CENA DEL SEÑOR: EL ALIMENTO DEL REINO
Mat 26:26-29
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquél día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”.
Oración:
Señor mío y Dios mío, concédenos que mientras oímos tu Palabra; tu Espíritu Santo abra nuestros corazones para entenderla y creerla. Muéstranos la profundidad y la intensidad del amor del Salvador de tal manera que nos maravillemos, te alabemos, y te sirvamos. En el nombre de Jesucristo, Amén.
I. EL LUGAR.
El lugar donde Jesucristo instituyó este sacramento es importante.
La tradición dice que el aposento alto era la casa de Juan Marcos.
Si fue la casa de Juan Marcos o no, no es lo importante, sino que fue dentro de los muros de Jerusalén como lo marca la Ley.
Muy cerca del monte donde se erigió el templo del Señor.
Este monte tiene mucha importancia en la historia de la salvación.
¿Se acuerdan que Dios ordenó a Abrahám subir al monte Moriáh para sacrificar a Isaac? Esto sucedió en 2000 a.c. Este es el monte del Templo.
En 2 Sam. 24, El rey David, 1000 a.c. realizó un censo de los guerreros, los caballos, y los carros de guerra con los que contaba; esto Dios lo prohibió en Deuteronomio.
Para castigar la confianza de David en su ejército en vez de poner su confianza en el Señor, Dios mandó una plaga por la que murieron 70 mil guerreros.
Luego Dios tuvo misericordia de Israel y detuvo esa plaga.
Como gratitud al Señor David construyó un altar en el monte Moriah.
En 2 Crón 3:1 Se nos informa que en ese mismo lugar donde David erigió ese altar, Su hijo Salomón construyó el Templo en el que miles y miles de holocaustos fueron ofrecidos al Dios Altísimo.
Este significativo lugar escogió Jesucristo para instituir el Sacramento de la Cena del Señor.
II. EL TIEMO.
Era el 14 de Nisán, la noche en que todo israelita comía la pascua.
Durante 1450 años el pueblo de Israel había celebrado la liberación de la esclavitud en Egipto.
Fueron liberados de la esclavitud por la sangre del cordero que aplicaron en el dintel de su casa, mientras que comían su carne asada al fuego.
Si no hubiera sido por esa sangre en el dintel de su casa, Israel hubiera tenido la misma muerte que los Egipcios. La diferencia fue la sangre del Cordero.
Esa noche escogió Jesucristo para instituir este Sacramento.
v. 26 “Mientras comían…Jesús dijo: tomad, comed esto es mi cuerpo”
Todavía tenían el sabor de la pascua, estaban masticando la carne del cordero pascual cuando les dijo: “tomad, comed esto es mi cuerpo”
Estudiaremos:
I. La institución del pan. V. 26
II. La institución de la copa. Vv.27 y 28
III. La promesa. V. 29
I. LA INSTITUCIÓN DEL PAN. V. 26 “Tomad, comed, esto es mi cuerpo”
Estos fueron los últimos momentos que Jesús compartió con sus discípulos juntos, luego fue crucificado.
Jesucristo quería que sus discípulos relacionaran la Cena del Señor, con la pascua y con su muerte expiatoria.
Después de celebrar la primera pascua, el pueblo de Israel inició su éxodo. Un camino difícil, lleno de pruebas, hacia la tierra que fluye leche y miel.
Igualmente, Jesucristo, después de celebrar su primera Cena del Señor, inició su éxodo, la agonía de Getsemaní, prisionero, vituperado, juzgado, golpeado, flagelado, coronado de espinas, la muerte en la cruz.
Pero esa muerte en el Calvario, no fue un accidente, ni una victoria de los enemigos de Jesucristo, fue una muerte voluntaria para cumplir el plan de Dios para nuestra salvación.
Amor en su máxima expresión. “esto es mi cuerpo que por vosotros es partido”
El pan que usó Jesús era sin levadura, era el pan que normalmente se usaba para celebrar la pascua.
En el ritual de la pascua judía, en el momento de partir el pan, el Rabí decía las palabras: “Este es el pan de aflicción que nuestros padres comieron cuando salieron de Egipto”
Jesucristo hace algo totalmente diferente: partió el pan y dijo: “esto es mi cuerpo”
Is. 53:3 “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto.
v.5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados”
“partió el pan y dijo: tomad, comed, esto es mi cuerpo”
¿Les estaba diciendo que el pan se convirtió por arte de magia en su cuerpo? ¡No! Les estaba diciendo que el pan representa el cuerpo del Señor “que por vosotros es entregado”, explica lo que sucederá en pocas horas.
Las palabras: “esto es mi cuerpo” no son literales, son simbólicas.
Cuando el rabí decía: “este es el pan de aflicción que vuestros padres comieron cuando salieron de Egipto” Nadie entendía, ni el rabí quería decir que de repente el pan se transformó en el pan que usó Moisés 1450 años antes. ¡No! Sino que el pan actual representaba el pan de tiempos ancestrales.
Jesucristo enfatiza dos cosas acerca del pan:
• Representa su cuerpo
• La fe
La fe en su cuerpo partido que es una ofrenda a favor nuestra para pagar por nuestros pecados. “Tomad, comed”
Durante todo el tiempo de su ministerio, Jesucristo usó esa manera simbólica de hablar.
En Juan 6:54 “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”
En Juan 6:47 “El que cree en mí, tiene vida eterna”
Un silogismo en matemáticas dice:
a = c. b = c. entonces a = b
Comer la carne de Jesucristo = creer en él , porque el resultado es el mismo.
El que no come muere de inanición; el que no cree en Jesús no tiene la vida, tiene muerte espiritual por sus pecados y delitos.
Cuando Jesucristo dice: “Tomad, comed esto es mi cuerpo” lo que significa es “vengan, crean en mi sacrificio expiatorio para que tengan vida”
Cuando Jesucristo dijo a los discípulos: “tomad, comed, esto es mi cuerpo” él estaba frente a ellos, entonces no ocurrió ninguna transformación sino una representación.
Jesucristo dijo: “Esta copa es mi sangre” el nunca dijo: “este vino es mi sangre” Si estas cosas se deben tomar literalmente, entonces la que se transformó en la sangre del Señor es la copa no el vino.
Jesucristo acostumbraba frecuentemente hablar en forma simbólica.
Juan 2:19 “Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días”
Juan 6:51 “Yo soy el pan de vida que descendió del cielo”
Juan 10:9 “Yo soy la puerta, el que por mí entrare, será salvo”
Por todo esto sabemos que Jesucristo nunca tuvo como propósito la transformación de los elementos en su cuerpo y sangre.
Las únicas representaciones de Jesucristo que tenemos permitido hacer son los sacramentos; son las únicas fotografías o imágenes que Dios nos permite usar para acordarnos de él.
En la segunda guerra mundial un joven fue enviado por dos años a Filipinas. Dos semanas antes de partir, su novia y él decidieron casarse.
En aquel tiempo no había la facilidad de hablar por teléfono como ahora, o de hablar por internet.
Durante esos dos años su comunicación era por cartas y él le envió a su esposa una fotografía que la hizo muy feliz.
Pasados los dos años por fin se reunieron ¿a quién creen ustedes que la joven esposa abrazó radiante de felicidad, a la fotografía o a su esposo en persona?
Así mismo la Cena del Señor es solamente una fotografía muy útil para acordarnos de nuestro Señor y de su obra a nuestro favor; pero no es en realidad la esencia del Señor.
El nos ha dejado esta fotografía para acordarnos de él hasta que él venga y entonces le veremos cara a cara personalmente.
II. LA INSTITUCIÓN DE LA COPA. Vv.27-28
“Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”
El Evangelio de Lucas y Pablo en 1 Cor 11 dicen: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” Mateo dice: “Esta es mi sangre del pacto”
Al decir esto, Jesucristo estaba citando
Ex. 24:8 “Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros”
¿Cuál era ese pacto? Que Dios perdonaba los pecados de su pueblo que sería su redentor por la sangre.
Jesucristo estaba enseñando que la sangre que él derramaría en unas horas era la sangre del pacto.
En Hebreos se nos informa que la sangre de los toros y cabritos no perdonan, no perdonaron y nunca perdonarán los pecados sino mi sangre del pacto.
Al citar Ex. 24:8, Jesucristo hizo un pequeño cambio que significa mucho. Él no dijo: “la sangre del pacto que Jehová a hecho con vosotros” sino “mi sangre del pacto” .
Mat. 26:28 “Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”
“por muchos”
Is. 53:11 “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificrá mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”.
Él murió por muchos no por pocos, no solo por los judíos que son pocos, sino de todas las naciones, tribus, lenguas, Judíos, y Griegos, esclavos y libres, hombres y mujeres, una multitud que nadie puede contar. “por mi sangre del pacto”.
Jer. 31:33 “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”
v. 34 (al final) “porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado”
Así que Jesucristo estaba enseñando que los discípulos estaban perdonados de sus pecados por la sangre del pacto que en unas horas derramaría y les ordena:
“Beban todos de ella” = creer en la remisión de nuestros pecados por su sangre.
III. LA PROMESA. V.29
“Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquél día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”
Esta es una promesa para fortalecer nuestra fe de que vamos a estar en el cielo con Jesucristo.
Jesucristo recordó esta promesa a los discípulos porque sabía que los siguientes tres días serían la más grande tribulación para ellos.
Iban a perder toda esperanza por eso Cristo les dijo:
“La próxima vez que estemos sentados cara a cara, celebrando la comunión, será cuando ustedes hayan visto que la redención que yo les compré en la cruz,es una realidad en la gloria”
En la segunda guerra mundial los japoneses derrotaron al ejército de Estados Unidos y los obligaron a abandonar las islas Filipinas.
El último discurso del General Douglas MacArthur al pueblo Filipino fue “volveré pronto” y a los soldados que regresaban derrotados: “volveré pronto”
Dos años después, con un poderoso ejército, su promesa se cumplió, “ya he regresado”
El Señor Jesucristo nos hace esta promesa:
“no me sentaré en esta mesa con ustedes hasta que lo hagamos en el reino de mi Padre. Celebraremos las bodas del Cordero”
Esta promesa hecha para los apóstoles y para nosotros, es muy hermosa.
El Señor sabía perfectamente que todos sus discípulos lo abandonarían, otro lo negaría, y volverían a su antiguo modo de vivir.
Por eso la promesa: “me sentaré con ustedes en esta mesa otra vez en el reino de mi Padre” es maravillosa.
Jesús nos conoce perfectamente, lo bueno que hay en nosotros y lo malo, especialmente lo malo que hay en nosotros.
Aún así nos promete: celebraremos juntos las bodas del Cordero”
Esto es posible por el poder de la sangre de Jesucristo, que nos limpia de todo pecado y de toda maldad y el pacto de Dios es: “no me acordaré mas de sus pecados”.
Cuando estemos celebrando la Cena del Señor en el cielo, Jesucristo va a levantar la copa del nuevo pacto, nos va a ver a todos nosotros y va a decir: “misión cumplida”.
Oremos:
Señor mío y Dios mío. Nuestra salvación es tan grande que no la podemos ver toda. Tus obras tan portentosas que no podemos comprenderlas. Demasiados buenas para creerlas. Así es tu Evangelio. Pero Jesucristo viene con nosotros en este sacramento y nos dice: Tomad, comed, esto es mi cuerpo, esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, bebed todos de ella. Danos la gracia de hacerlo. En el nombre de Jesús Amén.