Sermons

Summary: La Ascensión se convierte así en liberación en lugar de pérdida. Ya no confinado a un solo lugar, hablando un solo idioma, dirigiéndose a una sola cultura, Cristo se multiplica a través de innumerables instrumentos.

Título: Adonde él fue, nosotros aún no podemos seguirlo

Introducción: La Ascensión se convierte así en liberación en lugar de pérdida. Ya no confinado a un solo lugar, hablando un solo idioma, dirigiéndose a una sola cultura, Cristo se multiplica a través de innumerables instrumentos.

Escritura: Lucas 24:51

Reflexión

Queridos amigos,

La mañana amanece diferente cuando la divinidad se retira. No con violencia ni fanfarria, sino con la retirada más suave : manos alzadas en señal de bendición incluso mientras se desvanecen de la vista. Lucas capta esta paradoja con una economía sorprendente: «Mientras los bendecía, los dejó y fue llevado al cielo» (Lucas 24:51). Aquí hay misterio revestido de simplicidad, lo eterno envuelto en un lenguaje temporal que apenas contiene su peso.

Considere la coreografía de este momento. Cristo no retrocede; asciende mientras bendice activamente. Su último gesto terrenal se convierte en su primer acto celestial, creando un puente entre reinos que desafía nuestra comprensión de la partida. Estas son las mismas manos que multiplicaron los panes, tocaron a los leprosos y perforaron los clavos , ahora alzadas en bendición perpetua al cruzar el umbral entre los mundos visible e invisible.

La nube que lo recibe conlleva su propia carga teológica. A lo largo de las Escrituras, la presencia divina se manifiesta en nubes y sombras : la columna que guía a Israel, la gloria que llena el templo de Salomón, la voz que habla desde la cima del Sinaí. Cuando Hechos registra que «una nube lo ocultó de su vista» (Hechos 1:9), presenciamos no un ocultamiento, sino una revelación. La nube no oscurece; revela la naturaleza de su nueva presencia, ya no limitada por la carne, pero de alguna manera más íntima que antes.

¿Qué sintieron los discípulos en ese momento de suspenso? Con el cuello estirado hacia el cielo, el corazón anhelando la gloria que se retiraba, se encontraban en el quicio de la historia. Lucas nos dice que regresaron "con gran alegría" (Lucas 24:52), una respuesta que al principio resulta desconcertante hasta que comprendemos su lógica más profunda. Esta alegría no surge de la negación de la pérdida, sino del reconocimiento de la plenitud. El Cristo que había caminado entre ellos ahora camina dentro de ellos, su limitación física transformada en multiplicación espiritual.

La Ascensión representa el acto supremo de confianza divina. Antes de desaparecer, Jesús declara: «Serán mis testigos... hasta los confines de la tierra» (Hechos 1:8). En estas palabras, la misión se convierte en herencia. No los abandona al recuerdo, sino que les confía su continuidad. La antorcha pasa del singular al plural, del Verbo encarnado a la comunidad que encarnará su presencia a través de los siglos y los continentes.

Esta transferencia revela algo profundo sobre la metodología divina. Dios elige no abrumar, sino habitar; no dominar, sino delegar. El Cristo que asciende se convierte en el Espíritu que mora en nosotros, una presencia refinada en lugar de disminuida. Pablo capta este misterio cuando escribe que Dios «nos resucitó con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales» (Efesios 2:6). Se nos invita a vivir desde la altura, a habitar simultáneamente la realidad terrenal y la perspectiva celestial.

Sin embargo, la tensión persiste. Vivimos entre el ya y el todavía no, ciudadanos del cielo que aún navegamos por el terreno accidentado de la tierra. La Ascensión nos enseña a vivir dentro de esta paradoja sin resolverla prematuramente. La fe se convierte en la capacidad de confiar en las realidades invisibles más que en las circunstancias visibles, de anclar la esperanza en promesas que trascienden la evidencia presente.

Los mensajeros angelicales que interrumpen la mirada de los discípulos al cielo plantean una pregunta que resuena a través de los siglos: "¿Por qué están aquí mirando al cielo?" (Hechos 1:11). Sus palabras contienen una suave reprensión envuelta en una profunda invitación. La fe no es un anhelo perpetuo por lo que fue, sino una participación activa en lo que continúa. El Cristo que ascendió encarga más de lo que abandona.

Este momento da nacimiento a la Iglesia no como un monumento a la ausencia, sino como una manifestación de una presencia transformada. Pentecostés se avecina en pocos días, cuando el mismo Espíritu que ungió a Jesús encenderá en los creyentes comunes un propósito extraordinario. El aposento alto espera su bautismo de fuego, los pescadores su transformación en pescadores de almas, las mujeres su elevación de los márgenes de la sociedad al centro del ministerio.

La Ascensión se convierte así en liberación en lugar de pérdida. Ya no confinado a un solo lugar, hablando un solo idioma, dirigiéndose a una sola cultura, Cristo se multiplica a través de innumerables vehículos. Su cuerpo físico se eleva para que su cuerpo místico pueda emerger, disperso geográficamente pero unido en un propósito. La distancia se convierte en intimidad mediante la alquimia del Espíritu.

Copy Sermon to Clipboard with PRO Download Sermon with PRO
Browse All Media

Related Media


Talk about it...

Nobody has commented yet. Be the first!

Join the discussion
;