Aprendí una lección de vida una vez de un muchacho universitario que ni siquiera conozco su nombre. Yo tenía unos 8 ó 9 años y tomaba clases de natación de la Cruz Roja. Llegó el día para la prueba para pasar de Principiantes Avanzados al grupo de Intermedios. Cada niño tomaba su turno para realizar distintos ejercicios mientras cruzamos al otro lado de li pileta y volvíamos. Cada chico que lo había intentado antes de mí había fracasado. Una niña llegó al otro lado, pero no pudo volver. Llegó mi turno, y comencé a nadar, esperando el momento en que yo también tendría que parar. Llegué a cierto punto y sentí ese ardor en la nariz cuando el agua entra las fosas nasales. Dejé de nadar y agarré el borde de la pileta. Este muchacho se paró encima mío y me preguntó, “¿Por qué paraste?” Le di la respuesta obvia: “Entró agua en mi nariz.” En ese momento dijo una sola cosa que me quedó hasta el día de hoy: “¿Y qué?”

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