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El Reflejo (Parte 2) Series
Contributed by Scott Hudgins on Feb 17, 2015 (message contributor)
Summary: La Escritura es un espejo. Podemos ver nuestra realidad en el si no nos cegamos y no nos seguimos engañando. Necesitamos quitar los impedimentos para poder examinar nuestras vidas y compararlas con la Escritura.
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Serie: λόγος — Logos
Charla: El Reflejo (Parte 2)
Texto Principal: Santiago 1:21
15 febrero 2015
Introducción
Hoy continuamos la charla de la semana pasada, El Reflejo. La semana pasada nos enfocamos en Santiago 1:19-20. El cual dice, “Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; 20 pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.” Santiago 1:19-20. Aprendimos que nuestros hábitos de escuchar, hablar y enojarnos pueden impedirnos cuando nos miramos en la Escritura. El resultado es que no vamos a ver la realidad de nuestro reflejo en comparación con las Escrituras y nos engañamos. Por no escuchar la voz de Dios y por darle una cantidad de justificaciones, nos creemos buenos y nos engañamos porque en la realidad nuestra vida no refleja lo que dice la Escritura. Por lo tanto, Santiago dijo, “…sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” Santiago 1:22, RV60.
Hoy quiero que sigamos con el tema de nuestro reflejo en el siguiente versículo. Santiago 1:21 dice, “Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder de salvarles la vida.” Santiago 1:21.
MOSTRAR IMAGEN MALEZA ¿Cuántos de ustedes han tenido que quitar maleza de un jardín? Yo sí. Cuando era chico, tenía que quitar la maleza del jardín y del césped. Era uno de mis deberes de la casa. Además, recuerdo cuando mi abuelo me enseñó cómo hacerlo sin dañar las demás plantas. Una vez le pregunté, “¿Por qué tenemos que quitar la maleza, no sería más fácil dejarla crecer con las otras plantas?” Me enseñó que remover la maleza era totalmente necesario por la salud de las hierbas buenas. Me dijo que las malas hierbas (la maleza) roban el agua y los nutrientes de la tierra así que roban la vida de las hierbas buenas. Entonces, las plantas que queremos pueden morir si no quitamos la maleza.
Esto nos puede servir como una imagen que ilustra Santiago 1:21. “…despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda…” Digamos que la inmundicia y la maldad son la maleza de nuestras vidas. Si no la quitamos, nos roba la vida que Jesús sembró en nosotros. Necesitamos quitar la maleza y recibir el logos (la palabra) que “…tiene el poder de salvar[nos] la vida.”
Cuando estaba estudiando sobre el tema encontré varios videos sobre “cómo eliminar malas hierbas.” Encontré un vídeo que me pareció muy interesante y quiero que ustedes lo vean. MOSTRAR VIDEO MALEZA 02. Lo que me impresionó del vídeo fue que el señor dijo que usar métodos tradicionales para quitar las malas hierbas “requiere esfuerzo.” Luego dijo, “Quizás es mejor usar métodos más cómodos.” Cuando estamos hablando de la maleza de los jardines quizás sería factible y efectivo usar una herbicida. Tal vez, no tendríamos que esforzarnos mucho, no tendríamos que agacharnos, no tendríamos que sudar para eliminar la maleza. Sin embargo, cuando hablamos acerca de la maleza de nuestras vidas, no existen métodos cómodos. Es trabajo duro, arduo. Inclusive puede ser doloroso. Es examinar nuestras vidas, nuestros corazones; llegar a las raíces para arrancarlas.
¿Cuál es el propósito de quitar la maleza? Vivir una vida que vale la pena vivir, una vida verdaderamente dichosa y satisfecha. Además con esa clase de vida, podemos agradar a nuestro Jardinero, Dios.
Ahora, enfoquémonos en la maleza que necesitamos eliminar. Recuerden que si no lo hacemos esas malas hierbas van a crecer tanto que ni siquiera podremos ver nuestro reflejo verdadero y nos seguiremos engañando.
Para no seguir engañándonos necesitamos…
I. QUITAR LA MALEZA
A. El pasaje dice, “…despójense de toda inmundicia y toda maldad que tanto abunda…” Santiago 1:21.
1. En primer lugar necesitamos eliminar toda inmundicia. Inmundicia es lo que ensucia o mancha, es lo que contamina. En términos comunes…basura, asquerosidad e inclusive porquería. Es posible que pensemos que se refiere a los “pecados escandalosos” como la infidelidad, la fornicación o el asesinato. Claro, la palabra inmundicia incluye esos pecados porque contaminan la vida de la persona. Aun si las decisiones de ser infiel fueron antes de conocer a Cristo, la persona tiene que vivir las consecuencias de tales decisiones. Si el creyente decide tener una relación sexual con alguien fuera de la unión matrimonial, tendrá que luchar con las consecuencias aún si confiesa su pecado y es perdonado. El pecado ensucia nuestras vidas, complica nuestras relaciones. Contamina nuestra relación con Dios. Pero no sólo los pecados grandes. Realmente ese es un concepto humano. Desde el punto de vista de Dios, pecado es pecado. Por lo tanto, la inmundicia se refiere a cualquier trastorno del corazón que nos impide a obedecer la Palabra de Dios. Puede ser que cualquier pecado que rehuso arrancar de la tierra de mi corazón. Eso es rebelión contra Dios y es asquerosa.