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Summary: Esta es la historia de un hombre que fue sincero y pidio la ayuda de Jesus para dejar a un lado su incredulidad.

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Los registros bíblicos están llenos de personajes que demostraron tener una fe radical en Dios. Tal fue la fe de ellos que el autor de la epístola a los hebreos dedica todo un capítulo para hablar de todos aquellos creyentes que manifestaron una fe única.

Estos, dice el escritor, mantuvieron sus convicciones y su confianza en Dios aun frente a la tortura cuyo clímax era la ejecución despiadada si no renunciaban a la fe. Cuando mi esposa y yo estuvimos de pie frente al gran coliseo romano, no pudimos dejar de pensar que en aquel lugar, ahora una atracción turística en Roma, muchos de nuestros hermanos en la fe, dieron su vida por Cristo. Y si aquellas columnas y paredes tuvieran vida, nos contarían de la fe y del valor que en ellos había. Por eso todos ellos, aunque no fueron librados de todas esas horrendas experiencias, alcanzaron buen testimonio.

El enigma de la vida cristiana es la fe. No estamos hablando de una fe superficial y esporádica, sino de una fe que proviene de Dios y se enfoca en Dios. Sin embargo hay veces que en nuestra vida como creyentes, y también como iglesia, podemos descubrir que tenemos fe en Cristo pero que necesitamos la ayuda de Dios para confiar más en él. Por eso es que a veces la senda del evangelio se ve obstruida. Usted dirá que eso es contradictorio, que así como la luz disipa la oscuridad, de igual manera la fe disipa toda falta de fe.

Usted y yo sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios. Pero qué tal si consideramos la historia de un hombre que dijo al Señor: “¡Sí creo! Ayuda a mi incredulidad” que se encuentra en Marcos 9:14-24

De acuerdo con Lucas 9:37 el día anterior el Señor Jesús había tomado consigo a tres de sus discípulos con quienes subió a orar a un monte. Estando allí y mientras oraban con él fueron testigos de la manifestación de la gloria de Dios. Al día siguiente, quizás temprano en la mañana cuando descendieron del monte, se encontraron con una multitud entre los cuales estaban los escribas, agolpados alrededor de los discípulos.

En este punto donde se inicia nuestra historia podemos aprender que los momentos que pasamos a solas o en compañía de otros en la cámara de oración, nos prepara para ministrar a los demás. Al descender de nuestro encuentro con Dios, tenemos que enfrentarnos a las realidades que hay en este mundo.

Llama la atención la reacción de la multitud ante la llegada de Jesús en el v.15. Una reacción diferente a la de la gente de la historia del endemoniado gadareno. La sola presencia del Señor produce alegría y seguridad en la gente. El asombro proviene de la inesperada aparición de Jesús en el momento de la desconcertante derrota de los discípulos.

Lo que captó la atención del Señor fue la discusión que había entre los discípulos y los escribas por eso les pregunta ¿Qué están discutiendo con ellos? Por la manera que Jesús plantea esta pregunta es muy probable que estuviera acompañada del acoso y la burla provocada por los razonamientos de los escribas. Ante la impotencia de los discípulos para curar al muchacho. La Biblia aconseja: “No tengas nada que ver con discusiones necias y sin sentido, pues ya sabes que terminan en pleitos.” -2 Tim. 2:23 NVI

Antes de que se formara otra disputa con Jesús, un hombre se acercó a él para informarle que sus discípulos habían sido incapaces de echar un demonio de su hijo. Luc. 9:38 observa que era su único hijo. Llama la atención la reprensión de Jesús en el v.19: a) Se refiere a ellos como gente sin fe, b) gente indiferente y egoísta, se fueron a saludar a Jesús y se desentendieron del padre y su problema, c) gente impaciente, querían ver resultados inmediatos.

Jesús entabla conversación únicamente con el padre. Sanamente podemos suponer que esta conversación tenía los siguientes propósitos: a) enseñarle a los discípulos que aquella discusión era irrelevante, b) ayudarle al padre a equilibrar sus sentimientos, b) mostrar su interés, c) inspirar ánimos y desarrollar la fe tanto en el padre, los discípulos como la gente alrededor. Tengo dos observaciones más: primero, el padre había tenido algo de fe de otra manera ni siquiera hubiera llevado su hijo a Jesús. Segundo, la impotencia de los discípulos y la discusión de ellos con los escribas casi habían apagado esa pequeña llama de fe.

En los vs. 22-23 se encuentra el corazón de esta historia. Jesús dirige su enfoque de la disputa y la impaciencia de su corazón hacia el único camino que puede dar solución a su dificultad: la fe. Las palabras “Si puedes hacer algo” son confrontadas con estas otras “Si puedes creer”. Jesús repite las palabras del padre para hacerle ver que la cuestión no es si el propio Jesús puede o no sanar a su hijo, sino si la persona que se le acerca lo hace con fe.

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