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Summary: En la vida y obra de Cristo, Dios proveyó, sólo por gracia, la justicia que necesitábamos y la recibimos sólo por la fe.

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Por su Justicia: La provisión de la justicia

Romanos 3:21-28

Generalmente, en las iglesias presbiterianas se conmemora la Reforma del Siglo XVI en el mes de octubre porque fue precisamente, en el mes de octubre de 1517, que un monje agustino llamado Martín Lutero, colocó sus 95 tesis en la puerta de la capilla de Wittemberg, Alemania. En este documento manifestaba su oposición en contra de lo que se enseñaba en sus días respecto a las indulgencias. Los eventos históricos que se desencadenaron a partir de ese momento se les llegó a conocer en la historia como la Reforma Religiosa del Siglo XVI.

Como iglesia Presbiteriana podemos trazar desde esa época nuestros orígenes como denominación cristiana.

La pregunta clave y de fondo para Lutero y otros reformadores era: ¿cómo una persona pecadora puede ser admitido o recibido como justo delante de un Dios santo? En otras palabras, ¿Cómo las personas pecadoras, como usted y como yo, pueden aspirar a tener una relación con Dios de salvación perdurable y eterna?

Por eso este mes de octubre, en nuestra serie de sermones “Por su justicia”, estamos recordando parte de nuestra herencia que viene desde la época de la reforma del siglo XVI y lo hacemos explorando, la epístola a los Romanos y su mensaje en cuanto a la justicia de Dios en la salvación del hombre.

Una buena idea este mes, sería leer varias veces la epístola a los Romanos, aunque, de hecho, si haces tu A solas con Dios, el devocional que ofrecemos como iglesia, estarás leyendo diariamente varios pasajes de esta epístola.

Antes de entrar al texto que nos ocupa hoy en Romanos 3, hay un punto importante que me gustaría comentar de entrada. En la epístola se usa muchas veces la palabra “justicia” o “justificación” o “justificar”. Al escuchar la palabra justicia y sus derivaciones quizá nos da la idea de algo relacionado con equidad o dar a alguien lo que merece, algo así como lo que es justo que reciba cada uno de acuerdo con su comportamiento y actitudes. Con “La justicia de Dios” tendemos a pensar en que Dios dará a cada quien lo que merece por su vida.

Si bien, no podemos decir que el uso de esta palabra está totalmente desvinculado de ese sentido, es importante aclarar que el sentido más directo o enfático con el que se usa la palabra “justicia” en la epístola tiene que ver más bien con el sentido de “rectitud”. Justicia, en Romanos, es, más bien, “rectitud”. El justo es recto. Justicia es llegar a la medida de rectitud establecida o requerida por Dios. Es completar el estándar de la rectitud requerida por Dios.

En los parques temáticos donde hay atracciones mecánicas, del tipo montañas rusas, etc., antes de poder ingresar al juego mecánico, hay una especie de regla o medida para que corrobores que tienes la estatura mínima para poder participar en el juego. Entonces, ves a las personas comparándose con la regla, estándar o medida para ver si llegan a la medida, para ver si son aptas o no para ser aceptadas a participar en el juego mecánico.

Haciendo una analogía, algo así podríamos pensar que es la justicia o rectitud en Romanos. La pregunta es ¿Llenas o no llenas la medida para participar? ¿Cómo puedes llenar la medida o el estándar de la rectitud o justicia que Dios requiere para poder ser aceptado en su reino? Recordando también que todo aquel que no llega a la medida, aquel que no tiene la rectitud requerida, recibirá la condenación.

Entonces, esta aclaración es importante porque la palabra justicia se repetirá muchas veces en la epístola. Entonces, cuando la escuches o leas, piensa primeramente en rectitud o la medida de rectitud requerida para ser acepto delante de Dios. Y Romanos nos va a hablar de cómo ser considerados justos o rectos delante de Dios, de cómo es que podemos ser aceptados por Dios para estar con él para siempre.

Recordemos, la pregunta clave era y es: ¿Cómo las personas pecadoras pueden ser consideradas justas o rectas delante de un Dios santo como para poder estar por la eternidad con el Señor? ¿Cómo las personas pueden alcanzar la medida de rectitud suficiente para ser recibidos delante de un Dios santo?

La respuesta oficial en los días de la reforma era básicamente: tus obras te hacen merecer el título y la condición de justo. Es decir, todo depende de ti y tu desempeño. Ciertamente, Cristo te “echa la mano” “te pone el estribo”, pero cada uno tiene que complementar esa obra de Cristo con sus propias obras de justicia o rectitud.

Quizá esto no es muy distinto en el pensamiento popular hoy día. Ronda la idea de que si queremos ir al cielo tenemos que ganarlo con esfuerzo y con medios humanos. Los que tenemos más de medio siglo de vida nos acordamos de la canción: Por qué se fue, por qué murió, por qué el Señor me la quito, debo ser bueno para estar con mi amor.

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