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Summary: El abuso y el maltrato encuentra su esperanza de restauración en Jesucristo

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Estamos terminando hoy nuestra serie de sermones: familia redimida. Todo el mes hemos tocado temas actuales sensibles y que pueden incidir en nuestras familias. Hemos hablado de la prioridad y valor que tiene la vida desde la perspectiva bíblica al hablar en contra del aborto y del suicidio. Hemos hablado del valor y dignidad como imagen de Dios tanto del varón como de la mujer al hablar desde una perspectiva bíblica del machismo y del feminismo. Y también hemos hablado del lugar, uso y peligros de la tecnología en nuestras vidas y familias.

Hoy nos toca cerrar la serie hablando de un tema sumamente sensible, triste y que trae tanto sufrimiento a las familias. Estaremos hablando del devastador pecado del maltrato y el abuso.

No pretendemos abarcar todas las aristas de este delicado tema, pero esperamos poder tocar algunos de los principios, perspectivas e instrucciones bíblicas para poder ser de ayuda a las víctimas y también prevenir que haya más victimarios entre nosotros.

Reconozco que el tema de maltrato y abuso es demasiado extenso pues abarca una amplia gama de conductas complejas y rebasa las posibilidades de nuestra exposición cubrirlas todas. Estamos hablando de maltrato físico, psicológico, estamos hablando de abuso físico, abuso sexual, abuso laboral, etc. Estamos hablando de maltrato y abuso hacia niños, mujeres, ancianos, varones, y cualquier persona. En fin, es muy amplio el espectro. Pero trataremos de resaltar lo que todo maltrato y abuso tiene en común, para irlo detectando con mayor facilidad en otros y, sobre todo, en nosotros mismos.

Y para ir viendo cómo se da esta dinámica pecaminosa, y a manera de estudio de caso, tomaremos brevemente un pasaje sombrío del antiguo testamento que ocurrió en la familia de, nada menos, ni nada más, que el rey David.

Allá en 2 de Samuel 13, encontramos un episodio muy fuerte en el que este tipo de pecados se muestra de una manera cruda. Resulta que el rey David tenía una hija muy bella llamada Tamar, y también tenía un hijo llamado Amnón. Tamar y Amnón eran medios hermanos por parte del padre. Y ocurrió que Amnón supuestamente se enamoró de su media hermana o al menos, así lo consideraba él. Y fue tanta su obsesión que se enfermó de angustia al pensar que le sería muy difícil llevar a cabo sus intenciones con su hermana.

Entonces, un primo de Amnón llamado Jonadab, le ayudó a diseñar un plan engañoso y perverso para lograr estar a solas con su hermana y cumplir sus deseos. El plan sería que Amnón fingiría estar enfermo y le pediría a su padre David que enviara a su media hermana Tamar a atenderlo. Tamar, ingenua y gustosa, acudió a prestar este servicio para su hermano; le preparó la comida. Y entonces, la Escritura describe así las infames acciones de Amnón en contra de Tamar en 2 Samuel 13:9-11:

Luego tomó la sartén para servirle, pero Amnón se negó a comer y ordenó: —¡Fuera de aquí todos! Una vez que todos salieron, Amnón le dijo a Tamar:—Trae la comida a mi habitación, y dame de comer tú misma. Ella tomó las tortas que había preparado y se las llevó a su hermano Amnón a la habitación, pero, cuando se le acercó para darle de comer, él la agarró por la fuerza y le dijo: —¡Ven, hermanita; acuéstate conmigo!

Tamar dejó muy claro que si sucedía esto, no sería para nada consentido. Ella le dijo “no” de manera contundente. Le suplicó, de muchas maneras, que no lo hiciera. Pero Amnón estaba perversamente decidido a cumplir sus deseos. La Escritura sigue diciendo en 2 Samuel 13:14-15: Pero Amnón no le hizo caso, sino que, aprovechándose de su fuerza, se acostó con ella y la violó. Pero el odio que sintió por ella después de violarla fue mayor que el amor que antes le había tenido. Así que le dijo:

—¡Levántate y vete!

Esta triste, pero realista historia, continúa y tiene un desenlace terrible para la familia de David, en uno de sus episodios más sombríos. Pero baste lo relatado para notar ciertos rasgos importantes de las dinámicas pecaminosas que se dan en este tipo de acciones. Aquí empiezan a configurarse algunos elementos característicos del abuso y también del maltrato:

1. Hay un victimario y hay una víctima. En este caso Amnón es el victimario, quien tiene un cómplice, que es Jonadab y la víctima es la bella Tamar. Tristemente, las víctimas y victimarios del maltrato y el abuso pueden estar presentes incluso en el contexto familiar o en un contexto donde se piensa que hay seguridad y confianza.

2. Hay un deseo o propósito pecaminoso que el victimario quiere lograr con respecto a la víctima. En este caso, Amnón quiere satisfacer sus deseos torcidos con su hermana. Para lograr sus propósitos los victimarios fingen, engañan, manipulan, confabulan, engatusan, planean y ejecutan sus acciones pecaminosas.

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