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La Esperanza Tenía Un Nombre: Jesús Series
Contributed by Dr John Singarayar Svd on Oct 8, 2025 (message contributor)
Summary: ¿Dónde nos encontramos cuando ocurre el milagro? ¿Reconocemos la mano de Dios en nuestra sanación? ¿Regresamos?
Título: La esperanza tenía un nombre: Jesús
Introducción: ¿Dónde nos encontramos cuando ocurre el milagro? ¿Reconocemos la mano de Dios en nuestra sanación? ¿Regresamos?
Escritura: Lucas 17:11-19
Reflexión
Queridos amigos:
Hay algo en el número diez que se les queda grabado. Diez dedos con los que contábamos de niños. Diez mandamientos dados en la montaña. Diez leprosos que clamaron a Jesús en un camino polvoriento entre Samaria y Galilea.
Pero es el que regresó el que aún me persigue.
Llevo semanas pensando en esta historia de Lucas 17 y no puedo evitarla. Quizás porque me veo reflejado en esos nueve que no regresaron. Quizás porque veo a mi familia, a mis amigos, a toda mi comunidad en sus pasos apresurados, corriendo hacia la siguiente bendición sin detenerse a reconocer la última.
Permítanme llevarlos a ese camino por el que Jesús caminó. Imagínenselo: el sol abrasador, el polvo que se levantaba a cada paso, los sonidos distantes de la vida del pueblo. Y entonces, a lo lejos, voces que clamaban. No eran voces furiosas, sino desesperadas. Diez hombres, de pie a la distancia requerida porque su enfermedad los había vuelto intocables, indeseados, impuros.
"¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten piedad de nosotros!", gritaban.
Habían aprendido a mantener la distancia. La ley en Levítico 13 lo dejaba claro. La lepra no solo atacaba el cuerpo; atacaba toda la existencia. Te arrebataba el nombre y te daba una etiqueta. Te arrebataba a tu familia y te dejaba con extraños que compartían tu sufrimiento. Te alejaba del templo, del mercado, de todo lo que hacía que la vida valiera la pena.
Estos diez hombres lo habían perdido todo menos la esperanza. Y ese día en particular, la esperanza tenía un nombre: Jesús.
Me pregunto qué esperaban cuando lo llamaron. ¿Un toque, quizás? ¿Una oración? ¿Algún ritual elaborado? Pero Jesús hizo algo tan ordinario que casi parece decepcionante. Simplemente dijo: «Vayan, preséntense a los sacerdotes».
Ahora bien, esto es lo que me conmueve de ese momento. Jesús no los sanó primero y luego los envió a los sacerdotes para que lo verificaran. Los envió mientras aún estaban enfermos. Tuvieron que caminar con fe antes de ver el milagro. Tuvieron que dar pasos hacia la sanación mientras su piel aún mostraba las marcas de la enfermedad.
Y fueron. Los diez. La Escritura nos dice en Lucas 17:14 que «mientras iban, quedaron limpios». En algún punto entre Jesús y el templo, entre la obediencia y el destino, ocurrió el milagro. Las escamas cayeron. Las llagas desaparecieron. La piel volvió a ser suave y completa.
¿Se imaginan ese momento? ¿La repentina comprensión de que sus dedos podían volver a sentir? ¿Que el entumecimiento había desaparecido? ¿Que podía pasarse la mano por la cara y sentir una piel sana?
Pienso en los gritos de alegría que debieron estallar. Las lágrimas. Las risas. Los abrazos. Diez hombres descubriendo que les habían devuelto la vida. Pero entonces ocurre algo más en esta historia, algo que me rompe el corazón cada vez que la leo.
Nueve de ellos siguieron adelante. Nueve continuaron hacia los sacerdotes, hacia su reincorporación, hacia la recuperación de sus antiguas vidas. Solo uno, solo uno, se dio la vuelta.
Lucas 17:15-16 nos dice: «Uno de ellos, al ver que había sido sanado, regresó alabando a Dios a gran voz. Se arrojó a los pies de Jesús y le dio gracias. Era samaritano».
Estos versículos contienen una gran cantidad de significado. Este hombre vio que había sido sanado. No solo lo sintió; realmente lo vio. Comprendió lo que había sucedido y quién lo había hecho posible. Y su respuesta fue inmediata y completa. Regresó. Alabó a Dios en voz alta, sin vergüenza. Se arrojó a los pies de Jesús con una postura de absoluta humildad y una gratitud abrumadora.
Y luego Lucas añade ese detalle que habría impactado a sus lectores judíos: este hombre agradecido era samaritano. Un forastero. Alguien del lado equivocado de la división religiosa. El que menos esperarías que acertara.
Jesús hace tres preguntas que atraviesan los siglos: "¿No fueron limpiados los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Nadie ha vuelto a dar gracias a Dios excepto este extranjero?"
Estas no son solo preguntas retóricas. Son preguntas que Jesús nos hace a cada uno de nosotros, todos los días.
¿Dónde estamos cuando ocurre el milagro? ¿Reconocemos la mano de Dios en nuestra sanación? ¿Nos volvemos atrás?
He sido sacerdote el tiempo suficiente para ver este patrón repetirse sin cesar. La gente clama a Dios en su desesperación. Las salas de espera de los hospitales se convierten en salas de oración. Las crisis financieras se convierten en altares de rendición. Las relaciones rotas nos hacen caer de rodillas.
Y Dios responde. No siempre de la forma que esperamos ni en el momento que exigimos, pero responde. El cáncer remite. El trabajo se concreta. El matrimonio sana. El hijo vuelve a casa.