Hace algun tiempo escuché la historia de un grupo misionero que había sido invitado a Rusia para enseñar Cristianismo. Era la época de Navidad y mientras enseñaban las historia del nacimiento de Jesús en un Orfanato; todos los niños escuchaban con mucha atención. Ninguno de los niños había escuchado esa historia nunca antes. Uno de los misioneros contaba: “Le dimos a los niños algunos materiales y les dijimos que deberían armar una escena del nacimiento de Jesús, según la historia que habían escuchado. Todo iba bien hasta que me acerqué a la mesa de un niño llamado Misha. Parecía tener unos seis años de edad y había terminado su trabajo. Mientras miraba el pesebre me quedé sorprendido cuando vi que allí habían no uno sino dos niños. Llamé a un traductor para preguntarle por qué. Mirando su trabajo el niño comenzó a repetir la historia con exactitud, hasta que llegó a la parte donde María puso al bebé en el pesebre. Entonces Misha comenzó a crear su propio fin de la historia.
El dijo: “Y cuando María puso al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar dónde estar. Yo le dije que no tenía papá ni mamá, no tengo un hogar donde estar.
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