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Summary: Al considerar al alfarero y el barro se puede ver un cuadro de nuestras vidas y relación con Dios. Cada objeto tiene su significado. Es ademas un llamado a la iglesia a acompleta fidelidad.

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Barro En Su Mano

Jeremías 18–19

Introduccion: Mayo 11, 2003 servicio vespertino en Ebenezer, Union City, CA

En el capítulo 18 el profeta visita la casa del alfarero y le observa moldear el barro, mientras que en el capítulo 19 lleva una vasija terminada y la rompe en el valle de Hinom.

El primer acto es un cuadro de la gracia de Dios; el segundo, de su juicio. Al considerar al alfarero y el barro se puede ver un cuadro de nuestras vidas y relación con Dios. Cada objeto tiene su significado.

I. Dios es el Alfarero

A. Una persona.

Nuestras vidas no están en las manos de alguna «fuerza» invisible o «destino» ciego; están en las manos de una Persona: el Dios todopoderoso. Dios no es simplemente nuestro Creador; es nuestro Padre y tiene un interés personal en nuestras vidas. Él es el Alfarero. Véase Isaías 64.8.

B. Poder.

El barro no puede moldearse a sí mismo; sólo Dios tiene el poder para dirigir nuestras vidas. Él aclara en 18.6–10 que es soberano sobre todas las personas. No podemos ser bendecidos si discutimos con Él o tratamos de decirle lo que tiene que hacer; véase Romanos 9.20–24. Por supuesto, esto no quiere decir que Dios es culpable de los pecados de los hombres ni de los fracasos de las naciones.

C. Un plan.

El alfarero tiene un plan perfecto para el barro; ve en su mente el producto terminado. Dios tiene un plan perfecto para nuestras vidas (Ro 12.1–2; Ef 2.10; Flp 1.6). Nosotros no podemos ver el producto terminado, pero Él nos promete que es maravilloso (1 Co 2.9).

D. Paciencia.

El alfarero trabaja con paciencia con el barro, moldeando tiernamente su forma. Dios dirige con paciencia nuestras vidas, tratando de cumplir su voluntad. A menudo usa las manos de otros para ayudar a formarnos: padres, maestros, otros creyentes, incluso los que nos persiguen. Demora hacer un producto que valga la pena y Dios está dispuesto a esperar.

II. Nosotros somos el barro

A. Por supuesto, en el mensaje de Jeremías el barro representaba al pueblo de Judá, pero no nos equivocamos al aplicarlo a nuestras vidas.

B. Los creyentes son los vasos de Dios, moldeados por Él para contener el tesoro del evangelio

(2 Ti 2.19–21; 2 Co 4.7; Hch 9.15).

C. Los seres humanos están hechos de barro; el barro es polvo mezclado con agua. Somos polvo (Sal 103.14), pero el agua del Espíritu de Dios nos ha dado vida mediante la fe en Cristo.

D. El barro no tiene gran valor en sí mismo, pero puede convertirse en algo grande si lo moldean manos apropiadas y para el propósito apropiado. Nadie puede calcular el tremendo potencial en la vida de un individuo.

E. La cualidad más importante del barro es que se somete. Si no se somete a las manos del alfarero, se arruinará. El barro no se puede automoldear; tiene que tener al alfarero.

F. No hay cristianos «de cosecha propia» en la voluntad de Dios. Cuando decimos «el barro no puede automoldearse», no sugerimos que las personas no juegan ninguna parte en el cumplimiento de la voluntad de Dios. No somos inactivos ni resignados, simples montones de barro en las manos de Dios. Él quiere que cooperemos en la oración, la meditación, la obediencia a su voluntad y al rendirnos a su toque tierno.

III. La vida es una rueda

A. El alfarero hace girar la rueda con rapidez y es el único que controla su velocidad.

B. A nuestras vidas como creyentes no las controlan la suerte ni la casualidad; Dios las controla. Él arregla las circunstancias de la vida que nos moldean.

C. Él fue quien dispuso que el joven José fuera a Egipto, donde sería moldeado como gobernante. Tal vez nos preguntemos sobre las circunstancias de nuestras vidas y pensemos que Dios ha sido riguroso con nosotros, pero un día nos daremos cuenta de la verdad de Romanos 8.28 y afirmaremos que todas las cosas en efecto ayudaron a bien.

D. Lo más importante en cuanto a la rueda no es su tamaño (algunas vidas son más cortas que otras), sino su centro. Si la rueda está «centrada», todo estará equilibrado.

E. Cristo es el centro de la vida cristiana consagrada (Mt 6.33).

IV. Desobedecer estropea

A. Sería maravilloso si el barro siempre se sometiera a las manos del alfarero, pero este no es el caso. El profeta vio que la vasija se estropeó. ¿Tiró el alfarero el barro y empezó con un nuevo montón? No, lo volvió a hacer.

B. Este es un cuadro de la rebelión del hombre y su restauración por la gracia de Dios. ¿Por qué se estropeó el barro? Debido a que quería salirse con la suya (véase 18.11–12).

C. Cuán a menudo nosotros como cristianos estropeamos nuestras vidas haciendo nuestros planes fuera de la voluntad de Dios.

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