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Había una vez un rey en una remota isla, dicho rey aburrido por todo lo que veía y todo lo que hacía y que ya no encontraba gracia a nada, decidió hacer una visita a la isla vecina donde habitaba un gran sabio que de todo daba razón y esto le llamó tanto la atención, que ni corto ni perezoso salió en su búsqueda.

Fueron varios los días de viaje, tan cansado estaba el rey que durmió todo el viaje soñando y pensando con encontrar las respuestas más sinceras y seguras del mundo, las respuestas de cómo ser más alegre, divertido y sobre todo como ser mejor gobernante cada día.

Así pasaron los días y este rey pensando en todo; le pregunta a su capitán que cuándo arribarían a la otra isla y este le contestó que ya estaban en las orillas de la famosa isla del sabio, el rey se alegró tanto que tan pronto encallaron bajó y corrió por el puerto preguntando por el sabio tan famoso de quien tantas cosas había escuchado.

Se encuentra con un anciano de ropas rasgadas y de aspecto muy humilde y le dice: "oye tú, mendigo, ¿dónde está el sabio que habita esta isla?".

El anciano contesta "no lo sé, todo mundo viene preguntando por ese sabio y en esta isla hay tan sólo unas cuantas gentes como yo".

Él rey le dice: "¿cómo? ¿que no hay ningún sabio en esta isla?"

El anciano le vuelve a contestar: "no, no hay ningún sabio que yo sepa, bueno, ¿para qué quiere ver a ese sabio?", le pregunta el anciano.

El rey molesto replicó: "para que me diga el secreto de cómo ser más feliz, como ser mejor gobernante y obtener todo lo bueno de la vida".

Entonces el anciano le dice "pregúntame a mí, que yo te ayudaré", a lo que el rey se ríe con tremenda carcajada y de pronto se queda serio, y le dice:"¿tú, un anciano mal vestido y por lo que veo, mucho mas ignorante que yo me vas a decir lo que sólo un sabio me puede decir?".

El anciano le contesta: "No necesito traer ropas lujosas como tú, ni necesito riquezas o tropas para ser sabio, lo único que yo necesito es mí cabeza y mí paciencia. Tú, rey de la isla vecina, me preguntaste por un sabio y aquí no lo hay. Han venido cientos de reyes y demás gobernantes a buscarlo y no lo han encontrado. Sólo han hablado conmigo. Tan pronto terminan de hablar conmigo se retiran riéndose y diciendo que viajaron

tanto y tuvieron tiempo para pensar muchas formas de solucionar sus problemas y

que yo terminé dándoles la llave para ser mejores, pero ¿no sé por qué?", termina diciéndole el viejo al rey.

El rey se da la media vuelta y se dirige pensativo hacia su barco pero tan pronto da unos pasos se voltea hacia el anciano y le dice: "Gracias famoso sabio de la isla, me haz dado la llave de cómo ser mejor gobernante, de cómo ser más divertido, de cómo tener más paciente. Me haz enseñado que primero me debo encontrarme a mí mismo con mis pensamientos, con mis actos y mis deseos, sólo así seré mejor. Gracias, famoso sabio de la isla vecina".

El anciano, atónito, se rasca la cabeza y se dice a sí mismo: "Por eso no salgo de esta isla, afuera todos deben de estar locos, con eso de estar pensando cómo ser mejores y aliviar sus penas. No, no, no, yo estoy mejor aquí con mi ignorancia y mi humilde persona, lo único que hago es escuchar a toda esa gente que viene y hacerles preguntas. Sólo por eso me dicen sabio".

Oh, esta es una gran verdad. La gente busca Sabiduría como si ella se encontrará en una persona o en un lugar. La verdadera Sabiduría viene del temor a Dios y un corazón sencillo para amarlo y seguirlo.