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Summary: Para estar preparados para la venida de Cristo, hay que escuchar bien el mensaje de Juan el Bautista.

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Hace unos meses, el Pastor Ezekiel Sanchez, el cual sirve en México me contó del pueblito donde nació. Se llama Nueva Rosita y está en la frontera de Coahuila, México con los Estados Unidos. Y me dijo que una vez hace muchos años por algun motivo que el Pastor no sabía, el Presidente de la República decidió visitar a este pueblito. Total que el asistente del presidente envió un telegrama al pueblo que les dio las siguientes instrucciones: Preparen unos banquetes. Pero la cinta del el telegrama era mal y se veía como que dijo: Preparen unas banquetas (sidewalks), y dado que el pueblo no tenía ni una banqueta, se pusieron a construirlas. Y cuando llegó el asistente les preguntó a los oficiales del pueblo, "¿Están preparados?" Le respondieron que sí, y le enseñaron las banquetas…

Pero no estaban preparados ¿verdad? No estaban preparados porque no entendieron el mensaje que precedió la venida del presidente. En estas semanas antes de la Navidad celebramos la estación del año que se llamaba "Adviento" que literalmente quiere decir "la venida." En el texto para esta mañana Juan el Bautista nos dice lo que necesitamos saber para estar preparados para la venida de nuestro Rey Jesucristo. Y entonces, escuchen bien el mensaje de Juan el Bautista: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Porque, bueno, Cristo el Rey vino; Cristo el Rey viene; y Cristo el Rey vendrá de nuevo.

I. Porque Cristo el Rey vino

Pues, Juan el Bautista realmente era un "heraldo." ¿Saben Ustedes que es un "heraldo"? Es la persona de los tiempos pasados que llegó a las aldeas y los pueblos antes del Rey para anunciar su venida y para hacer los preparativos. Un heraldo es un anunciador. Y realmente al estudiar el Antiguo Testamento encontramos a muchos anunciadores del Rey ¿verdad? Dios desde el primer pecado había anunciado que el Salvador del mundo viniera, y los profetas, sus heraldos, proclamaban a la gente: prepárense porque él viene.

Y por causa del pecado era muy necesario que él viniera. Desde el momento en que Eva desobedeció el mandato de Dios y comió la fruta que Dios les había prohibido, la muerte y la condenación estaban en el mundo, y desde este momento, todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios, así como San Pablo escribió. Toda la humanidad por naturaleza es pecaminosa y merece la condenación. Y por eso, este Salvador, este Rey iba a venir para salvar al mundo de sus pecados…

Y ya llegó la hora. Cristo iba a empezar su ministerio aquí en este mundo, y entonces, Dios envió a su heraldo, Juan el Bautista para preparar a la gente. Pero, a diferencia del mensaje del telegrama que no era muy claro, el mensaje de Juan el Bautista era muy fuerte y muy claro: Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado. Juan les llamó al arrepentimiento, porque el Rey de los cielos, el Salvador del mundo había llegado.

Sí, Cristo el Rey vino--Cristo, cuyo calzado Juan no era digno de llevar, quien era más poderoso que él. Cristo el Rey todopoderoso nació en un pueblito chiquito, Belén. Y los ángeles, otros heraldos de Dios, anunciaron su nacimiento al decir "He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor." Pero, este Rey nació para morir. Vino a este mundo con el propósito de morir en la cruz para pagar los pecados del mundo y para liberar a los pecadores del temor y de la muerte. Y Cristo realizó su tarea ¿verdad? Vino y murió, y trés días después resucitó de entre los muertos como el Rey victorioso. Ganó la victoria. Pues Cristo el Rey verdaderamente vino.

II. Cristo viene.

Y qué bueno que vino porque cada uno de nosotros lo necesitamos mucho. Cuando nos vemos en el espejo de la Ley de Dios, ¿qué vemos? Vemos que somos pecadores feos y manchados, que no guardamos ni uno de los mandamientos de Dios perfectamente, que merecemos ir al infierno...

Pero Juan nos llama al arrepentimiento y tenemos la confianza que nuestros pecados nos están perdonados. El apóstol Juan nos dice, "Si confesamos nuestros pecados Dios es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad." Y tenemos esta confianza por medio de la fe que Dios nos da. Por medio del bautismo el Espíritu Santo obra la fe en nuestros corazones y por medio de la Palabra de Dios y la Santa Cena, nos fortalece en esta confianza todos los días de nuestra vida. Al ser bautizados fuimos recibidos en la familia de Dios, y entonces somos los hijos verdaderos de Dios y heredederos del cielo. Y entonces ahora nuestros pecados no nos pesan, porque vivimos en perdón. Confesamos nuestros pecados con la confianza que están quitados. Pues, el perdón que Cristo ganó en la cruz nos cubre como una colcha grande en el frío del invierno.

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