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Enseñanzas De La Resurrección
Contributed by Major Gerardo Balmori on Feb 23, 2008 (message contributor)
Summary: Nuestra responsabilidad es ser testigos en Jerusalén (en tu casa), en toda Judea (tu área de influencia), en Samaria (tu comunidad) y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8). La revelación de la resurrección para nosotros hoy es testificar de Cristo
Enseñanzas de la resurrección Marcos 16:9-14
El Ejército de Salvación
Mayor Gerardo Balmori
"Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. 10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. 11 Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron. 12 Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. 13 Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. 14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado".
Introducción: Este primer día de la semana estaba lleno de nuevos acontecimientos para los discípulos del Señor. Un nuevo orden de sucesos estaba siendo establecido. Cuando un alma pasa de la vida natural a una nueva vida resucitada en Cristo, es una nueva criatura entrando en un reino nuevo donde todo es hecho nuevo. Así es el primer día de la vida eternal. En este pasaje tenemos algunas revelaciones dignas de nuestra atención.
1. Su poder. “Jesús ha resucitado”
(v. 9). El dijo: “Tengo poder para poner mi vida y poder para volverla a tomar”. El había tomado lo que tan libremente había dado por nosotros—su vida. Teniendo el poder para volverla a tomar, tiene el poder para ofrecerla por propiciación para todo el que crea en Él.
2. Su gracia. El nos perdona.
Primero se apareció a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Ella había sido la más pecadora de los que le habían seguido, y fue la primera en recibir el favor de su resurrección. Donde abundaba el pecado, la gracia sobreabundó. El gran, compasivo Salvador favorece a los seguidores humildes, agradecidos y confiados en Él.
3. Había gran dolor.
“Los que le conocían lloraban” (v. 10). La cortina se levanta para que podamos ver el dolor de los que le seguían, lloraban y dolían. Parecían niños sin su padre sabio y amante, sin el único amigo que les amaba sin interés. Sus lágrimas, causadas en parte por incredulidad, demostraban al menos el lugar importante que Él había tenido en sus vidas.
4. Había duda. Incredulidad.
“Cuando oyeron que él estaba vivo, no creyeron” (v. 11). No nos admiramos tanto de que no creyeron a María, sino en que no recordaron las palabras del Señor (Juan 16:20-22). La duda siempre trae desencanto y dolor. Lágrimas mezcladas con incredulidad pueden ser lágrimas de orgullo ofendido.
5. Su aceptación divina. El nos acepta de diversas formas…
“Después el se apareció en otra forma” (v. 12). El mismo Salvador en otra forma, y esta glorificada. ¡O la profundidad de las riquezas de la sabiduría de la ciencia de Dios! El apareció a Esteban como el glorificado, pero a Saulo como el perseguido (Hechos 7:55; 9:5). No importa las circunstancias ó la condición, Él aparece como el que necesitamos. Su gracia es siempre suficiente y adecuada.
6. Su fidelidad.
“Les reprochó su incredulidad y dureza de corazón” (v. 14). Mientras ellos lloraban, no se parecían a los incrédulos y duros de corazón que lo crucificaron. Pero el Señor ve lo profundo del corazón, y como un médico sabio, pone su mano en la parte enferma, y sabe exactamente cuál es la raíz del mal. Por esto es que muchos que profesan ser cristianos no quieren acercarse a Dios, sus pecados escondidos pueden ser hallados y el verdadero hombre sale a la vista. Si nos acercamos a Él, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
7. Nuestra responsabilidad. Ser Testigos de El.
“Les reprochó su incredulidad . . . porque no había creído a los que le habían visto resucitado” (v. 14). El Señor esperaba que el testimonio de los que le habían visto fuera creído. Sólo a los que les ha manifestado su gracia salvadora y el poder de su resurrección pueden ser testigo. Los que han oído el testimonio y no creen, son reprochados como duros de corazón e incrédulos. La oración sacerdotal registrada en Juan 17, dice que oró por los que creerían por la palabra. Si Dios espera resultados porque Su Palabra no vuelva a Él vacía, ¿por qué no esperamos nosotros resultados también?
Conclusión: Nuestra responsabilidad es ser testigos en Jerusalén (en tu casa), en toda Judea (tu área de influencia), en Samaria (tu comunidad) y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8). La revelación de la resurrección para nosotros hoy es testificar de este Cristo resucitado. Es por medio de este Cristo resucitado que podemos tener el “poder” para ser testigos. El deseo de Cristo era investir de poder a sus discípulos. Por medio de Su resurrección, El quiere investir todavía a discípulos con el poder del Espíritu Santo. ¿Es usted un discípulo? ¡Sea pues un testigo y predique a Cristo y a este resucitado!