Tienes una Misión
Intro: Este viernes pasado en mi grupo pequeño de matrimonios, por ser la primera reunión del año nos hicimos la pregunta: “¿Por qué le damos gracias a Dios por el año pasado? Y fuimos uno por uno hablando de nuestras bendiciones. Cuando llegó mi turno, yo les dije lo que les digo, mi mayor gozo es escuchar las historias de cómo la gente ha tenido o está teniendo un encuentro con Dios y están comenzando una relación creciente con Cristo. Algunos hablaron de su reencuentro con Dios el año pasado, otros de su encuentro, otros ni se imaginaban estar haciendo lo que están haciendo ahora en Cristo. Un año lleno de sorpresas en virtud de estar en relación con Jesús. Y lo más hermoso para mí, es estar en primera fila siendo testigos de la transformación que comienzan a experimentar, escucharles hablar de su caminar con Dios, de sus luchas y de sus victorias. Personas como tú y yo, necesitadas de una relación creciente con Dios por medio de la gracia de Jesucristo.
El capítulo 5 de Marcos nos habla de una más de esas historias. Historias de vidas en transformación por haber tenido un encuentro con Jesús.
Marcos 5 nos relata una historia que ha llegado a conocerse como la historia del “Endemoniado Gadareno”. Después de un largo día de trabajo, después de despedir a la multitud, Jesús y los discípulos zarparon en una barca atravesando el mar de Galilea (que en realidad es una especia de lago). Y llegaron a una región llamada “Gadara”. Estaban fuera de los confines del territorio Israelí.
Apenas se bajaban de la barca, cuando vino hacia ellos un hombre extremadamente extraño. La Biblia nos reporta que se trataba de un hombre que tenía un espíritu inmundo. Miren como era:
Andaba desnudo; moraba en el cementerio; Nadie podía atarlo, nadie podía dominarlo, ni con cadenas pues siempre las rompía; de noche o de día andaba gritando por los montes y los sepulcros; se hería a sí mismo con piedras….¿Te gustaría que fuera tu vecino? Allí están este hombre extraño e indeseable y Jesús frente a frente.
La historia se desarrolla, en el capítulo 5 de marcos, siguiendo tres ruegos que los personajes le hacen a Jesús. Jesús concede los dos primeros y niega el tercero.
En el versículo 12 nos presenta el primer ruego. Este fue a cargo de los demonios que habitaban en el hombre. Resulta que este hombre no sólo tenía un demonio, sino varios (de hecho, se llaman a sí mismos “una legión”). Jesús les ordena que salgan del hombre y entonces los demonios hacen este ruego a Jesús: “Y le rogaban todos los demonios: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos”(v.12). Jesús accede y los cerdos se tiraron al mar por un despeñadero. El hombre extraño queda completamente libre de esta esclavitud. Primer ruego, concedido.
Más adelante, en el versículo 17 encontramos el segundo ruego. Esta vez es la gente del lugar que presenció el evento de los cerdos despeñándose. Al ver que aquel vecino indeseable, estaba vestido, en su cabal juicio y sentado a los pies de Jesús, reaccionaron rogándole a Jesús algo: “Comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos”(v.17). Y Jesús accede a su ruego y comenzó a retirarse. Segundo ruego, concedido.
Finalmente, el versículo 18 nos presenta el tercer ruego. Este lo hace el que había estado endemoniado. ¿Cuál era su ruego? “El que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él”(v.18). ¿No les parece una formidable idea y petición? ¡Qué buena idea! Estar cerca de Jesús todo el tiempo; aprender de él; gozar de su presencia… Pero Jesús no accede a su ruego. ¡¡¡Cómo!!! Accede a los dos ruegos anteriores y a este tercero que tiene mucha más sentido, no accede…¿Qué pasa?
Aquí está la lección importante: Si has tenido un encuentro con Jesús, ya tienes una misión. No importa quién hayas sido, no importa cual es tu trasfondo, no importa cuánto tiempo tienes de haber iniciado tu relación creciente con Cristo, Si has tenido un encuentro con él, ya tienes una misión.
Los versículo 19-20 nos dicen la misión que Jesús encomendó al que había estado endemoniado y que fue la razón por la que no le permitió ir con él: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban”
Aunque estar cerca de Jesús hubiera sido algo formidable, este hombre fue enviado con una misión: contar a todos acerca de la obra y la misericordia de Dios para con él. Esa era su misión. El hecho de haberse encontrado con Jesús lo ponía en el primer vuelo para salir al campo de misión. Ser discípulo de Jesús implica, precisamente, alguien que vaya en busca de otros para compartir la obra de Dios y la misericordia de Dios. Algo maravilloso está pasando en tu vida, y no lo puedes callar. Las buenas noticias no se pueden callar, sino son para compartir.
Si nos visitas por primera vez, esta es la razón por la que la persona que te invitó lo hizo. No pienses que te quiere cambiar de religión o que es un proselitista. ¡No! Es que hay algo pasando en él o en ella, de dentro para afuera, que Dios está haciendo y no puede dejar de decir y compartir acerca de la obra y la misericordia de Dios. Te animo a que te des tu tiempo y escuches y pienses acerca de las buenas noticias para la vida que hay en Jesús. Porque cuando conoces a Jesús, no puedes callar lo que Dios empieza hacer en ti, en tu familia, en tu vida.
Si ya has gozado de un encuentro con Jesús y estás empezando o ya tienes una relación creciente con él, quiero animarte a considerar con detenimiento la misión que Dios nos encomienda.
En virtud de la relación que tenemos con Jesús, no podemos quedarnos callados. Somos como mendigos que hemos descubierto donde hay pan, y debemos ir decirles a los demás mendigos donde lo hemos hallado. Jesús, en este pasaje, envía al gadareno a su casa, a los suyos, a su familia, a sus conocidos, a sus contactos, a su círculo cercano e inmediato de relaciones. Imagina a la madre de ese hombre, a los hermanos de ese hombre, a los amigos de la infancia de ese hombre cuando lo ven entrar por el umbral completamente en sus cabales, saludando, sonriendo de nuevo, con una mirada libre y enfocada…a ellos fue enviado primero.
Así nosotros debemos ir primeramente a ese círculo cercano en el que Dios nos ha puesto y nos permite desarrollar relaciones. Allí es donde debes comenzar a hablar de las grandes cosas que Dios ha hecho y está haciendo en ti y cómo ha tenido de ti misericordia. Y cuando Dios comienza a hacer algo nuevo en ti, la gente comienza a notarlo. Te preguntan, ¿Qué te pasó?
Doy gracias a Dios, porque esta iglesia ha crecido de esta manera, personas como tu y yo, que están sentadas a tu alrededor, un día tuvieron un encuentro con Jesús y no pudieron callar las buenas noticias, y fueron a sus familias, a sus amigos, a sus empleados, a sus jefes, vecinos, etc y les contaron las buenas noticias del amor de Jesús. Es asombroso cómo han llegado personas y me comentan, “Me invitó fulanita de tal…yo la conocí antes y ahora ni la reconozco, es otra persona y vine a ver qué encontró ella”. Sabes…no somos ninguno de nosotros los que hacen el cambio, no hay nada de especial en nosotros. El único especial aquí es Jesucristo, que cuando las personas tienen un encuentro con él, sus vidas son tocadas y comienzan a cambiar.
Todo comienza con ese encuentro y lo que sigue es ir a tu círculo de influencia y ser testigo de Jesucristo y su obra en tu vida allí con las personas que te conocen, con quienes convives, que saben quien eres y en quién te estás convirtiendo. Eso es lo que deseamos que todos hagamos aquí. No te quedes callado…pasa la voz…comparte de Cristo. Si has tenido un encuentro con Cristo, tienes una misión. Tienes la misión de presentárselo a las personas a tu alrededor.
Te quiero dar los siguientes consejos para aplicar esta verdad bíblica a tu vida.
1. Cuida tu relación con Dios celosamente. Es muy importante que tu relación con Cristo sea creciente. Por eso, busca a Dios cada día en oración y en su Palabra. Forma parte de un grupo pequeño ya sea entre semana o los domingos. Nútrete de la verdad de Dios.
2. Ora e invierte tiempo con las personas a las que quieres compartirles. Es muy importante orar por aquellos a quienes queremos compartirles de Jesús, pero también hay que desarrollar una relación con ellos. Es en el contexto de esa relación que se presentarán oportunidades para contarles de las cosas que Dios está haciendo en nuestras vidas.
3. Comparte el mensaje aprovechando las oportunidades naturales, confiando en la obra de Dios. Hay oportunidades naturales que se dan en el contexto de la relación. Una pregunta, un problema, una conversación, una crisis, abren ventanas de oportunidad para compartir de Cristo. Aprovéchalas sabiamente.
4. Se genuino con la gente. No hables como si fueras un producto terminado. Todavía estás en proceso. No digas: “Cristo me cambió”, di mejor “Cristo me está cambiando”. Reconoce tus debilidades y tus luchas. Muestra a las personas que lo único que hace la diferencia es tu relación con Dios.
5. Invita amablemente, sin presión ni hostigamiento, a tus amigos a actividades apropiadas con otros cristianos La comunidad cristiana es tu aliada en la misión; Aprovecha oportunidades como Mundo S, programas especiales como los que tuvimos en diciembre y otras oportunidades especialmente diseñadas para traer invitados para compartir con tus amigos sin presionarlos ni hostigarlos. Recuerda, Dios tiene un tiempo para cada quien, no hay necesidad de forzar a nadie. Dios obra en los corazones.
Así como el gadareno fue inmediatamente a cumplir su misión, mi oración es que nosotros también vayamos y hagamos lo mismo. Esa persona o personas que han venido tu corazón en este momento, quizá son los primeros con quien debes comenzar. Todavía hay una silla vacía en la mesa para alguien más que necesita de la gracia de Dios en Cristo. Si has tenido un encuentro con Jesús, tienes una misión. Y esa misión sí es posible, porque hemos tenido un encuentro con el Cristo resucitado que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.