LA FLAMA DEL ESPIRITU SANTO
1ª Tes. 5:12-24
Texto Base: No apaguéis al Espíritu (RV); No apaguen el fuego del Espíritu (Dios H. Hoy)
Introducción
Frase de apertura: El Espíritu Santo no abandona al creyente pero si se puede apagar en la vida del creyente, no es vencido por la carnalidad sino deja al hombre a su libre albedrío.
Hace dos años un grupo de hermanos fuimos a disfrutar del programa “Navidad en las montañas” en un lugar que se llama “Villa Alpina” cerca de Toluca; había mucho frío esa noche, pasamos por diferentes lugares viendo los adornos navideños, las luces, las obras de teatro, el frío pasaba las ropas que llevábamos, hasta que por fin llegamos a un lugar donde estaba una fogata, el calor del fuego disipaba el frio de la noche a una distancia más o menos de 6 metros. Cuando llegamos allá sentimos alivio, nos calentamos, nos sentimos refugiados, en ese lugar nos hablaron del significado de la navidad, después que todos se fueron nosotros todavía queríamos seguir ahí. Cuando por fin nos alejamos volvimos a sentir el frio de la noche; el lugar era hermoso pero nuestra perspectiva cambio desde el momento en que experimentamos el calor de aquel lugar.
En nuestra vida cristiana pasa algo semejante, lejos del Espíritu Santo, podemos contemplar las maravillosas bendiciones de Dios, podemos ver su luz, oir su palabra, pero el frio del pecado y las tinieblas de las huestes espirituales de maldad, no nos permiten contemplar todas esas bendiciones conforme a la perspectiva de Dios, todo lo vemos según nuestra humanidad carnal. ¿Cómo ver nuestra vida como el Espíritu Santo la ve? ¿Cómo ver la vida que nos rodea como el Espíritu de Dios la ve?
Hoy podemos ver sin conmovernos
Oímos pero no cambiamos ni nos arrepentimos
Sentimos pero sólo lamentamos y no nos levantamos
Probamos pero no hayamos el sabor
Comemos pero no nos nutrimos, no crecemos.
Sólo el Espíritu de Dios nos hace ver y conmovernos, oir y cambiar, sentir el sabor de la vida abundante, comer y nutrir nuestras almas. Sólo en él y en nadie más, porque el produce el querer como el hacer por su buena voluntad.
I. El fuego de los holocaustos (Gen 8:20 -21)
Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho.
Los holocaustos ofrecidos a Jehová tenían que ser totalmente consumidos por el fuego. Era como si el fuego hiciera subir hasta Dios el sacrificio; se decía, metafóricamente, que era un olor grato suave a Jehová. Quien ofrecía el holocausto era quien buscaba la leña, la acomodaba, buscaba el animal que ofrecería, un animal sin defectos, lo sacrificaba y encendía el fuego.
Noé y su familia experimentaron la salvación de un diluvio que acabó con toda la humanidad y la tierra; fueron salvados de esa catástrofe porque no se solidarizaron con el mundo de su época sino que se solidarizaron con Dios, eligieron hacer la voluntad de Dios aun en contra de todas las adversidades y las burlas de la sociedad de su tiempo. Después que las aguas del diluvio se despejaron y hubo tierra seca Noé, su familia y todos los animales salieron del arca. Jehová hizo un pacto con Noé, y Noé ofreció un holocausto a Jehová (ofrenda encendida) de todo animal limpio, y Dios se agradó de ello; la humanidad de todos los tiempos fue bendecida por esta ofrenda encendida ofrecida con Fe. Nunca más hubo diluvio.
Amados hermanos, no importa cuan difícil sea la situación que estemos pasando, no te olvides de glorificar a Dios con ofrenda.
Dios nos invita a que nosotros mismos nos ofrendemos a Dios en sacrificio vivo, santo y agradable. Noé y su familia se ofrecieron a Dios trabajando el proyecto de Dios, el arca.
Debemos recordar que el holocausto se tenía que consumir por completo; no podemos ofrecernos en parte, Dios pide todo nuestro ser. Todo debe ser consumido por el fuego del Espíritu de Dios. Todo el YO, todo el EGO, Todo el hombre viejo debe quedar en cenizas.
Sólo cuando el ser entero sea echado al fuego de Dios, será un verdadero sacrificio que honre y glorifique a Dios.
En Gen 22:6 dice: Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos.
Tomó la leña del holocausto. El que ofrece el sacrificio prepara todo, corto la leña, la cargo hasta el monte Moriah, donde Dios dispuso que ofreciera, ahí construyó el altar.
Nuestra leña, la cual deberá ser quemada en el fuego se enlista en el pasaje de galatas 5: 19-21; sólo a través de una reflexión sincera con Dios podemos encontrar la leña escondida en nuestro ser que debemos echar al fuego de Dios para que sea consumida de nuestra vida.
Ilust. En cierta ocasión una señora que tenía una casa pequeña en Irlanda del norte en el siglo antepasado, era muy rica pero bastante avara. El pueblo quedo sorprendido cuando ella decidió poner electricidad en su casa. Varias semanas después de la instalación, bino un inspector a checar el medidor y le preguntó si todo estaba bien con el servicio, la dama respondió y dijo que estaba maravillada de la electricidad; el inspector le dijo pero su medidor no ha avanzada casi nada ¿esta usando la energía eléctrica?; por supuesto que si dijo la señora, cada día cuando el sol se oculta, enciendo los lámparas sólo un rato mientras enciendo las velas y luego las apago.
La mujer contrató el servicio pero no lo uso; su casa estaba conectada pero no cambio su condición. ¿Cometemos ese mismo error?, nuestras almas salvadas pero nuestro corazón sin cambios; conectados pero no cambiados. Confiando en la salvación en Cristo pero resistiéndonos a ser transformados. Arrojamos de vez en cuando el interruptor y la mayor parte del tiempo nos conformamos con la oscuridad.
II. El fuego debe de permanecer. Lev. 6:9-13
Manda a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del holocausto: el holocausto estará sobre el fuego encendido sobre el altar toda la noche, hasta la mañana; el fuego del altar arderá en él. Y el sacerdote se pondrá su vestidura de lino, y vestirá calzoncillos de lino sobre su cuerpo; y cuando el fuego hubiere consumido el holocausto, apartará él las cenizas de sobre el altar, y las pondrá junto al altar. Después se quitará sus vestiduras y se pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera del campamento a un lugar limpio. Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.
Estos versículos se asemejan al de 1ª Tes 5:19.
Dios ordenó que los sacerdotes mantuvieran el fuego del altar, no debería apagarse, lo mantendrían echando leña cada mañana.
El mandamiento del apóstol Pablo a los tesalonicenses no era nuevo, tenía su fundamento en esta ley de Dios. Es importante guardarla, en el AT el fuego simbolizaba la presencia de Dios, la Shekiná.
En el NT el fuego simboliza la presencia del Espíritu Santo, obrando en la vida de sus hijos.
Dios ha declarado que nosotros somos real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciemos las virtudes de Dios, su precioso evangelio de salvación a todas las naciones.
Como sacerdotes del Dios altísimo debemos avivar el fuego del Espíritu Santo cada mañana en el altar no de piedra, no externo, sino en el altar del nuestro corazón. Es ahí donde debemos echar la leña de la amargura, de la tristeza, de la gritería, de la malediciencia y de toda clase de malicia; sólo así podemos guardar la santidad que Dios demando a Aarón y a toda su familia, quienes eran sacerdotes de Dios; la leyenda en su cabeza decía: Santidad a Jehová.
El Señor Jesucristo nos enseñó a pedir: “y no nos metas en tentación más líbranos del mal”
El fundamento esta en que la luz del fuego de Dios nos revele el pecado antes de que lo cometamos, y sintamos dolor antes de pecar.
Recordemos al salmista cuando dijo (Sal 5:3): Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; El malo no habitará junto a ti.
Avivemos el fuego del Espíritu Santo. Efe 5:18-20: No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Usemos la sabiduría de Dios escrita en la Biblia para responder a cada situación de la vida. Cantemos con alegría en el corazón cada vez que nos maravillemos de la obra de Dios en nuestras vidas.
A veces caminando por los pasillos de la escuela al ver los árboles y oir el canto de las aves mis ojos se llenan de lágrimas por lo grandioso que contemplo su creación; esos árboles siempre están ahí, esas aves siempre cantan a esa hora, y frecuentemente las escucho, pero hay días que ese panorama y esos sonidos llegan a mi corazón y siento como dios me esta hablando a través de ese fabuloso cuadro.
III. No eches el fuego de ti. V.19
Ilust. Un joven que había sido criado en la ciudad compró una granja y varias vacas de leche. Un día en la tienda de abarrotes se empezó a quejar de su mejor vaca que se había secado y no daba leche. El dueño de la tienda le preguntó ¿La estás alimentando de la forma correcta?. "La estoy alimentando con lo que usted me ha estado vendiendo" dijo al hombre. ¿Usted, la ha ordeñado todos los días?" "Casi. Si necesito ocho tazas de leche para el desayuno, salgo y lo consigo – y lo demás lo ahorro". El dueño de tienda de alimento le explicó: no funciona así con la leche de vaca, es como la presencia de Dios, o usted toma todo que esta allí, o no tendrá nada en el futuro.
No apague el fuego de Dios es un mandato que implica prohibición.
En nuestra comunidad podemos ver a través de letreros diferentes tipos de prohibiciones. Ej: No estacionarse, no fumar, di no a las drogas, alto, no corro, no grito no empujo; no rebase en curva, etc, etc.
Todas estas normas y otras son útiles para nuestra sana convivencia y para tener bienestar y buenas relaciones; todos sabemos que su función no es estorbarnos y hacernos la vida imposible sino para guiarnos y ayudarnos. Cuando se infringen (se desobedecen) se corre el riesgo de meterse en problemas, en conflictos con otros porque falta el respeto, en ocasiones los problemas pueden ser verdaderamente serios; incluso poner en riesgo la vida como cuando no respetamos una señal de alto en un crucero peligroso.
Esta exhortación de 4 palabras que hace el Apóstol Pablo nos da una clara advertencia, porque existe un grave peligro en nuestras vidas cuando el Espíritu Santo no esta obrando. Quedamos totalmente desarmados contra las huestes espirituales de maldad, estamos a merced del enemigo; estamos débiles sin fuerza, sin poder y fácilmente sucumbimos al pecado.
No apaguéis al Espíritu.
Conclusión:
El Espíritu Santo es como el fuego del altar en los tiempos del pueblo Hebreo; purifica, consume una vida para dar vida, y da libertad por eso cantamos: Donde esta el Espíritu de Dios hay libertad, hay libertad.
El fuego del Espíritu Santo debe ser avivado cada mañana con la leña de nuestras debilidades y carnalidades para que consuma nuestro ser entero Porque el poder de Dios se perfecciona en nuestras debilidades. El fuego debe permanecer todo el día y toda la noche.
El Espíritu Santo no abandona al creyente pero si apaga su acción y su protección, No es vencido pero deja de bendecir. No es debilitado pero deja de fortalecer. No es derrotado pero deja de pelear y de vencer por nosotros.
Cuando el Espíritu se apaga la cruz de Cristo parece que pesa toneladas. El frio del pecado parece congelar un congelador. La oscuridad parecen tinieblas que jamás se quitarán. Nuestras tareas en la iglesia, en el reino de Dios, parecen esclavitud interminable.
Elije avivar el Espíritu. Y Dios hará proezas en ti, contigo y por ti.