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Summary: Por la historia de Rut y Noemí vemos un muy buen ejemplo de la relación que Dios quiere que exista entre madre e hijos.

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Hoy es el día de las madres, un día en que dejamos por un momento la rutina y los quehaceres diarios para agradecer a nuestras mamás por criarnos, por amarnos... por aguantarnos. La “madre” del día de las madres se llama Anna Jarvis. Dos años después de la muerte de su mamá, ella convenció a su iglesia festejar un día que honraba a todas las madres en el día del aniversario de la muerte de su mamá que era el segundo domingo de mayo. Por su esfuerzo, el segundo domingo de mayo llegó a ser una observación nacional por medio de una proclamación presidencial de Woodrow Wilson en 1914. Y hoy en día se celebra un día especial para las madres en varios países por el mundo entero.

Pero fíjense que Anna Jarvis nunca llegó a ser madre y en el transcurso de los años empezó a desilusionarse por el día de las madres porque se convirtió en una celebración sumamente comercializada. Es un poco triste, ¿no? Pero nos muestra que si no mantenemos el enfoque correcto, aún algo tan bueno como el día de las madres puede llegar a ser algo triste y corrupto.

Entonces hoy vamos a esforzarnos a mantener el enfoque correcto al ver lo que Dios nos dice en su Palabra en cuanto a nuestras mamás. De hecho, al estudiar la historia de Rut y Noemí, vamos a ver un ejemplo de cómo las mamás son instrumentos de la gracia de Dios. Y bueno, la mera verdad es que la relación entre Noemí y Rut es la de suegra y nuera, pero como vamos a ver, llega a ser más como la relación entre madre e hija. Entonces, hoy vamos a hablar de dos cosas. Primeramente voy a resumir la historia de Rut y Noemí que se encuentra en el libro de Rut, luego vamos a ver lo que nosotros podemos aprender de esta historia como madres e hijos.

I. El resumen del libro de Rut

El libro de Rut empieza con las palabras: Aconteció en los días que gobernaban los jueces. Estos fueron días oscuros y violentos en la historia de los israelitas, tiempos de desobediencia y matanza, rebelión y castigo. Vemos en el libro de los Jueces que cada uno hacía lo que bien le parecía y que los israelitas cayeron en un ciclo peligroso en que ellos se rebelaron contra Dios y por consecuencia Dios los castigó. Luego ellos se arrepintieron y Dios los salvó del castigo, pero muy pronto cayeron otra vez en el mismo pecado.

Y parece ser que los eventos del libro de Rut ocurren durante un tiempo de castigo porque hubo hambre en la tierra de Judea. Y en el pueblo de Belén (cuyo nombre irónicamente significa “casa de pan”) no había de comer. Y entonces, un hombre de Belén llamado Elimelec hizo algo drástico: se mudó, yéndose de la tierra prometida con el pretexto de salvarse a sí mismo y a su familia.

Se establecieron en la tierra de Moab, la tierra de los descendientes de Lot (el sobrino de Abraham), donde no adoraron al verdadero Dios. Y aunque Moab e Israel eran primos lejanos, hubo mucha desconfianza, hasta odio entre los dos. De hecho, en el Salmo 108 Dios dice que Moab es la vasija que él usa para lavarse, un lavabo sucio, es decir, que para Dios no era nada.

Pero de todas formas, Elimelec llevó a su esposa Noemí y a sus dos hijos enfermizos Mahlón y Quelión (Mahlón significa “enfermo” y Quelión “débil”) y se establecieran en la tierra pagana de Moab en donde pronto se murió Elimelec. No salió muy bien su plan de auto-preservación, ¿verdad?

Los dos hijos de Noemí se casaron con mujeres de Moab, una que se llamaba Orfa y la otra, Rut. Pero pronto fallecieron también Mahlón y Quelión y Noemí se quedó sola con sus dos nueras. Pero no mucho después llegaron noticias de Belén que se había acabado la hambre y Noemí decidió regresar a su tierra natal y sus nueras también iban con ella. Pero Noemí les dijo a ellas que regresaran a sus familias porque según las costumbres y leyes del tiempo, otro hijo de ella o pariente cercano tendría que casarse con ellas para continuar el linaje del difunto esposo, y ella no iba a tener más hijos. No, mejor que regresaran a sus familias.

Entonces, llorando Orfa se despidió de su suegra con un abrazo y regresó a su familia, pero Rut se rehusó. No iba a dejar a su suegra, sino que la iba cuidar e iba a vivir con ella como su hija. Y entonces, cuando llegaron ellas dos a Belén, Noemí dijo a todos que de ese momento en adelante que no la llamaran “Noemí” (que significa “agradable”) sino “Mara” que significa “Amargura” porque Dios la había hecho sufrir unas pruebas muy amargas.

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