Summary: Cuando Dios proclama su gloria, El hace destacar que El es un Dios misericordioso y compasivo que perdona el pecado. Esta es una de las declaraciones mas gloriosas en todas las Escrituras.

UN MANIFIESTO GLORIOSO

Pastor Oscar Arocha

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“Y Jehová dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste. Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte. Y no suba hombre contigo, ni parezca alguno en todo el monte; ni ovejas ni bueyes pazcan delante del monte. Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra. Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.”

(Exo.34:1-7)

En el pasaje leo esta parte: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó:”; eso es un manifiesto. Lo cual es un Escrito en que se hace pública declaración de doctrinas o propósitos de interés general. Y he aquí, sino el más, uno de los más importante manifiesto divino que se ha hecho en la historia de la humanidad. O pienso que éste y otro serían los dos más grandes. El primero se dio como respuesta al primer pecado, y este segundo al más grande pecado. Cuando Adán y Eva desobedecieron entró el pecado al mundo, fueron los primeros pecadores, y allí el Redentor dio la promesa de enviar al Salvador, o lo que es lo mismo, a Cristo. Y este frente a nosotros se dio cuando se cometió el mayor pecado, la idolatría del pueblo de Israel en el desierto. Luego que hubieron pecado, en lugar de barrerlos de sobre la faz de la tierra, el Señor les ofreció perdón: “Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (v6). De manera que este pasaje tenemos el más amplio y más grande despliegue de misericordia, como en ningún otro lugar de la Biblia. Quiera, pues, nuestro Señor hacerse presente, y el poder de Su bendita Palabra sea sentido en los corazones que hoy oyen: Que el Único y Sabio Dios es misericordioso, que su gloria es perdonar el pecado. Este pasaje es el sostén de los Creyentes en todo tiempo; de donde se infiere: Que el carácter de Dios es infinitamente compasivo con el pecador que cree.

Nuestro estudio será así: Uno, La circunstancia de este glorioso Manifiesto. Dos, El entusiasmo del manifiesto.

I. LA CIRCUNSTANCIA DE ESTE GLORIOSO MANIFIESTO

Cuando decimos la circunstancia, es como si dijésemos la manera como sucedió el asunto. Un caso: Y cuando Juan habló era de noche, llovía, estaba oscuro, húmedo, caluroso, y él de pie sobre una roca. Entonces la circunstancia es el evento de tiempo, lugar, modo, etc., unido a la sustancia del asunto sobre lo cual se desea llamar la atención. Eso trataremos de hacer con este glorioso manifiesto: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (v6).

Este caso es lo que pudiera llamarse como un acontecimiento notorio. Dios los había sacado de la esclavitud y maltrato en Egipto, los defendió abriendo el mar Rojo para librarlos de la espada de sus enemigos, luego les informa que Moisés subiría al Monte a recibir la Ley que los favorecería, y le daría señal de Su amor con ellos; note la ternura de Su lenguaje: “Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico.” (Exo.31:13). Este mensaje de amor no pudo ser entregado porque se impacientaron: “Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.” (v32:1-2). Además dieron ingrata idolatría contra el Señor: “Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová. Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.” (v5-6). Esto provocó fuerte indignación del Señor: “Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande.” (v10). Altamente indignado, pero abriendo una puerta de compasión, ya que habla como si necesitase permiso de Moisés para destruirlos. Aun estando airado nuestro Dios es tierno. Ahora veamos la reacción de Moisés y su conversación con Aarón: “Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento. Y él respondió: No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo. Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte. Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel. Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado? (v17-21). Quien fue dejado para cuidar la adoración al Único Dios les guió en como hacer la idolatría. Y al leer el capítulo se hace evidente la fuerte indignación que el Señor sentía contra el pueblo, lo resalto: “Déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma.”

Moisés cogió la señal porque más adelante hizo buen uso: “Al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado.” (v30). Y oró por ellos: “Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro… Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.” (v31,33). Luego vemos que el pueblo se enteró del asunto: “Y oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se puso sus atavíos. Porque Jehová había dicho a Moisés: Di a los hijos de Israel: Vosotros sois pueblo de dura cerviz; en un momento subiré en medio de ti, y te consumiré. Quítate, pues, ahora tus atavíos, para que yo sepa lo que te he de hacer.” (Exo.33:4-5). Esto es, si los perdono o destruyo. No obstante esta situación de vida o muerte para el pueblo, un asunto de peso, solemnidad y seriedad, Moisés seguía hablando con Dios como si fuera su compañero. Y hace buen uso de su alto privilegio: “Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado Gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre. El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.” (v17-18). Y es en esta circunstancia que el Único y Gran Dios, El mismo lo proclama, y más adelante confirma Su Pacto: “Que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado… Y él contestó: He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo.” (v6,10). Bendito Redentor.

Vimos que la circunstancia de esta gloriosa proclamación fue cuando el pueblo se entregó al pecado de la idolatría, y provocó que Dios casi los consumiera en el desierto.

II. EL ENTUSIASMO DE ESTE GLORIOSO MANIFIESTO

Cuando decimos entusiasmo, significamos el compromiso y fervor del Señor en perdonar al impío que cree. Notemos que Dios había conversado con Moisés, y éste movió la compasión divina; destaca que no se dilató en perdonar: “Y Jehová dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste. Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte” (v1-2). Como si le hubiese dicho: ‘Ven mañana mismo, bien temprano, no lo dejemos para después, porque cuanto antes quiero mostrarte mi gloria’.

Luego quien mismo había orado por misericordia responde con ánimo diligente, se presentó bien temprano: “Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová.” (v4). Y otra versión lo traduce así: “Moisés se levantó muy de mañana y subió al monte Sinaí, como el SEÑOR le había mandado” (BLA). Entendió el entusiasmo y respondió con solicitud, o que se empleó a fondo para la hora citada. No lo hizo esperar. Los dos estaban entusiasmados en reunirse a este glorioso encuentro. Enfoquémonos los episodios de esta cadena: “Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra. Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él.” (v4-5). Seis repeticiones de la partícula gramatical de unión, “y”. Uno tras otro sin freno. Nuestro misericordioso Dios responde con rapidez cuando Sus hijos hacen con diligencia Su voluntad, de inmediato se reveló: “Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él.” El entusiasmo incluye prisa, fervor y eso aquí es muy notorio. Un relato maravilloso.

Un paréntesis de aplicación: Cuando Dios te llame a algo, hazlo con diligencia y de seguro que se revelará. Más aun es clave del gozo Cristiano mostrar tal diligencia. Oye la promesa: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” (Jn.14:21). No hay gozo mayor para un Creyente que una manifestación de amor divino en su corazón. Ahora bien eso requiere amor, y amor mostró Moisés. Hacer la voluntad del Señor con entusiasmo. Así lo entendió y aplicó el salmista: “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré… Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu; No escondas de mí tu rostro, No venga yo a ser semejante a los que descienden a la sepultura. Hazme oír por la mañana tu misericordia, Porque en ti he confiado; Hazme saber el camino por donde ande, Porque a ti he elevado mi alma… De mañana sácianos de tu misericordia, Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.” (Sal.5:3; 143:7-8 y 90:14).

Comentando este Glorioso Manifiesto. Leo: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (v5-6). El Señor tiene mensajeros fieles, sin embargo El mismo descendió y reveló a Moisés y a todo pecador que cree, de Su Gran misericordia en perdonar. Su naturaleza es misericordia, siendo El infinito, Sus atributos también lo son, como El mismo lo es. Las criaturas que están en el cielo, como en la tierra, tienen misericordia por derivación; en Dios no es por derivación, sino por naturaleza, El es la fuente. Las criaturas tienen causa para serlo, pero Dios no, El es la misericordia, lo hace libremente, y no hay causa fuera de El que lo haga retirarla, es firme, bien dice la Escritura que nos ama desde antes de la fundación del mundo.

Volvamos unos versos atrás: “El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré…“ (33:18-19). Dos cosas llaman nuestra atención, como si el bien divino es perdonar y que lo proclamaría; esto es, que se anuncie, se publique, se predique en todo lugar y tiempo. Que todo el universo lo sepa y tenga muy presente, que mi Bien comprende todo esto: “Misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado… ”, o que es perdonar. En otras palabras, el entusiasmo es notorio. Leamos de nuevo: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación” hay allí once títulos, dos de ellos Su Nombre Propio, siete de Su Gracia perdonadora, y dos de justicia y castigo. O que siete de ellos hablan de los afectos de Dios hacia el arrepentido o del corazón del pecador que cree. O que Su Grande nombre se centra mayormente en perdonar. Llama la atención que Sus títulos de justicia, que Su justicia lo más propio a cobrar, lo dice al final: “De ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación” (v7).

Pregunta: Luego de haber escuchado este glorioso Manifiesto, ¿cuál ha de ser la reacción de un buen hombre? El pasaje responde: “Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado Gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad.” (v8-9). Dos acciones del corazón: Adorarle y rogarle Su perdón.

Hoy vimos: Que la circunstancia de esta gloriosa proclamación fue cuando el pueblo se entregó al pecado de la idolatría, y provocó que Dios casi los consumiera en el desierto. Y que en toda las épocas de la historia de la humanidad el Señor está siempre entusiasmado en revelar al Hombre Su carácter perdonador, o le entusiasma ver los hombres arrepentidos, ya que Su carácter es infinitamente compasivo con el pecador que cree.

APLICACIÓN

1. Hermano: Esto tiene un buen uso de imitación para todos nosotros. Ser misericordioso, como Dios lo es, y así lo seamos unos con otros. La maldad que puede hacernos el prójimo es pequeña en comparación con lo que se nos ha perdonado. Que perdones los centavos que puedan deberte, ya que te han perdonado millones de dólares. Esfuérzate, pues, y tú mismo sea testigo de esta verdad en tu relación con tu prójimo: “Amad a vuestros enemigos y haced bien y dad prestado sin esperar ningún provecho. Entonces vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos” (Lu.6:35).

2. Amigo: Dios fue compasivo con Moisés, con Su pueblo y si tú se lo pides, lo será contigo. A ti te digo, el Señor quiere perdonarte. Considérate como un hebreo entre aquel grupo. Fueron idólatras, tú también. Tú crees que tus problemas se resuelven con dinero, o con salud o con disfrute terrenal, es tu persuasión que tu felicidad es que la gente te honre, disfrutar de este mundo. Amigo eso es idolatría. La felicidad esta en el Creador de la Felicidad, no en las criaturas. Permíteme razonarte unos minutos: Si haces algo que te agrade, tú regresarías a eso que te deleita, el Señor hace lo mismo. Le gusta perdonar el pecado y de continuo vuelve hacerlo, como si tuviera necesidad, porque lo disfruta.

Te pregunto: ¿Alguien te ha confirmado una promesa así? Sólo y únicamente el Señor lo ha hecho. Ten por seguro que una vez perdonado tus pecados, El los olvidará, pero nunca jamás olvidará lo que te ha prometido. Si prometes algo a alguien, tú harás lo posible de cumplirlo o si te prometen, apelará al juramento que ese otro te hizo. Pues si siendo imperfecto y débil tú cumples lo prometido, cuanto más Dios; El ha empapado esta promesa de perdonar al impío que cree con la sangre del Señor Jesucristo. Te exhorto a que hagas esta oración : “Oh, Dios perdona mi iniquidad y mi pecado, y tómame como uno de tus hijos.”

AMÉN