J. C. Ryle, obispo anglicano del siglo XIV escribió: Nunca nos olvidemos de quienes somos y de cuán solemne es hablar con Dios. Guardémonos de entrar en su presencia con apuros, distraídos y con ligereza. Digamos más bien a nosotros mismos: Estoy en tierra santa.
Con este pensamiento en la mente imagínese conmigo esta escena: usted llega al templo el domingo por la tarde con una certeza de que algo maravilloso y extraordinario va a ocurrir. Entra al templo con una sola expectativa: encontrarse con Dios.
Al entrar por la puerta del santuario usted es cautivado por una visión que ni usted mismo puede comprender. Un trono elevado está en el centro, en el está Dios sentado. La gloria radiante del Señor lo cautiva a medida que llena todo este auditorio.
Maravillado por tanta belleza usted se paraliza. A medida que usted trata de discernir si es un sueño o una realidad, todo su ser se estremece al escuchar el cántico angelical más sublime que jamás haya escuchado. (Cantar la ultima estrofa del himno Santo, santo, santo). Leamos Isaías 6:1-13
Si hoy usted estuviera cara a cara con el Señor de gloria, ¿Qué haría? Si hoy se encontrara rodeado de la gloriosa majestad de Dios, ¿Cómo respondería? Un encuentro con Dios como el de Isaías puede cambiar por completo el resto de su vida. ¿Qué puede usted esperar de su encuentro con Dios?
1. Dios se revelará (v.1-4)
El profeta estaba consciente de que el templo era el lugar físico que representaba la morada de Dios. Isaías está en la parte exterior del templo, cerca del altar con la expectativa de encontrarse con Dios. Quien se le presenta a la manera de un monarca oriental asistido por serafines y revestido de un manto flotante que llena el templo. Según cuenta el talmud, Isaías fue aserrado en dos por orden del rey Manasés, por haber afirmado que había visto a Dios.
Al entrar a este santuario esta tarde ¿esperaba encontrase con Dios? ¿Estaría preparado para que Dios se le revele? En realidad, ¿espera que suceda algo cada vez que viene al templo a adorar? Si no esperamos nada de parte de Dios, entonces ¿Qué hacemos aquí? Si estamos aquí por cualquier otro motivo que no sea tener un encuentro real con Dios, entonces vamos a perder el milagro de su presencia y nunca experimentaremos en nuestra vida lo que significa tener un encuentro con Dios.
La adoración y servicio que el creyente rinde a Dios consiste en una espera reverente en donde Dios se hace presente para revelarse, en vez de un servicio activo prestado a Dios. El punto culminante de este encuentro llega cuando el profeta proclama: ¡He visto con mis ojos al Rey, al Señor todopoderoso!
Esta declaración nos recuerda de la autoridad que Dios tiene sobre nosotros. Autoridad que demanda la sumisión de mi voluntad y mis deseos. Esta es la esencia de la verdadera mayordomía. Si Dios es Rey y Señor, entonces la única alternativa que nos queda es: sumisión a su autoridad. ¿Qué más puede usted esperar de su encuentro con Dios?
2. Se revela nuestra naturaleza (v.5-7)
Un encuentro con Dios saca a la luz nuestra naturaleza pecaminosa. El mismo efecto de asombro y temor se produjo en otros por la presencia de Dios. La única manera en que usted puede vivir sin sentirse incómodo por esta verdad es mantenerse lo más alejado posible de la presencia de Dios. Sin embargo, cuanto más cerca estamos de Dios más seremos expuestos a la gracia de Dios.
Por demasiado tiempo los creyentes hemos venido tornando la gracia de Dios en un mero romanticismo. Hemos dado la impresión que lo único que uno necesita para ser creyente es creer. Pero ¿Qué hay del compromiso, de un cambio de vida, de la obediencia, de lo que verdaderamente significa ser llamados “miembros de la iglesia”, de la responsabilidad de testificar, orar, alimentarnos con la Palabra?
La gracia no es barata. Ni mucho menos nos exonera de nuestras responsabilidades. Bajo la gracia Dios espera mucho más de nosotros. Precisamente porque con ella Dios nos ha dado el perdón, su presencia, su poder y un propósito por el cual vivir.
Bajo la gracia la voluntad debe ser rendida al señorío de Cristo, todo lo que somos y tenemos, todo sin excepción debe ser colocados en el altar y ofrecerse como un sacrificio vivo, santo y agradable. Eso es lo que hace un mayordomo siervo del Rey y Señor todopoderoso. ¿Qué más puede usted esperar de su encuentro con Dios?
3. No pasar por desapercibido (v.8)
Usted no puede estar en la presencia de Dios y al mismo tiempo pasar por inadvertido. Isaías escucha algo que nunca había escuchado, y el dice algo que nunca se hubiera imaginado que diría. Esta es la verdad: al estar en la presencia de Dios él hablará directa y claramente con usted acerca de su mayordomía a él. Dios habló con Jesús en el monte de la transfiguración sobre la entrega de su vida en la cruz.
Dios no nos ha llamado a estar sentarnos domingo tras domingo en bancas acolchonadas. Cada creyente está salvado para servir; y desde la conversión es un testigo para Dios. La pregunta es tanto una invitación como una indicación que pocos estarían dispuestos a presentar un mensaje tan impopular para el pueblo.
Dios no necesita creyentes incubadores de bancas, sino creyentes que, al susurro de su voz, se pongan de pie y con firmeza exclamen: Señor ¡aquí estoy yo! No tienes que buscar a nadie más yo quiero ir. Aquí está mi tiempo, aquí están mis horas. Señor ¡aquí estoy yo!
Por años las estadísticas han indicando que en la iglesia solamente el 20% de los miembros llevan a cabo 80% del trabajo que hay que hacer. Por cada uno que lleva a cabo más de una tarea en la iglesia hay dos que no sirven al Señor. Aunque parezca duro decirlo, pero en el plan de Dios no hay vacantes para gente que no quiere comprometerse con él. La Iglesia Bautista Betel nunca podrá enfrentar los desafíos del ministerio del Señor hasta que cada uno de sus miembros tome el llamado de Dios al servicio en serio.
Efesios 2:10 dice: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.” Si en realidad usted ama al Señor y ama esta iglesia, entonces demuéstreselo a Dios en su servicio para él aquí y ahora. Las estadísticas indican que la vida promedio de los pastores en el ministerio es de 55 años, y el de los misioneros de 56. De aquí ha 10 años y medio, más de la mitad de los pastores y misioneros habrán cesado su labor ministerial. ¿Que hay de los 5000 a 7000 grupos a nivel mundial que no nunca han oído el nombre de Jesús? ¿Los condenaremos a la muerte eterna por la holgazanería y la falta de compromiso de los creyentes?
Dios lo llama a servir. Este es el fundamento de la mayordomía. Dios puede usar solamente un servicio dispuesto y entusiasta. Cuando Dios le extiende la invitación a unirse a lo que él está haciendo, usted debe dar una respuesta.
Un encuentro con Dios como el de Isaías puede cambiar por completo el resto de su vida. Si hoy usted estuviera cara a cara con el Señor de gloria, ¿Qué haría? Si hoy se encontrara rodeado de la gloriosa majestad de Dios, ¿Cómo respondería? ¿Qué puede usted esperar de su encuentro con Dios hoy? ¿Qué puede Dios esperar de usted hoy?
¿Seguirá usted en su zona de comodidad mientras otros hermanos se agotan desempeñando más de una tarea, que pudiera ser responsabilidad suya? ¿Seguirá haciéndose el desentendido como si el llamado que Dios está haciendo no es con usted?
Es tiempo de que usted le de una respuesta definitiva a Dios. No más promesas, no más buenas intenciones, no más excusas. Lo desafío a actuar y a demostrar su amor a Dios en su servicio para él aquí y ahora.