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Summary: Jacob, el hombre egoísta, cuya vida sin Dios lo llevó a la desesperación, llegó a un punto en el que necesitaba al Señor. Dios le habló a Jacob a través de un sueño. A ese sueño lo llamamos la escalera de Jacob.

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Como creyentes en Jesucristo, estamos llamados a ser diferentes. Esta diferencia se puede ver muy claramente cuando tenemos una actitud adecuada al dar a Dios. Un espíritu generoso al dar es un marcado contraste en un primer mundo egoísta.

Jacob tiene una experiencia con Dios y es cambiado. Su nombre significa agarrador. Pero después de esta experiencia a la que nos referimos como la escalera de Jacob, pasó de acaparador a dador. Antes de que Jacob se encontrara con el Señor, él era el epítome del sistema mundial y una mentalidad secular.

Probablemente Jacob sea como alguien que conoces y que lleva un estilo de vida impío. Podemos identificarnos fácilmente con Jacob. Su nombre significa literalmente, agarra el calcañar o, en sentido figurado, engañador. Intenta apoderarse de todo para sí mismo y ahora se preocupa por los demás. Jacob es el segundo hijo nacido de los hijos gemelos de Isaac y Rebeca. Su hermano es Esaú, rudo y de mal genio.

Jacob partió de Berseba y se encaminó hacia Jarán. 11 Cuando llegó a cierto lugar, se detuvo para pasar la noche porque ya estaba anocheciendo. Tomó una piedra, la usó como almohada y se acostó a dormir en ese lugar. 12 Allí soñó que había una escalinata apoyada en la tierra y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios. 13 En el sueño, el SEÑOR estaba de pie junto a él y le decía: «Yo soy el SEÑOR, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la que estás acostado. 14 Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. Te extenderás de norte a sur y de oriente a occidente, y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. 15 Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido».

16 Al despertar Jacob de su sueño, pensó: «Sin duda, el SEÑOR está en este lugar y yo no me había dado cuenta». 17 Y con mucho temor, añadió: «¡Qué asombroso es este lugar! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo!».

18 A la mañana siguiente, Jacob se levantó temprano, tomó la piedra que había usado como almohada, la erigió como monumento y derramó aceite sobre ella. 19 En aquel lugar había una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob cambió su nombre por Betel.[a]

20 Luego Jacob hizo esta promesa: «Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que estoy haciendo, si me da alimento y ropa para vestirme, 21 y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el SEÑOR será mi Dios. 22 Y esta piedra conmemorativa que yo erigí será casa de Dios y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte» (Génesis 28:10-22, Nueva Versión Internacional)

Abraham, el abuelo de Jacob, le llevó el diezmo a Melquisedec cientos de años antes de la ley. Ahora vemos el principio del diezmo en su nieto, otro patriarca. Jacob promete diezmar. Promete dar el diez por ciento de todo a Dios. Jacob pasó de acaparador a dador porque conoció al Señor. Es parte de la historia de Jacobs Ladder.

Como hombre secular, demostró su primera actitud egoísta. Era la mentalidad de salir adelante a cualquier precio. La actitud del yo primero que pisará a las personas para ascender en la escalera del éxito. Es lo mismo que encontrarías hoy en el hombre secular. El mundo está lleno de esto.

Por su propio interés egoísta, Jacob se aprovechó de la debilidad de su hermano. Le vendió un plato de potaje (plato de guiso) por su primogenitura. Esaú vendió su primogenitura. Jacob convenció a su hermano para que vendiera su primogenitura.

Más tarde Jacob desempeña el papel de engañador. Engaña a su padre Isaac cuando es viejo y casi ciego. Le hace pensar que es Esaú y engaña a su padre para que le dé la bendición que pretendía para Esaú. Miente y toma el nombre del Señor en vano para hacerlo.

Hasta este punto no se menciona a Dios en la vida de Jacob. No se habla de su vida de oración, nada de adoración o del altar de Dios. De hecho, la única vez que Jacob hasta este momento ha mencionado a Dios es para tomar el nombre del Señor en vano. Jacob es el clásico hombre secular. Como aquellos sin Cristo que tú y yo conocemos.

El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. (1 Corintios 2:14, Nueva Versión Internacional)

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