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Summary: Breve exposición de la enseñanza bíblica sobre el día del juicio

Intro. Un compañero del seminario donde estudié nos relataba que cuando era niño le gustaba mucho jugar con fuego. Puesto que allá las casas son de madera, jugar con fuego dentro de la casa representa un peligro mayúsculo. Varias veces recibió reprimendas de parte de sus padres por su afición al fuego. En una ocasión, encontró una vela y pensando que estaba solo en la casa, la encendió en su recámara. Pero al poco tiempo de haberla encendido escuchó los pasos de alguien subiendo las escaleras hacia su recámara. Al sentirse sorprendido y desesperado, quiso ocultar su delito escondiendo la vela encendida debajo de la cama. Al entrar su mamá y preguntar si había encendido algún fuego por el olor que percibía, él lo negó rotundamente. Pero fue cuestión de segundos para que lo que escondía fuera expuesto públicamente al comenzar a arder en llamas la cama del cuarto. Fue una situación desesperante, pero se pudo controlar el incendio y mi compañero recibió todo el peso de la ley paterna de tal forma que hasta ya de adulto seguía recordando el evento con toda claridad.

Así somos los seres humanos, nos engañamos en pensar que podemos esconder o ocultar las cosas; que nadie se dio cuenta o podernos salirnos con la nuestra. Pero esto es sólo un engaño porque todo sale o saldrá a la luz. Nada escondido podrá quedar escondido para siempre, sino se hará autoevidente como una vela debajo de una cama. La Biblia nos enseña que nadie puede engañar a Dios. Que todo lo que hacemos, pensamos y decimos lo vivimos ante aquel que juzga todas cosas rectamente. Que nadie se saldrá con la suya. Que nadie se burlará de la justicia de Dios. De hecho, la Biblia enseña que hay un día establecido para que todo ser humano enfrente su propia realidad y de cuentas a Dios. Este día se conoce como el día del juicio.

La Biblia enseña en varias partes acerca del justo juicio de Dios y sus implicaciones. Por lo mismo, escogeremos una muestra bíblica para considerar este tema, pero lo haremos respondiéndonos algunas preguntas.

¿Habrá un día del juicio?

Vale la pena hacernos esta pregunta por si alguien dudara que esta fuera una enseñanza realmente bíblica. Podemos dar una respuesta afirmativa con toda seguridad. La Escritura abunda en referencias a ese día en el que los seres humanos estemos ante el trono de juicio de Dios.

En Mateo 12:36, Jesús dice: Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado.

Jesús afirma la existencia de tal día del juicio y nos dice que todos daremos cuenta de nuestras palabras, en este caso. Lo importante en este punto es recalcar que Jesús afirma la existencia de un día del juicio.

El apóstol Pablo en Romanos 14:10-12 (NVI): 10 … ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios!11 Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo —dice el Señor—, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios.» Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios.

Pablo reafirma la existencia de un día en el que todo ser humano estará ante el tribunal de justicia de Dios. Cada uno de nosotros dará cuentas de sí a Dios. No hay escapatoria. Todos pasaremos por ese día y daremos cuentas no de lo que hizo mi cónyuge, mis hijos, mis jefes, mis compañeros,…¡No! Daremos cuenta de nosotros mismos.

Podríamos seguir, pero basten estos dos textos para demostrar la enseñanza bíblica sobre la existencia y expectativa del día del juicio.

Ahora bien, no nos confundamos con la palabra “juicio”. Nuestros juicios humanos son estrictamente un proceso de investigación. Es decir, se presentan pruebas de la culpabilidad o de la inocencia del acusado. Se delibera y se emite una sentencia con base en las pruebas presentadas. Es todo un proceso de indagación para determinar si la persona es culpable o inocente.

El juicio final, sin embargo, difiere de los juicios humanos principalmente porque el juez es omnisciente (conoce todas las cosas) y no tiene necesidad de escuchar evidencia que lo convenzan para un lado u otro. Él preside con perfecto conocimiento del carácter y la historia de cada uno de los que compareceremos ante él. El día del juicio será, entonces, más bien un día de publicación de la sentencia y la ejecución definitiva de la misma. Ese día será un despliegue de la soberanía y la gloria de Dios en la declaratoria pública y justa, y su consecuente ejecución inmediata, de la sentencia final de cada uno de los que comparezcamos ante el justo tribunal de Dios.

Es decir, no llegaremos al día del juicio para ver dónde pasaremos la eternidad, sino más bien, para que la gloria, la santidad y la justicia de Dios sean desplegadas al declarar y ejecutar finalmente la redención total o el castigo eterno para cada uno de los juzgados.

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