Yo soy el Buen Pastor
Juan 10:11-15
Intro. Estos días quede horrorizado al leer una nota en el periódico. En una población muy cercana a Mérida, los vecinos del lugar quedaron atónitos cuando vieron a unos perros llevarse entre las fauces partes de un cuerpo humano. Se trataba de un bebé humano. Cuando comenzaron las indagaciones, resultó que una joven de 19 años, dio a luz en el patio de su casa, tras haber ocultado de sus familiares su embarazo, fruto de una vida de promiscuidad, (que por cierto, era el segundo embarazo, ya que el primer bebé lo dio en adopción). Luego, en el fondo del patio puso al recién nacido vivo en un hoyo y lo cubrió con rocas. Más tarde, los perros callejeros hallaron el cadáver y comenzaron a devorarlo. Y fue así como se descubrió el crimen. La muchacha al ser aprehendida dijo que lo había hecho por temor a sus familiares.
Estoy seguro que como yo, también ustedes quedan horrorizados ante tal muestra de la naturaleza humana caída. Y nos preguntamos, cómo pudo hacer esto, cómo pudo asesinar a un bebé indefenso. Luego, me puse a pensar que no soy mejor que esa muchacha de 19 años. Que al igual que ella, necesito un salvador. Que por mis méritos jamás podré estar delante de la presencia de Dios. Que mis obras y esfuerzos no me procuran un lugar con Dios. En resumidas cuentas, aunque quizá no he asesinado un bebé, la Biblia dice que en mis propios méritos estoy destituido de la gloria de Dios y que no tengo excusa delante de Él y estoy muerto en mis pecados y delitos. Definitivamente, no soy mejor que esa muchacha de 19 años. Y sabes…ni tú, hermano, hermana. Todos necesitamos un salvador; alguien que sí pueda llevarnos al Padre.
En la Biblia a las personas como nosotros, necesitados de alguien que los guíe, que los salve, que los conduzca hacia el Padre, se nos compara con ovejas. Las ovejas son animales indefensos, víctimas fáciles de cualquier depredador. Incapaces de dirigirse a sí mismas. Por eso necesitan un pastor. Alguien que las guíe y las atienda.
En el libro del profeta Ezequiel en el AT. en el capítulo 34, Dios presenta una denuncia en contra de los que se suponían que debían conducir a Israel, su pueblo. Les llama “los pastores de Israel”, líderes, príncipes, sacerdotes, levitas, etc. todos aquellos que debían atender y cuidar a su pueblo, pero que en vez de sacrificarse por el pueblo, se habían servido a ellos mismos a expensas del pueblo. Les dice, “Ustedes se beben la leche, se visten con la lana, y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan del rebaño. No fortalecen a la oveja débil, no cuidan de la enferma, ni curan a la herida; no van por la descarriada ni buscan a la perdida. Al contrario, tratan al rebaño con crueldad y violencia. Por eso las ovejas se han dispersado: ¡por falta de pastor! Por eso están a la merced de las fieras salvajes”
Dios tenía gran enojo por los abusos cometidos por los pastores de Israel en contra de las ovejas. Por eso, en respuesta a esta situación promete algo impresionante, en Ezequiel 34:11-16
“Así dice el Señor omnipotente: Yo mismo me encargaré de buscar y de cuidar a mi rebaño. Como un pastor que cuida de sus ovejas cuando están dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las rescataré de todos los lugares donde, en un día oscuro y de nubarrones, se hayan dispersado…Yo mismo apacentaré a mi rebaño, y lo llevaré a descansar. Lo afirma el Señor omnipotente. Buscaré a las ovejas perdidas, recogeré a las extraviadas, vendaré a las que estén heridas y fortaleceré a las débiles,…las pastorearé con justicia”.
La promesa en Ezequiel era que Dios mismo vendría para ser el pastor del rebaño. Él mismo cuidaría el rebaño. Él sería el Pastor de Israel.
Cientos de años de después, San Juan en su capítulo 10:11 nos reporta que Jesús se pone de pie y dice: “Yo soy el buen Pastor”. Jesús no estaba sólo poniendo una ilustración contextualizada en una comunidad de Pastores y ovejas. NO…él no dice yo soy “un” buen pastor (uno bueno entre varios pastores), sino el dice Yo soy EL buen pastor. Es decir, yo soy el cumplimiento de la promesa de Dios en Ezequiel 34. Yo soy ese pastor que reunirá a las ovejas dispersas, que rescatará a las perdidas, que vendará a las heridas y fortalecerá a las débiles. Ese pastor que conducirá a las ovejas con justicia. Yo soy el buen pastor, Dios mismo, pastoreando las ovejas tal y como fue profetizado en Ezequiel hace cientos de años.
Ahora bien, el buen pastor, Dios mismo atendiendo su rebaño, ¿cómo cuidará de él? El resto del versículo 11 nos dice: “El buen pastor da su vida por las ovejas”. Es tal el compromiso, la entrega del buen pastor que él sacrifica su vida por el bien de las ovejas. Jesús es el buen pastor que da su vida por las ovejas.
Esto contrasta con los otros pastores que son asalariados. Los versículos 12-13 nos dicen: “El asalariado no es el pastor, y a él no le pertenecen las ovejas. Cuando ve que el lobo se acerca, abandona las ovejas y huye; entonces el lobo ataca al rebaño y lo dispersa. Y ese hombre huye porque, siendo asalariado, no le importan las ovejas”.
Ilustra: Mi hijo Josué tiene como mascota una iguana. A veces la saca de su jaula y la pone en las ventanas. Ella trepa por los mosquiteros y se queda un rato tomando el sol. El otro día estábamos en el cuarto Josué, Delia y yo, y haudini (así se llama la iguana) estaba en el mosquitero de la ventana que da a un costado de la casa. Estábamos platicando cuando de pronto, de la nada, saltó un gato blanco al mosquitero queriendo atrapar a haudini y allí se quedó por unos segundos. Nosotros del susto y la desesperación nada más nos quedamos gritando: “Un gato…un gato”, pero nadie hacía nada por salvar a la pobre Hudini. Así pasaron unos cuantos segundos, hasta que a alguien se le ocurrió tomar una almohada de la cama y pegarle al gato, el cuál después de algunos almohadazos salió corriendo. Pobre hudini, cuando vimos el peligro la dejamos sola.
Pero Jesús no es como nosotros. El buen pastor pone su vida por las ovejas porque le importan. El buen pastor tiene un interés profundo por las ovejas. No huye cuando viene el lobo; no te abandona cuando viene el peligro pensando en su vida primero, sino lo enfrenta cara a cara, exponiendo su propia vida por las ovejas, porque le pertenecen.
Jesús continúa diciendo en los versículos 14-15: “Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él, y doy mi vida por las ovejas”.
Esto es maravilloso. El buen Pastor…conoce a las ovejas. No son un número más, una estadística, un número sin rostro en la multitud. El buen pastor las conoce. Y conocer implica más que sólo “hola mucho gusto…soy wilbur madera” y luego digo que te conozco. Conocer en la mentalidad hebrea implica un compromiso, una relación profunda entre las personas que se conocen.
Ilustra: ¿Te has dado cuenta cómo cambia para ti la información acerca de un lugar cuando conoces a alguien que vive en ese lugar? Antes cuando decían, un huracán va a pegar a Cabo San Lucas, lo más que pensaba, era “ay pobres”. Pero ahora cuando escucho esa misma noticia, tengo un interés especial por la noticia porque conozco a varias personas allí y en especial, a Manuel Ruiz y a Eli Luna que viven allí. Cabo San Lucas, ya no es un nombre más, sino que tiene un rostro para mí, porque conozco a alguien allí. El conocer a las personas cambia las cosas.
Así también, El buen Pastor conoce a sus ovejas, en este sentido, y da su vida por ellas. El buen pastor dio su vida pensando en sus ovejas, y éstas lo conocen también y le siguen.
Jesús es el buen pastor. El buen pastor su vida da por las ovejas. Jesús es ese pastor prometido desde la antigüedad y pone su vida por las ovejas porque le importan y las conoce.
Sabemos que en la vida de Jesús, estas palabras no sólo fueron un discurso inspirador, o buenas intenciones. Sino cumplió sus promesas. Y ese día, tras haber sido juzgado mañosamente y azotado injustamente, llevó a cuestas una cruz que no merecía. Soportando los insultos, burlas y escupitajos, caminó como cordero que va al matadero, hasta el monte calvario. Allí extendió los brazos y fue clavado a la cruz que no era suya. Sufrió la agonía de una de las muertes más crueles que hay. Experimentó el abandono del Padre, el peso del pecado recaía sobre sus hombros. Sintió sed descomunal. Y aún así, pidió perdón por sus verdugos. Luego, clamó a gran voz: “Consumado Es”. Todo está pagado. No hay más sacrificio que hacer. Y luego: “Entregó el Espíritu” y murió.
Y lo más importante de todo esto, es que su sacrificio no fue un accidente, no fue un plan fallido, no fue final trágico donde el mal vence sobre el bien. ¡No! Su sacrificio fue algo que él mismo decidió. El se entregó voluntariamente por nosotros, porque el Es el buen Pastor. El buen pastor su vida da por las ovejas.
Jesús murió por las ovejas…le importas y te conoce. La respuesta correcta a tan grande amor es entregar toda tu vida al buen Pastor, a Jesucristo y seguirlo para siempre.