Pero estas palabras no significan que antes de la caída no había trabajo, sino más bien, que el trabajo, actividad instituida por Dios desde la creación y antes de la caída, se tornaría complicada y dificultosa por estar la tierra bajo la maldición del pecado.

De ninguna manera podemos concluir que hoy trabajamos por causa del pecado. De hecho, la Biblia nos presenta que el trabajador por excelencia es Dios mismo (Ge 1). Dios no es ningún holgazán, perezoso y desobligado. Jesús dijo: “Mi padre hasta ahora trabaja” (Jn 5:17).

La Biblia también nos aclara que Dios puso a Adán, Su imagen, en el huerto del Edén para que trabajara, Ge 2:15: “Dios el SEÑOR tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Adán no estaba en un centro vacacional en el Edén, estaba trabajando. Como vemos, el trabajo ya existía aun antes de la caída.

Por supuesto, la caída vino a complicar las cosas. Ahora nos esforzamos y el sudor corre por nuestros rostros, pero logramos muy poco. La tierra fue maldita por el pecado y esclavizada a la futilidad. Pero espera su liberación cuando los hijos de Dios sean manifestados (Ro 8:19-21).

Entonces, no veamos el trabajo como una maldición, sino más bien, como una bendición. El trabajo no es un invento humano, sino es el plan de Dios para las vidas de sus imágenes. Si tiendes a ver el trabajo con mala actitud, si ves el trabajo como tu enemigo o tu maldición, necesitas renovar la visión con la verdad bíblica: el trabajo es una bendición. Cuando trabajamos estamos reflejando a nuestro Padre que también trabaja.

II. El trabajo es una Obligación

En 2 Tesaloniceses 3:11-12 dice: “Nos hemos enterado de que entre ustedes hay algunos que andan de vagos, sin trabajar en nada, y que sólo se ocupan de lo que no les importa. A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo que tranquilamente se pongan a trabajar para ganarse la vida.”

Había un problema en Tesalónica. El problema era que algunos de la congregación vivían desordenadamente. ¿Qué hacían? Teniendo la capacidad física y mental para hacerlo, no estaban trabajando. No es que no pudieran trabajar sino no querían hacerlo. El apóstol exhorta a los holgazanes y plantea el deber de trabajar. Pablo dice que la solución es que “trabajando sosegadamente, coman su propio pan”. Y de allí surge la famosa frase tan mencionada: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”. Para todos aquellos que tienen la capacidad física y mental para hacerlo, el trabajo no es algo opcional. El trabajo es un deber, es una obligación (Recuerden, estamos hablando del trabajo ya sea voluntario o remunerativo).

Por medio del trabajo logramos señorear la tierra y ganar nuestro sustento. En otra epístola, Pablo llega a decir que si alguien no provee para los suyos es peor que un incrédulo, incluso ha negado la fe por negarse a proveer el sustento (1Ti 5:8). También se nos dice en Efesios 4:8 que el que hurtaba ya no debe hacerlo sino debe trabajar para compartir con los necesitados. El trabajo es obligatorio si queremos agradar a Dios.

Entonces, el trabajo no es una opción para aquellos que tenemos las facultades físicas y mentales para realizarlo. No estemos buscando maneras para no trabajar. Si tiendes a la pereza y a la vida fácil, debes recordar que el trabajo es una obligación. Dios nos quiere activos, diligentes y productivos.

III. El trabajo no es la vida

Para algunos el problema no es la flojera, sino el lugar que le dan al trabajo. Algunos luchamos con poner el trabajo por encima de todo. Lo hacemos el motivo, propósito y significado de la vida. Hay personas que el trabajo (sea pagado o no) es su vida. Lo ponen en primer lugar por encima de Dios, familia e Iglesia, salud, etc.

La Biblia dice en Eclesiastés 4:8:“ Un hombre está solo, sin sucesor, sin hijo ni hermano. Nunca cesa de trabajar, sus ojos no se sacian de riquezas, ni se pregunta: «¿Para quién trabajo yo y privo a mi vida de todo bienestar?» También esto es vanidad y duro trabajo”.

El libro de Eclesiastés es una reflexión sobre la futilidad de la vida que se vive sin Dios como el centro. La gente se afana por el poder, por la riqueza, por el trabajo sustituyendo a Dios en sus vidas. Lo sacrifican todo por un poco más de poder, por un poco más de riqueza, por un poco fama, por un poco más de posición. Pero el asunto es que nunca quedas saciado y al final de cuentas te privas de cosas importantes y perdurables como momentos con tus hijos, con tu cónyuge, con tus hermanos.

Los que ponen al trabajo como su vida misma, al cabo de los años, terminan lamentando no haber puesto a Dios en el centro para que pudieran disfrutar las bendiciones que vienen por medio del trabajo. Decía un pastor: “Nunca he visto a una persona en su lecho de muerte lamentar no haber pasado más tiempo en la oficina o en el negocio. Lo que siempre he visto es que las personas lamentan no haber pasado más tiempo con sus hijos, con su cónyuge o haber dedicado más tiempo a servir a su prójimo”.

El trabajo no es la vida. El trabajo es una bendición, es una obligación, pero no es el motivo para vivir. Ese lugar le corresponde a Dios. Poniéndolo en el centro es la única manera en la que podremos disfrutar el fruto de nuestro esfuerzo porque lo haremos sabiamente y para su gloria.

IV. El trabajo es un acto de Adoración

Cuando pensamos en el trabajo, pensamos en cómo éste suple nuestras necesidades materiales ya sean personales o de otros, pero nunca pensamos que el trabajo sea algo espiritual. Es decir, algo que tenga que ver con la gloria de Dios, que sea un acto de adoración.

En Colosenses 3:22-24 dice: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos en la tierra, no para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, temiendo al Señor. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien servís”

El Señor nos dice a los que trabajamos que debemos hacerlo para agradarle y no para agradar a los hombres. Que debemos trabajar como para el Señor y no sólo para los hombres y que cuando trabajamos estamos sirviendo a Cristo.

¿Te das cuenta que esta perspectiva puede revolucionar tu vida laboral? Esta perspectiva te dice que no trabajes por la quincena, sino para honrar a Dios. Que no trabajes para tener contento al jefe, sino para agradar a Dios. Que cuando haces un trabajo para la compañía donde laboras estás trabajando para Cristo.

No importa cual sea tu ocupación (lícita, por supuesto), si cambias tuberías o reparas computadoras, si cambias pañales o vendes artículos, si enseñas a niños o recoges basura, si diriges al personal de una empresa o lavas y planchas, cuando trabajas puedes glorificar a Dios con lo que haces. Más allá del salario, de lo popular de tu trabajo, de lo monótono y cansado que pueda ser, recuerda: Eres siervo de Cristo. Estás adorando a Dios al trabajar.

Conclusión

Como es algo tan cotidiano y tan nuestro, somos muy vulnerables a tomar decisiones necias respecto al trabajo. Pero el principio de la Sabiduría es el temor del Señor. Es tomar en serio la obra de Jesús en nuestros corazones y someternos a su palabra. Comienza a ver tu vida de trabajo desde la perspectiva de Dios. Comienza a ser sabio en tus decisiones respecto al trabajo.

Si tienes una mala actitud hacia el trabajo, recuerda que Dios te lo ha dado como una bendición. Si te ves tentado por la pereza, recuerda que Dios nos dice que el trabajo es una obligación.

Si estás poniendo el trabajo como tu prioridad en la vida y de hecho, defines tu vida por tu trabajo, a tal grado que sacrificas otros aspectos que son más importantes, recuerda que Dios te dice que el trabajo no es la vida. Hay cosas más importantes que el trabajo.

Si crees que a tu ocupación le falta dignidad, si piensas que lavar y planchar no tiene mérito alguno, recuerda que con tu trabajo estás sirviendo a Cristo y estás adorando a Dios.

¿Qué actitud tendrás mañana lunes cuando despiertes a una semana llena de trabajo? ¿Qué decisión tomarás respecto a cómo, cuando, dónde y porqué trabajar? Por la gracia de Dios, puedes despertar agradecido a Dios por la bendición de trabajar, con el gozo de cumplir tu deber delante de Dios, poniendo el trabajo en su justo lugar sometido al señorío de Dios y con la alegría de ir más allá del salario y el cansancio, sirviendo al único que merece toda tu adoración.