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Summary: La falta de compromiso de los creyentes coloca a la iglesia, que es la plenitud de Cristo, en un estado de sobre vivencia y desánimo, y no de poder.

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Una de las cosas que más disfruto son las bodas. El momento culminante en la ceremonia es cuando los novios intercambian sus votos matrimoniales. Los votos son más que un requisito ceremonial. Son las palabras más poderosas de amor y compromiso que dos personas puedan decirse la una a la otra. El compromiso y la responsabilidad son la clave del éxito para alcanzar las metas y objetivos en la vida.

Desafortunadamente hoy en día las personas han adoptado la filosofía estratégica propuesta por las agencias de publicidad y mercadeo de “sin compromiso”. Lamentablemente la iglesia del Señor se ha ido amoldando a esta propuesta filosófica para llenar los auditorios y convertirse en una mega iglesia. Esta filosofía no es compatible ni aplicable en nuestro trato con Dios.

La falta de compromiso y de sentido de responsabilidad tiene el poder de echar abajo cualquier empresa incluyendo también la iglesia. La falta de compromiso de los creyentes coloca a la iglesia, que es la plenitud de Cristo, en un estado de sobre vivencia y desánimo, y no de poder. Un ejemplo bíblico que nos enseña acerca del compromiso y la responsabilidad que Dios espera de nosotros en su obra lo encontramos en Zacarías 4:6-10.

En el año 536 a.C., 70 años después del cautiverio, por decreto de Ciro rey de Persia, más de 50.000 judíos regresaron a Jerusalén con el propósito de establecerse nuevamente y restaurar el templo. Según Esdras 3:8-13 dos años después de llegar, Zorobabel el gobernador, Josué el sumo sacerdote, Esdras el escriba y los ancianos, pusieron los cimientos del templo. Pero al poco tiempo la obra se detuvo por dos años. Un grupo identificado como los enemigos de Judá, sobornaron a ciertos funcionarios del gobierno y enviaron al rey Artajerjes una carta con acusaciones contra los que edificaban. Al leer esta carta el rey Artajerjes promulgó un decreto para que cesara la obra. Este decreto fue anulado 6 años más tarde por el rey Darío.

Es ahí en donde aparecen en la escena dos profetas Hageo y Zacarías, los profetas de la restauración, quienes proclaman un mensaje poderoso el cual va dirigido a Zorobabel, Josué el sumo sacerdote y a los pocos que llevaban a cabo la obra de reconstrucción. ¿Cómo romper con la apatía y la negligencia hacia la obra de Dios? El mensaje profético trata con los dos grandes obstáculos que impedían la reconstrucción.

1. El desánimo

Para cuando Darío confirmó el decreto dado por Ciro para que continuara la obra de reconstrucción, se había efectuado un cambio en la actitud del pueblo. Se había desanimado a tal punto que llegaron a pensar que todos aquellos obstáculos eran indicaciones de que Dios no estaba con ellos. Y que por lo tanto no valía la pena seguir intentando. El desánimo produjo frustración en Zorobabel al ver lo infructífero de sus esfuerzos de tantos años para reedificar el templo del Señor.

Y cómo no iban a estar desanimados si los muros de Jerusalén estaban derribados y la inseguridad se podía percibir por todas partes. Otro factor fueron los obstáculos. El principal obstáculo venía de aquellos del pueblo que comenzaron a criticar y a hacer comparaciones entre el templo de Salomón y el segundo templo que se estaba construyendo. No hay nada más desalentador que los comentarios negativos.

El desánimo es un sedante mortal que adormece el avance del reino de Dios. El desánimo fue lo que llevó a aquellos dos discípulos, a los cuales el Señor se les acercó camino a Emaús, a regresar a sus labores cotidianas.

¿Qué hizo Dios para vencer el desánimo? Hageo 1:14 dice: “Y el Señor inquietó de tal manera a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac, y a todo el resto del pueblo, que vinieron y empezaron a trabajar en la casa de su Dios, el Señor Todopoderoso.”

La misión de ellos era, no solo poner los cimientos, sino terminar la construcción. Dios alienta al pueblo a seguir adelante. Puesto que todos esos obstáculos, como una gran montaña, quedarían reducidos a la nada, como una llanura. Con estas palabras Dios le da a su pueblo un sentido de seguridad y le anima seguir adelante.

¿Cuándo fue la última vez que Dios le importunó? Dios está construyendo un templo, no de piedras, sino de vidas. Usted y yo somos esas piedras vivas a las cuales Dios importuna para su servicio porque Dios ha resuelto edificar esta casa espiritual que es la Iglesia Betel con nosotros. Dios ha fijado sus ojos en nosotros para ayudarnos a:

Amar a Dios por encima de cualquier cosa o persona, amar, ministrar y aceptar a las personas, ser una comunidad de adoradores que responden al llamado de Dios diciendo: ¡Aquí estoy yo! Ayudar a las personas a encontrar propósito y significado para sus vidas.

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