¿Temes a la Soledad? - Juan 14:15-21
Intro: La Soledad…todos en algún momento de nuestra vida la hemos experimentado en cierto grado. Ya sea porque hemos estado sin compañía de otras personas o porque aun rodeados de mucha gente, experimentamos esa sombría sensación de estar aislados, separados, desencajados de los demás. La verdad es que para experimentar soledad no tienes que vivir solo. Conocemos personas que viven solas y no se quejan de soledad, mientras que también conocemos personas que aun viviendo rodeadas de mucha gente, viven anhelando una relación significativa porque se sienten solas.
Niños, jóvenes o adultos; casados, solteros o viudos; hombres o mujeres, algún día nos enfrentaremos a la soledad. Es más, quizá hoy mismo te sientes solo. De hecho, quizá vivas solo(a) y experimentas soledad. O bien, vives con tus padres, o tus hermanos, o tu cónyuge o hijos pero aun así sientes una profunda soledad. Por lo mismo decimos, que la soledad no se trata tanto de si vives o no acompañado, sino más bien, es algo que experimentas a un nivel interno, a nivel del corazón. Al nivel de lo que deseas y crees.
Y allí precisamente es donde la Biblia tiene respuesta para el problema de la soledad. Porque Dios, en la Escritura, a ese nivel, el del corazón, es donde quiere trabajar. Puesto que tiene que ver con el corazón, la solución está en lo que creas y en lo hagas en consecuencia.
En la Biblia muchas personas experimentaron algo similar a lo que tú y yo solemos experimentar. Por ejemplo, recuerdo a Elías. Ese profeta de Dios del que nos habla el Antiguo Testamento. Después de una gran victoria sobre los adoradores de baal en el monte Carmelo, sale huyendo porque la reina Jezabel lo perseguía para matarlo. Estando escondido en las montañas él llega a pensar: “De todos los adoradores de Dios, sólo yo he quedado”; “Estoy solo, no hay nadie más como yo” (1Reyes 18).
Siglos después, el Apóstol Pablo estando frente a las autoridades civiles que le reconvenían por su fe cristiana, teniendo así que defender sus convicciones so pena de muerte; él también dijo estas palabras “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon” (2Tim. 4:16)
Ya sea porque estaban físicamente solos o se sintieron espiritualmente solos, los personajes bíblicos lidiaron con esta situación de la misma manera: Más allá de sus percepciones o suposiciones, basaron su vida en lo que creían acerca de Dios; basaron su vida y perspectiva en lo que Dios decía que era verdad, confiaron en lo que él decía y obedecieron su voz.
También para nosotros, la respuesta es similar ante la soledad. Tenemos que creer lo que Dios dice acerca de nuestra situación y obedecer lo que él nos manda. Debemos creer y obedecer la verdad de Dios.
El pasaje que estamos considerando este día (Juan 14:15-21), está inmerso en el contexto de lo que se le conoce como el “Discurso de Despedida”. Empezando en el capítulo 13 y terminando en el capítulo 17, Jesús está en los últimos momentos con sus discípulos y enuncia un largo discurso con ricas enseñanzas. Todo comenzó en esa noche previa a su crucifixión cuando estando reunido con sus discípulos para celebrar la pascua, tomó una toalla y un lebrillo y les lavó los pies. Luego les dijo, “Un nuevo mandamiento os doy: “Que os améis unos a otros”.
Luego, les anunció lo que ocurriría esa noche…sería traicionado y Pedro lo negaría. La confusión y turbación embargo a los discípulos. Jesús en el capítulo 14, comienza a darles palabras de consuelo y grandes promesas…y así llegamos a los versículos 15 al 21 (en medio de este pasaje rico en consuelo y promesas).
Los discípulos estaban turbados porque Jesús les dijo que se iría y ellos no podrían ir con él. Ya no estarían con Jesús. Ya no estaría él para salvarlos de las dificultades. Estaban a punto de enfrentarse a la soledad.
Es en este contexto que Jesús les dice estas palabras que podemos leer en Juan 14:15-21 (BLA):
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Un poco más de tiempo y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En ese día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él”.
Las palabras de promesa y de consuelo para estos discípulos temerosos a su soledad o desolación fueron: El padre enviará a otro consolador. Es decir, yo me voy, pero no se quedarán solos. Vendrá alguien que estará en mi lugar (es otro consolador). ¿Quién es este? Es el Espíritu de Verdad, el Espíritu Santo de Dios. La tercera persona de la trinidad. Jesús se iría, pero vendría el Espíritu Santo en su lugar.
¿Qué iba a hacer el Espíritu? Para que ESTÉ con vosotros para SIEMPRE. Este consolador no lo pueden recibir los que no aman a Dios, sólo aquellos que conocen y aman a Dios. El Espíritu Santo mora en nosotros y estará en nosotros. Con qué cariño Jesús dice: “No les dejaré huérfanos”…¡No! El Espíritu Santo estará con ustedes PARA SIEMPRE.
Aunque estas palabras fueron de consuelo directo originalmente para los discípulos. También nosotros podemos apropiarnos de esta promesa. Porque Jesús con su obra de redención (muerte, resurrección y ascensión a los cielos completó todo para que el Espíritu Santo fuese enviado por parte del Padre. Hoy día todos los que están en una relación creciente con Dios por medio de Jesús, aquellos que creen en Jesucristo como su Señor y Salvador, aquellos que son discípulos de Cristo, tienen el cumplimiento de la promesa de que el Espíritu Santo mora en nosotros para siempre.
Por eso este día declaramos la verdad de Dios para tu vida y mi vida. ¡Con Cristo, NUNCA estás solo! Si estás en una relación creciente con Jesucristo, esta es una verdad literal para ti…Nunca estás solo. Siempre está contigo el Espíritu Santo.
Así que como Elías descubrió y como Pablo también lo hizo, encuentra consuelo y fortaleza en esta verdad. Aunque no haya nadie a tu alrededor, aunque cocines para ti solo y comas a solas, aunque el sábado por la noche no tengas a nadie con quien platicar, aunque tus familiares o conocidos sean distantes contigo, aunque estés como en el desierto en medio de la vida cotidiana, recuerda lo que Dios dice: ¡Con Cristo, NUNCA estás solo!
Ilustra: Como es fortalecida mi alma cuando escucho hablar a una hermana que tiene bastante dolor en el cuerpo por una enfermedad, que vive la mayor parte de su vida a solas, pero cuando habla de su vida, no la oyes quejarse, no la oyes renegar, no la oyes reclamar atención, sólo la oyes agradecer a Cristo por estar con ella y da testimonio de cómo Cristo hace la diferencia en su vida. Recuerdo que me dijo: “Pastor, vivo solita en mi casa, pero no importa porque Dios está conmigo”. Esta hermana ha entendido muy bien lo que dice Dios acerca de su realidad: ¡Con Cristo, NUNCA estás solo!
La próxima vez que la soledad toque a tu puerta, abre los ojos a la realidad como Dios la ve, si estás en Cristo, nunca estás solo. El Espíritu Santo de Dios está contigo PARA SIEMPRE.
Quizá estés pensando, pero es que no conoces mi caso. No te imaginas qué tan solo estoy. Me quita las ganas de hacer cualquier cosa. Nadie me llama, como solo, el fin de semana lo paso a solas. ¡No te imaginas qué tan triste es mi vida! Tienes razón, no conozco tu caso, pero Dios sí. Y Jesús a aquellos discípulos temerosos, turbados y confundidos además de asegurarles que el Espíritu Santo estaría con ellos para siempre, les da otra instrucción clave de la cual también nosotros podemos aprender mucho:
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos…En ese día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él”
Es curioso notar en este contexto de consuelo y promesas se inserta esta declaración: Si me aman, cumplirán mis mandamientos. La prueba del amor a Dios y de tener una relación con Cristo, es decir, la evidencia de la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones, es que obedezcamos el mandamiento de Cristo. ¿Cuál es ese mandamiento? En el contexto del capítulo 13 nos lo ha dicho claramente: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros”.
Pienso que esto es clave para aquellos que experimentamos soledad. Quizá hemos estado mucho tiempo centrados en nosotros mismos. Nuestro corazón desea relaciones por el beneficio que traen personalmente. Decimos: Quiero a alguien que ME acompañe. Quiero a alguien que ME cuide, que se preocupe por MI, etc.
Si tienes a Cristo, ya tienes a ese alguien que te acompañe, ame, y cuide…nunca estás solo. Ahora bien, lo que debemos hacer es enfocarnos hacia fuera para compartir ese amor que hemos recibido por parte de Dios.
Las personas que sufren soledad tienden a centrarse en ellas mismas. Lo que Dios dice es deja de centrarte en ti mismo y comienza a amar y a darte a los demás.
Por eso decimos ¡Deja de enfocarte en ti y enfócate en amar a los demás!
Te animo a que cada vez que comiences a auto-compadecerte por cuán solo estás, busques a alguien a quien dar un servicio, ayudar, colaborar, apoyar.
Si el fin de semana es cuando te sientes más solo, anótate como voluntario en un programa de ayuda a los necesitados, colabora en algún programa de la Iglesia, cuida los niños de alguna pareja para que puedan salir…no se, tú eres más creativo que yo. Busca algo en lo que puedas enfocarte en dar, servir, apoyar, colaborar con los demás. Un paso importante en la batalla contra la soledad es enfocarse en amar a los demás. Cuando vuelcas tu corazón hacia los demás, ni tiempo tienes para pensar en ti. Y sobre todo, comienzas a ver la presencia de Dios en tu vida de una manera más evidente.
Conclusión
Recuerda, en Cristo nunca estás solo y en virtud de esta realidad, enfócate en amar a los demás. Cree en la verdad de la promesa de Dios de su Espíritu Santo y obedece su mandamiento de amar al prójimo. Cree y obedecer…este es un antídoto poderoso contra la soledad. Dios nos ayude a abrir nuestros ojos y abrazar su verdad y amar al prójimo para Su gloria.