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Summary: Trabajo y trabajo. En esta vida estamos cargados de él. Más de uno suspira añorando aquel día en el cual el Señor venga y se lleve tanto al tiempo como al trabajo; cuando nuestra ocupación sea tocar un arpa en una nube; cuando todo este trabajar quede pue

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¡Esto es trabajar!

En una de las ciudades portuarias de la Florida, un tipo andaba buscando trabajo. Después de haber ido a diferentes lugares sin suerte alguna, se encontró a un hombre en la calle a quien le preguntó si le podría indicar algún lugar donde conseguir trabajo.

-¿Sabes pescar? —le preguntó el hombre.

-¿Pescar? —le preguntó el otro extrañado.

-Sí, pescar...-le respondió-Si puedes pescar te pagaré $50.00 dólares al día más tu comida y donde quedar.

-Creo que soy el hombre que usted necesita: Si hay algo que me gusta hacer, es pescar.

-El bote sale en unos cuantos minutos. Ve directamente al muelle y aborda el bote Calamar II. Yo iré después de un rato a mostrarte lo que tienes que hacer.

Felicitándose a sí mismo por haber conseguido trabajo tan fácil y tan bien pagado, el hombre estaba muy pronto abordo del bote y al lado de los arreos de pesca: cañas y anzuelos de todos colores y tamaños por doquier. ¡El paraíso de cualquier pescador!

Cuando llegó el hombre que le había contratado, a los pocos minutos, lo encontró probando las cañas y los anzuelos.

-Toma estas dos cañas-le dijo el patrón-, pon la carnada en el primer anzuelo y lánzalo al mar. Después pon carnada en el segundo anzuelo y haz lo mismo. Cuando algún pez haya picado, saca el anzuelo, ponle carnada y vuélvelo a lanzar. Este va a ser tu trabajo todo el día.

Con estas simples instrucciones, el hombre procedió a hacer como se le había indicado. Pero antes que pudiese poner la carnada en el segundo anzuelo, ya había picado un pez en el primer anzuelo y estaba tirando de la caña. Tiró de prisa el segundo anzuelo, ya con carnada, al mar y recogió el primero. Aún no terminaba de quitar el pez del primer anzuelo, cuando ya en el segundo anzuelo había picado otro pez que tiraba de la caña. Se apresuró a poner carnada de nuevo en el primer anzuelo y lanzarlo de vuelta al mar. Tomó la segunda caña y ya de nuevo la primera estaba lista para ser sacada del agua. Esto continuó a este paso por aproximadamente una hora. Había pescado por todos lados y el hombre estaba exhausto. Gruesas gotas de sudor corrían por su frente mientras iba de una caña a otra. Parando de repente, tiró ambas cañas al suelo, se secó el sudor de la frente y exclamó:

-¡Esto no es pescar, esto es trabajar!

Contrario a la forma en que contemplamos la recreación, el trabajo es algo que miramos con angustia. ¡Si tan solo pudiésemos vivir sin trabajar! El trabajo pareciera ocupar todo nuestro tiempo, de tal manera que pareciera que no tenemos tiempo sino para trabajar. Algunos rehuímos del trabajo y otros vemos al trabajo con pasión. Somos perezosos o somos trabajólicos.

No es culpa de un Edén Perdido

De el trabajo se ha dicho y se ha escrito mucho.

"El trabajo es el único consuelo práctico de haber nacido," escribió el escritor español Manuel Unamuno, mientras que el poeta mejicano José Santos Chocano escribió: "El trabajo no es culpa de un Edén perdido, sino el único medio de llegar a gozarlo." Hay un proverbio armenio que reza: "Si quieres dejar huellas en la arena del tiempo, calza los zapatos del trabajo."

No podemos vivir sin trabajar. El mismo apóstol Pablo escribió:

Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma (2 Tesalonicenses 3:10).

Trabajo y trabajo. En esta vida estamos cargados de él. Más de uno suspira añorando aquel día en el cual el Señor venga y se lleve tanto al tiempo como al trabajo; cuando nuestra ocupación sea tocar un arpa en una nube; cuando todo este trabajar quede puesto a un lado. Pareciera que nuestro lema fuese: "Hasta el Reino de los Cielos, porque allí no va a haber trabajo."

¿Cómo te imaginas el reino de los cielos?

Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.

Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que es justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña y recibiréis lo que sea justo.

Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.

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