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Summary: Un pequeño paso de fe puede descencadenar grandes efectos en la historia

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Un pequeño paso de fe

Intro: Hace 14 años, una tarde mientras me bañaba, noté una pequeña protuberancia en mi cuero cabelludo. Al explorar un poco más de cerca, me di cuenta de que el abultamiento estaba formado por capas de piel seca y muerta que se desgajaba como hojuelas. Me encontraba estudiando en el seminario en Orlando, así que lo atendí con remedios hasta esperar llegar a consultar aquí en Mérida al final del semestre. Ya para cuando vi por primera vez al doctor aquí, el abultamiento se había multiplicado y al tacto se sentía ya como si tuviera una cordillera en mi cuero cabelludo. Después de reconocerme, el dermatólogo sentenció su diagnóstico: “Usted tiene psoriasis”. Así comenzó mi peregrinaje de doctor en doctor, de tratamiento en tratamiento por los siguientes 13 años de mi vida. Usé cremas, inyecciones, ungüentos, sprays, jabones y champús especiales…hasta noni, Visité como a cuatro diferentes dermatólogos, aunque había mejoría temporal, la enfermedad seguía avanzando. Para los que hemos padecido esta enfermedad sabemos cuán desagradable es no sólo por el factor estético, sino también por la comezón incesante y descamación de la piel; aunada la angustia de ver que no hay nada que la pare en su avance implacable. Para inicios del año pasado, ya mi casi todo mi cuerpo invadido de psoriasis, Cuero cabelludo, partes del rostro, todo mi tronco, hombros, espalda, piernas y ya comenzaba a hacerse evidente en la parte visible de mis brazos.

Ya me había acostumbrado, o más bien, resignado a vivir así, pero mi familia se preocupaba por mí. Mi suegra me envió el recorte del periódico de un lugar donde daban un tratamiento nuevo y lo puse en un corcho que tenemos en la casa. Mi mamá me consiguió el teléfono de un doctor que había ayudado a una conocida de ella. Una tarde de junio del año pasado, mi hermano me llamó y me dijo: “¿Qué haces mañana en la tarde? Tienes cita a las 6:00 pm y ven por el importe de la consulta” Luego resultó que los tres me estaban mandando al mismo lugar. Doy gracias a Dios, porque después de 13 años de peregrinaje, hoy puedo ver mi piel restaurada, sin comezón, sin descamación…normal.

Por todo esto al leer el pasaje que estamos considerando hoy en 2 Reyes 5 acerca de la vida de un hombre sirio llamado Naamán y su angustia y búsqueda por su enfermedad, me siento muy identificado con él y su problema.

El capítulo 5 de 2 Reyes, versículo 1 nos presenta a este hombre: “Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso”.

Naamán era un hombre exitoso. Tenía un puesto militar envidiable…era el general del ejército de Siria. Era altamente estimado por el rey. Era un gran estratega. Pero tenía un problema serio en la piel…tenía lepra. ¡Qué ironía! Un hombre tan exitoso, tan reconocido, pero tenía una enfermedad que lo marcaba, que lo señalaba, que con el tiempo lo excluiría de la sociedad.

Los versículo 2 y 3 nos presentan otro personaje interesante: “Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra”.

Los sirios, que estaban al norte de Israel, hacían incursiones al territorio Israelí. En una de esas incursiones, secuestraron a una muchacha y la llevaron a Damasco. Esta pequeña fue puesta al servicio de la esposa de Naaman. Era extranjera, era una esclava, era una muchachita, ¡Quién diría que esta pequeña sería una pieza clave en los grandes planes de Dios! Pero a pesar de ser jovencita y ser esclava, se atrevió a dar un pequeño paso de fe, aprovechando su oportunidad, le indicó a su ama dónde realmente podían ayudar a Naamán.

Como todo enfermo desesperado de la piel, Naamán, toma en serio esta posibilidad y la comunica al rey. El cual le da todas las facilidades para que entrara al territorio israelí y tuviera tratos con el rey de Israel. No se si usted hubiera hecho caso al consejo de una muchachita esclava y extranjera. Pero se movió todo el aparato Sirio para que el general fuera en busca de la solución a su problema, basándose en el dicho de una niña esclava y extranjera.

Esto es lo maravilloso, hermanos, que Dios usa a gente pequeña; gente pequeña como una muchachita esclava y extranjera en un país pagano. Esta muchachita nos recuerda que: “Un pequeño paso de fe puede desencadenar grandes efectos en la historia”.

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