Libres del Poder del Pecado
Intro: Esta semana he comenzado de nuevo con mi tratamiento para mi psoriasis. Muchos de ustedes ya vieron en mis brazos y en mi rostro las marcas de la enfermedad y agradezco las muestras de preocupación que muchos han demostrado. Pero gracias a Dios ya comencé y puedo notar los efectos positivos inmediatos. Pero les cuento que el tratamiento consiste en aplicarme una crema oscura, aceitosa y de olor fuerte todas las noches y en todo el cuerpo. Envolverme de vestiduras improvisadas de plástico para que la crema esté en contacto con la piel toda la noche. Y así tratar de dormir algunas horas. Todo lo que toque queda manchado de por vida (sábanas, toallas, ropa, etc). Son un mínimo de 45 días con esta rutina. Aunque sea mucho lío, me anima el hecho de saber que es muy efectivo. La psoriasis desaparecerá y el único efecto secundario será que estaré un poco morenito por un tiempo.
Ahora bien, me gusta el resultado del tratamiento, pero no me agrada el proceso. No descanso bien, es muy incómodo, la piel se pone sensible a la luz solar. Es decir, las circunstancias son las ideales para que mi corazón sea presionado, apretado y muestre su contenido. Tengo que confesar que esta semana no he sido el esposo más afable o más agradable. Con facilidad me irrito, me impaciento y respondo con un tono áspero. ¿Por qué soy capaz de tratar así a las personas que más quiero? (como mi esposa y mis hijos).
Lo peor es que en mi mente trato de justificarme y digo: cómo no vas a estar así, si no estás durmiendo bien, si estás muy incómodo, si el sol te tritura la piel…cómo no estar irritable, y contestar en tono áspero. Pero yo se muy bien, que estas circunstancias no son la causa de mis respuestas ásperas o mi enojo. Ese enojo, irritación o palabras ásperas vienen de mi corazón. Soy responsable de cada respuesta que tenga hacia las circunstancias. Lo se, lo enseño, lo aconsejo, lo exhorto, pero aun así a la hora de la hora, siento como que es muy difícil hacer lo que debo hacer y lo que brota con toda naturalidad es lo que no quiero hacer. ¡Qué problema!
Pero aunque soy todo un caso, se que no soy el único. Se muy bien que esta misma lucha es la tuya. Quizá distintas circunstancias, distintos factores, distintas historias, pero la lucha es la misma: Aquello que sabes y quieres hacer, no es lo que sale con naturalidad, sino todo lo contrario. Quizá en tu matrimonio, quizá en la relación con tus hijos, en el trabajo o en la escuela, o bien con los hermanos en la iglesia:
• Cuando debiste callar, hablaste de más
• Cuando debiste hablar, te quedaste callado
• Cuando lo apropiado era ser paciente, explotaste,
• Cuando era necesario actuar con apremio, fuiste desidioso.
• Cuando debías pedir perdón, te alejaste en tu orgullo.
• Cuando debías compartir, fuiste egoísta
• Cuando debías ser puro, te manchaste de impureza
La lista puede seguir y seguir….tenemos un problema….un problema muy grande. La Biblia le llama a nuestro problema más grande…el pecado.
El apóstol Pablo, no era extraterrestre, sino era muy parecido a nosotros. El describe su lucha con el pecado de la siguiente manera en Romanos 7:14-21
“Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.--- Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago… Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí”
• El pecado se siente como una lucha. Si tienes una relación creciente con Cristo el pecado se siente como una lucha muy confusa. Dice el apóstol: “No lo entiendo”. No hago lo que quiero sino hago lo que aborrezco. Yo quiero hacer el bien, pero acabo metiendo la pata otra vez. Acabo, por ejemplo, enojandome, gritando, mostrando rencor, envidia, hablando mal de alguien, etc.
• El pecado se siente como una ley – Dice el apóstol (v.21) “hallo esta ley que el mal está en mí”El pecado se siente como un rey que nos da órdenes. Nos demanda obediencia,, como que nos sentimos obligados, compelidos a obedecerlo, como que reclama autoridad sobre nosotros. Seduce, es atractivo, es demandante, se siente necesario, etc.
• El pecado se presenta aun en los mejores momentos. Dice pablo (v.21) “queriendo yo hacer el bien”. El pecado no sólo se presenta cuando lo estoy buscando descaradamente, sino aun cuando estoy queriendo hacer algo que agrada a Dios. Cuando estoy queriendo ayudar a alguien, el pecado asoma la cabeza diciéndome que haga un poco de publicidad de mi generosidad para quedar bien con los demás. Cuando estoy invirtiendo tiempo de calidad con mi familia, el pecado asoma su cabeza diciéndome cuánto dinero estarías ganando si no estuvieras “perdiendo” el tiempo con tus hijos haciendo aparentemente nada. Aun en los mejores momentos…asoma su cabeza, no sólo cuando lo busco intencionalmente.
¡Qué problema! Parece que el pecado tiene un gran poder sobre nosotros ¿Qué haremos?
No quiero que te vayas de aquí pensando en nuestra derrota en la lucha contra el pecado. Hoy es un día diferente. Hoy es un día de buenas noticias. Son noticias grandiosas que no nos hablan no tanto de algo que nosotros hayamos hecho, sino de lo que Dios ha hecho para nosotros en Cristo. Hoy quiero que te vayas con este mensaje:
Nuestra unión con Cristo es nuestra victoria sobre el poder del pecado
Romanos 6:5-11
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
En este pasaje se nos presenta una verdad fundamental del cristianismo que es clave para vivir como discípulos de Jesús. Hay una unión o conexión entre Cristo y los que se identifican con él por medio de la fe, aquellos que están en una relación creciente con Cristo. Esta unión es tal que lo que vivió Jesús afecta paralelamente a sus discípulos.
Cristo fue crucificado por el pecado – El creyente ha crucificado su “viejo hombre” con Cristo
Cristo resucitó y vive para Dios – El creyente tiene nueva vida y debe vivir para Dios.
Cristo murió una vez y para siempre para el pecado, ya no tiene nada que ver con el pecado – El creyente igualmente ya no debe tener nada que ver con el pecado, pues ahora vive para Dios.
En nuestra unión con Cristo, nuestro viejo hombre (viciado por el pecado, acostumbrado al pecado, que anhelaba el pecado, que buscaba intencionalmente el pecado, que era dominado por el pecado) ha sido crucificado cuando Cristo murió por nosotros. Esto fue con el propósito de que ya no sirvamos más al pecado (v. 6). Es en nuestra conexión con Cristo, en nuestra unión con Cristo que radica la clave para vencer el poder del pecado. Nuestra unión con Cristo es la victoria sobre el poder del pecado.
Por eso el versículo 11 dice: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Por nuestra unión con Cristo, debemos considerarnos, reconocernos como muertos al pecado. Es decir, que el pecado ya no debe ser nuestro modo normal de operación, ya no debemos ver al pecado como nuestra tarjeta de presentación, ya no estamos conectados irremediablemente al pecado, sino estamos conectados para siempre en la vida que es para Dios. Por la muerte y resurrección de Cristo ya no tenemos que servir al pecado, sino a Dios. Nuestra unión con Cristo es la victoria sobre el poder del pecado. Su muerte y resurrección, nos ha hecho libres del poder del pecado. Su muerte y resurrección garantizan nuestra victoria sobre el poder del pecado.
Ahora bien, qué implicación tiene esto para nuestra vida. Pablo continúa diciendo en Romanos 6:12-14:
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Aunque el viejo hombre murió con Cristo, lamentablemente, hasta la segunda venida de Cristo, todavía cargamos con el muerto. Todavía de cuando en cuando el muerto aparece y quiere que sigamos sus deseos desordenados y que usemos nuestro cuerpo para lo malo. Pero recordando que ya hemos muerto al pecado, que ya no nos caracteriza el pecado, que ya no somos esclavos del pecado, podemos ahora, en virtud de nuestra unión con Cristo, poner a un lado al pecado y no obedecer sus concupiscencias, ni tenemos que presentar nuestros cuerpos como armas, herramientas o instrumentos para hacer lo malo.
Aunque a veces se sienta como una ley, no tengo que obedecer al pecado.
No tengo que prestar mi boca para chismear, blasfemar, gritar, mentir, adular, engañar,
No tengo que usar mis ojos para envidiar, para codiciar, para deleitarme en lo prohibido,
No tengo que usar mis manos para golpear, para destruir, para ofender
No tengo que usar mi cuerpo como instrumento de iniquidad. No tengo que decirle “sí” al pecado cada vez que toque a la puerta o que me invite a pasear con él.
Sino todo lo contrario, puedo decirle. ¡No! No voy contigo, pecado. No, me dejaré engañar otra vez.
En vez de esto, ahora puedo edificar en vez de destruir, perdonar en vez de odiar, ser fiel en vez de adulterar, buscar la santidad en vez de la impureza sexual, hablar verdad en vez de mentir, reconocer en vez de calumniar, compartir en vez de ignorar, adorar en vez de blasfemar, buscar la gloria de Dios en vez de la mía.
Si estoy en una relación creciente con Cristo, ya podemos vivir como vivos ente los muertos por nuestra unión con Cristo; en su muerte y resurrección El operó un cambió en nuestra relación con el pecado. Ahora el pecado no se enseñorea de nosotros porque ya no estamos bajo la condenación de la ley, sino hemos experimentado la gracia inefable de Dios en Cristo Jesús.
En mis luchas estas semanas de tratamiento de mi psoriasis, no tiene porqué reinar el pecado en mí ni tengo que obedecer sus deseos. Puedo decirle “No!” No voy a ser áspero con mi esposa, voy a ser paciente con mis hijos, voy a tratarlos como Dios quiere que los trate porque su amor y su gracia me ha sido derramas en Cristo Jesús. Nuestra unión con Cristo es la victoria sobre el poder del pecado.
Esta semana recibí un correo electrónico de una señorita de nuestra iglesia. En medio de circunstancias difíciles logró entrar a unos cursos de superación académica en su área profesional y ha estado muy ocupada estudiando y trabajando y sacando a flote sus estudios. Me compartía acerca de un examen en especial que iba a presentar esta semana y me dijo lo siguiente: (usado con permiso)
“Aquí entre nos, le voy a contar que unos compañeros tienen un examen que podría ser el de mañana, ellos me lo pasaron a mi memoria y al ver la carpeta la borre, me han vacilado como nunca, se han burlado cuando les expuse mis razones de no verlo y también al decir que no le voy a entrar a su estrategia de "copiado" o "ayuda mutua" como le dicen ahora. Uno de ellos dijo al equipo y a mí... amiguita estas haciendo lo correcto, ya déjenla, pero ni modos amiguita por hacer lo bueno te van a tronar! y se empezaron a reír.
Quisiera poder demostrarles que voy a pasar sin necesidad de ese tipo de ayuda, pero tengo tanto miedo, como hace mucho que no sentía, y creo que como estoy tan angustiada y temerosa y estresada menos puedo estudiar.
Hoy en la noche se van a reunir para contestar y repasar la "guía de estudio" y por supuesto yo estoy invitada, y no se imagina lo tentada que estoy de ir, pero por supuesto que no ire, quiero hacer lo correcto, y como nunca en mi vida escolar y en general estoy tan dispuesta a que el mundo pueda ver la diferencia de ser cristiana, estoy decidida a que vean a Cristo reflejado en mi vida.
Ud sabe que pase por varias cosas antes de entrar a estos cursos, pero por esas cosas se que Dios me puso allí por alguna razón, y he llegado a la conclusión hoy por hoy que es la de dar testimonio de quien es El, pues hay corazones alejados de Dios en mi grupo, gente que sabe la verdad y hace lo contrario en y con sus vidas, gente que ha dejado de luchar en este mundo de tentación y por supuesto gente que necesita de El.
No me queda más que pedirle una vez más que ore fervientemente por mí, para que Dios me de la sabiduría necesaria al presentar mi examen, y al vivir mi vida, que me de la tranquilidad, serenidad, para estudiar, y me de el descanso necesario al saber que todo esta bajo su control y que yo estoy bajo Su cuidado.
Qué bello ejemplo de la libertad que tenemos en Cristo del poder del pecado. Como Ella, podemos decirle no al pecado porque nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo y tenemos nueva vida y el pecado no se enseñorea ya de nosotros porque hemos experimentado la gracia de Dios. Nuestra unión con Cristo es la victoria sobre el poder del pecado.
Hoy es día de buenas noticias para ti que ya tienes una relación creciente con Cristo y para ti que comienzas a penas a indagar al respecto. Jesús es nuestras buenas noticias. Sólo unidos a él podemos y podremos vencer a nuestro mayor enemigo. Sólo Jesús nos libra del poder del pecado. Sólo en Jesús podemos tener victoria. Las buenas noticias son que Jesús está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y en él está la victoria.