Sermons

Summary: XXII Domingo Ordinario

Una de las más famosas enseñanzas orales atribuidas al Rabbi Simcha Bunim de Peschischa es la siguiente:

“Todo el mundo debe tener dos bolsillos, con una nota en cada bolsillo, para que él/ella puedan alcanzar cualquiera de los dos, dependiendo de la necesidad. Cuando se sienta humilde y deprimido, desanimado o desconsolado, debe meter la mano en el bolsillo derecho, y, allí, encontrar las palabras: "Para mí fue creado el mundo"

Pero cuando se sienta alto y poderoso debe meter la mano en el bolsillo izquierdo, y encontrar las palabras: "Yo soy polvo y ceniza." (Gen. 18:27)

En realidad, en vista de que cuando nos rebajamos a nosotros mismos, terminamos siendo exaltados, si uno mete la mano en el bolsillo izquierdo, terminaremos siempre satisfechos.

El bolsillo izquierdo primero:

1). Como Santa Teresa de Avila dijo, “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad; es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad que lo es más grande; no esperar cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira.”

La es una virtud que regulamos nosotros mismos; nos ayuda a reconocer que no debemos ni ponernos en lo más alto ni tampoco en lo más bajo; que tenemos constantemente volver a re-evaluar nuestra actitud y conducta con el fin de ajustarlas según sea necesario.

Lo anterior no es sino el primer paso en nuestro diario vivir; es senda empedrada por donde caminamos,.

Pregunten ustedes a un empleador qué es lo que principalmente motiva a los empleados, además del dinero, y la respuesta será: ‘Reconocimiento.”

Una ayuda para equilibrar ese deseo de honor es considerar que la humildad nos da la libertad de controlar ese ‘reflejo competitivo’ que nos impulsa a sobreponernos o a sobresalir entre los demás o a reaccionar contra percibidas amenazas a la imagen establecida de si mismo.

La humildad tiene que ver con neutralidad emocional; con autonomía emocional.

Uno aprende a sencillamente desconectarse o a poner a un lado el programa de ese reflejo competitivo en situaciones en que ese reflejo no es productivo.

Filipenses 2:3 dice, “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.”

La humildad también reduce la tendencia a actuar en forma defensiva. (Van Tongeren et al., 2016) y puede servir para protegernos de la carga sicológica de preocupación con la imagen que proyectamos. Esto puede, como resultado, conducirnos a daño físico personal; abuso de drogas; desordenes en la comida y masoquismo. Baumeister, 1991).

La humildad es una experiencia de crecimiento en la que el individuo no necesita más ponerse a si mismo ni por encima ni por debajo de los demás.

Para el humilde todos los demás son sus compañeros – desde el más “importante” hasta el más sencillo.

Por ejemplo, el Evangelio de hoy dice, “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos.

En la Sagrada Escritura la humildad entendida como acción es un verbo reflexivo (indica hacer algo que nos benficia a nosotros mismos.)

En conclusión: Hay una historia sobre Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes teólogos de la Iglesia. El repentinamente dejó de escribir y cuando su secretario protestó indicándole que su trabajo estaba inconcluso, Santo Tomás respondió: “ Hermano Reginaldo, hace algunos meses tuve un encuentro con el ‘Absoluto’ y me di cuenta de que todo lo que haya podido escribir acerca de Dios lo veo ahora como si fuera paja.”

¿De qué otra forma puede esto suceder cuando el erudito se convierte en visionario?

Cuando un místico bajó de la montaña y fue acosado por un ateo, éste le dijo con sarcasmo: "¿Qué nos trajiste de ese jardín de maravillas donde fuiste?”

El místico respondió: "Tuve la intención de llenarme los bolsillos con flores y darselas a mis amigos al regresar. Sin embargo, mientras estuve allí me intoxiqué con la fragancia del jardín y me olvidé de las flores.”

En momentos de antagonismo, la silenciosa virtud habla de humildad:

El que sabe, no dice nada; el que dice, no sabe.

Copy Sermon to Clipboard with PRO

Talk about it...

Nobody has commented yet. Be the first!

Join the discussion
;